29

25 2 0
                                    


Will y Deán, 3:32

Se quitaron los impermeables y los dejaron tirados en el suelo. Después Will tomó algunos trapos de la cocina y amarró uno de estos en la mano de Deán para detener el sangrado, y otro en la pierna. Will hizo lo mismo en su mano.

-¡Joder, Will, tus dedos! ¡No tienes dos dedos! - dijo Deán, completamente asqueado. Le faltaban dos, el índice y el medio. Del lugar donde antes estaban sólo había sangre y carne. Deán apartó la vista, sintiendo que vomitaría. Le pareció irónico que sintiera repulsión por una mano sin dos dedos pero que le excitara ver el cuerpo de Rachel con la cabeza despedazada y el estómago abierto.

-Sí, lo sé. Es una lástima, ¿no? Ya no podré hacer esa seña obscena con esta mano, pero aún tengo una mano con los dedos completos, ¿eh? Es algo, chico, es algo...- guardó silencio y su rostro se puso en una actitud seria, viendo hacia ningún punto en específico, con su mente vagando. Reaccionó, sacudió la cabeza y miró a Deán-. También me dio en el hombro. Duele, pero ya pasará. Ahora tenemos que encargarnos de las demás. Creo que faltan dos, ¿cierto? Sí, creo que sí. Emily y... ¿cómo se llamaba la otra?

-Ellie y Margot- dijo Deán, viendo el cadáver de Rachel, pensando que le hubiera encantado haber sido él quien la hubiera asesinado-. Quizá estén arriba o en alguna parte de aquí. O quizá...

-¿Quizá qué, chico?- preguntó Will.

-Quizá no estén aquí. Ya sabe, quizá se hayan quedado a dormir con alguna amiga en el pueblo o algo así. No lo creo, no recuerdo que Margot tuviese amigas, pero Ellie... no sé, no la conocí mucho.

-Deja de decir estupideces, chico. Están aquí, escondidas, su madre hizo mucho ruido con esa arma. Bien, escúchame. Tú irás a revisar arriba, y si encuentras a esa tal Margot, pues toda tuya, chico, pero si encuentras a Ellie, no la toques, no la toques, chico, llámame e iré, yo me encargo de ella. Tú te encargas de Margot y yo de Ellie, ¿de acuerdo?

Deán asintió y echó una rápida mirada hacia las escaleras, esperando a que alguna bajara a ver por qué había tanto ruido, pero no pasó. <<Claro que no va a pasar, ya saben que estamos aquí y tal vez se han de imaginar que hemos matado a su madre. Están escondidas, pero este lugar no es muy grande y las encontraré>>, pensó el chico. Will siguió hablando.

-Yo estaré aquí abajo, cuidando la puerta. Es la única por la que pueden escapar, así que no hay que ser estúpidos y dejarla libre. Intentaré buscar por aquí, pero dudo mucho que alguna de ellas esté en esta parte de la casa. También quedaré aquí por si alguna de ellas se te escapa, no eres inteligente chico, sólo estás demente, y es posible que alguna de esas perras se te escape, y aquí estaré yo para retenerlas, ¿de acuerdo?

Deán no pareció nada ofendido por el insulto de Will, sino que lo aceptó como lo hubiera aceptado si le hubieran dicho que dos más dos es cuatro. No era la primera vez que le decían que era estúpido, se lo había dicho su padre muchas veces y su madre más veces, así que estaba acostumbrado. Will levantó el hacha, que la había dejado en el suelo y se la llevó al hombro que estaba en buen estado, en la típica pose de un leñador.

-Lleva tu pistola, chico, y esta vez asegúrate de quitarle el seguro- le dijo Will y se dirigió a la puerta. Deán volvió a asentir. Se puso la pistola en los pantalones y levantó el hacha, era pesada, pero no importaba, el pensamiento de que pronto estaría con Margot lo consolaba. Se dirigió a las escaleras y comenzó a subirlas.

-¡Eh, chico!- le dijo Will desde la puerta. Deán se volvió-. No olvides que la niña es mía, si te atreves a hacerle daño o peor aún, a matarla, tendrás el mismo destino, ¿me entiendes?

-Sí, te entiendo- respondió Deán y comenzó a subir las escaleras. Mientras lo hacía, comenzó a tararear una canción infantil cuyo nombre ni letra recordaba, sólo el ritmo, pensaba que estaba vinculado con trenes o granjas, no recordaba cuál de los dos, pero sabía que era uno, o quizá ninguno.

Su mente tenía una sólo imagen: Margot, la Margot de antes, lo que lo había acompañado a fumar y a drogarse, esa Margot que ahora había perdido. Imaginó a otra Margot, a una Margot muerta. Sí, deseaba matarla, pero se preguntaba si sólo matarla no sería aburrido y decepcionante. Faltaba algo, algo que tenía que hacer antes de matarla. Recordaba que ya lo había pensado antes. Se esforzaba en recordarlo, y finalmente, lo logró. Tenía que terminar lo comenzado, eso era, terminar lo comenzado, tenía que concluir lo que habían dado inicio esa mañana. No importaba si ella quería o no, lo harían, la obligaría si era necesario. <<Oh Margot, oh dulce, querida y maldita Margot, ya estoy cerca, ya voy por ti, y cuando te vea, soplaré y soplaré y la casa derribaré. Claro que sí, Margot, no lo dudes>>, pensó, quiso reír a carcajadas pero tuvo que reprimir el deseo. Imaginó cómo sería cuando terminaran aquello que habían comenzado, cómo sería cuando él se viniera dentro de ella, nunca lo había hecho, y el simple hecho de imaginarlo le provocó una erección. Se preguntaba si le gustaría, ¿qué más daba? Con que le gustara a él sería suficiente. ¿La haría gritar? ¿Gemiría como él se lo había imaginado aquellas noches antes de dormir? Pensó que no importaba, de cualquier forma, la mataría una vez hubieran terminado. Pero parte de él le importaba, porque quería crear placer tanto a él como a ella.

Cuando despertó de estos pensamientos, se percató de que apenas había caminado unos escalones. ¿Había pensado todo aquello demasiado rápido o había caminado muy lento? Miró a Will, que estaba observando fuera. Si Deán se hubiera tardado, Will ya le estaría gritando que se diera prisa, de modo que había pensado en todo eso muy rápido. <<¿La mataré con el hacha o con la pistola? ¿Será una muerte rápida o lenta? No, una lenta, para que sufra. Quizá le dispare en el estómago y deje que muera lentamente, o le puedo amputar un brazo o una pierna, y ver cómo se desangra. La puedo obligar a que diga que me ama, sí, eso lo haré, ¿por qué no? Soplaré y soplaré y la casa derribaré, como en aquel cuento infantil. Y la canción, ¿qué nombre tenía esa maldita canción? Era de un viejo que... que tenía una granja y... i-a-i-a-o. Y un cerdito, y... oinc aquí, oinc allá. ¡Claro que sí, maldición!>>.

Escuchó que arriba, en algún lugar, algo se rompía. Subió las escaleras corriendo, agitando el hacha de un lado a otro. <<Vamos, Margot, ¿qué estás haciendo, querida?>>, pensó.

El Visitante OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora