No había mucho que hacer en casa. Normalmente permanecía limpia la mayor parte del tiempo, y Rachel sólo la limpiaba los fines de semana, no los viernes.
Su rutina de los días consistía en ver la televisión (no era muy buena opción, ya que la calidad no era nada buena, y eran pocos los canales en funcionamiento); escuchar la radio, donde unos tipos hacían debates a diario sobre distintos asuntos, desde lo relevante hasta lo estúpido; beber vino (actividad que realizaba a diario, su gran pasión, y la alacena siempre estaba surtido de vino), cosa que realizaba desde la muerte de Norman, comenzó como una actividad que realizaba en su periodo de depresión, hasta adoptarlo como una algo rutinario; y sentarse en un viejo sillón a hacer nada. Tenía algunas novelas de bolsillo que no había leído, pero raramente les prestaba atención. Si la historia le interesaba lo suficiente, lo leía, pero si había una parte que le aburriera, por mínima que fuera, aunque se tratase de una página, lo dejaba por días o semanas. Había comenzado a leer una novela que le pareció interesante, se trataba de una familia que se mudaba a un hotel (cuyo nombre no recordaba) por el invierno, el hotel estaba maldito, y lentamente comenzaría a tomar poder sobre el padre. <<Interesante>> pensó al comenzar a leerlo, pero lo dejó de leer alrededor de la página 40, porque se ponía aburrido. Algún día lo retomaría, quizá dentro de unas semanas, se decía.
No tenía por qué preocuparse por el dinero, el seguro de Norman le dejó lo suficiente al menos hasta que Ellie cumpliese los dieciocho.
Era un lugar tranquilo, a Rachel le gustaba. El silencio reinaba siempre. Podía sentarse en el viejo sillón por horas y no se escucharía más que el sonido del aire. Tal vez el sonido de las ratas en el sótano. Las malditas ratas. Eso era asunto de Norman, pero ahora ya no estaba, y Rachel tendría que tomar lugar en ello. Dejaron de molestar por un tiempo, pero ahora habían regresado, y no tenían ninguna intención de irse. Rachel había esperado unas semanas para ver si las ratas desaparecían por arte de magia, como había sucedido la última vez, pero no había pasado. Rachel podía escuchar su caminar. <<Si tuviéramos un gato en lugar de un perro>>, pensaba. No tenía que hacer más que dejar al gato en el sótano, y él se ocuparía de todo. Pero no tenían un gato, y ella se tendría que ocupar de ese asunto, de las malditas ratas, como les decía.
Se levantó del viejo sillón, y se dirigió con lentitud hacia la bodega al lado de la puerta del sótano, la abrió y agarró una pequeña botella amarilla, cuyas letras en el medio rezaban: VENENO. ¿Qué se suponía que debería hacer con eso? Tenía pensado rociar los orificios por donde creyera que se escondían las <<malditas ratas>>, y el veneno haría lo suyo.
Depositó el veneno en un frasco de perfume vacío. Pensó en depositar sólo la mitad, pero al final se decidió por depositarlo todo.
Pensó en Margot, en la maldita Margot, le preocupaba su relación con Deán, pero sabía que pronto se encendería una bombilla en su cerebro y lo dejaría, a menos que Deán... no, ella conocía a los tipos como Deán, y sabía que no le haría nada a Margot. Pero eso era lo que ella creía, porque él podría fácilmente hacerle daño con una pistola, o con una navaja. Alejó esos pensamientos con un ademán, como si los pensamientos fuesen como moscas rondando en el aire.
Respecto a Ellie, ella estaba bien, aún no entraba en <<la etapa>>, como le decía Rachel.
Bajó las escaleras del sótano, y estas crujieron. Encendió las luces con un interruptor ubicado en la pared, al lado de las escaleras.
Suspiró.
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El Visitante Oscuro
Misterio / SuspensoEllie, una niña de apenas once años, despierta tras haber tenido una horrible pesadilla, la cual no recuerda con exactitud más que dos simples pero estremecedoras palabras: "sangre" y "algo oscuro". Tiene la absoluta certeza de que algo va a ocurrir...