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Paul miraba la calle solitaria desde su ventana, sentado en una silla. La miraba como siempre la había mirado: con indiferencia.

Fumaba un cigarrillo, y el humo se esparcía por el aire en forma de aros. Sabía que era dañino, pero no le importaba, desde la pérdida de su amada nada le importaba, y dudaba que eso cambiara.

Su reloj marcaba la medianoche, pero no le tomó importancia. Paul no dormía. Llevaba sin dormir tres días, y tenía la impresión de que ese sería el cuarto. No bebía ni se inyectaba nada para permanecer despierto, simplemente no le apetecía dormir. El pensar en que si dormía existía la posibilidad de que soñara con Rose, pero no con Rose como él la había conocido, sino como la Rose sin la mitad de la cabeza y bañada en sangre era suficiente para que el sueño desapareciera.

Permanecía sentado hasta que amanecía, permanecía ahí toda la noche. Cuando se levantaba sus piernas crujían y un dolor en el trasero le atormentaba, pero era un precio a pagar, y ya se estaba acostumbrando.

Esa noche ocurrió algo inusual, algo muy inusual: alguien pasó caminando por la calle.

Cuando Paul divisó una silueta de una persona caminar por el pavimento, abrió los ojos hasta donde los párpados le permitieron y acerco el rostro a la ventana hasta donde el cristal se lo permitió.

Era una persona, sin duda. Y era un hombre. Lo supo por el cabello corto y por un pequeño bulto en la entrepierna. Llevaba un suéter color negro, con algunas palabras en el medio que Paul no pudo divisar. Las manos estaban dentro de los bolsillos. De sus labios brotaba un pequeño hilo de... ¿sangre? A Paul le pareció que era sangre, pero también podía ser agua o cualquier otra cosa, pensaba.

Caminaba erguido, dejando a relucir su estatura. Era alto.

Pero Paul vio algo más, algo que le interesó y aterrorizó: en la parte trasera de los pantalones relucía lo que parecía ser una pistola y algo que brillaba a la luz de la luna, algo como un filo.

Sonreía. El chico sonreía y movía los labios, articulando palabras. Paul no sabía leer los labios, por lo que no pudo saber qué era lo que decía.

Caminaba con rapidez, y al cabo de unos segundos, le perdió de vista.

¿Quién era? Pero aún más importante. ¿qué quería hacer?

Quizá no fuera nada, quizá sólo se suicidaría, como muchas tantas personas ya habían hecho en ese pueblo.

¿Y si aquella persona estaba vinculada de alguna forma con Ellie y su familia? ¿Y si estaba vinculado con lo que le había dicho?

Era improbable pero no imposible.

<<Quizá no debería esperar hasta el amanecer, quizá debería ir allí ahora mismo. De cualquier forma, el tramo es largo, y si salgo de aquí al amanecer llegaré hasta esa casa al cabo de poco tiempo>>, pensó.

Pero se olvidó de ese pensamiento, de esa idea y hasta que de un chico había pasado caminando por la calle al cabo de unos minutos, cuando quedó profundamente dormido.

El último pensamiento que cruzó por su mente antes de dirigirse al país del sueño, al que tanto había olvidado, fue: <<quizá>>.

El Visitante OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora