31 (Parte dos)

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Margot no podía hablar. Estaba a punto de ser violada, y el pensar en eso le hacía desear estar muerta, desear que Deán le disparara al cerebro de una vez por todas, pero no quería que la violaran, no quería sentir esa cosa podrida dentro de ella.

Un pensamiento extraño le llegó, y al principio no lo entendió: <<Tus uñas>>. ¿Qué significaba eso?, se preguntaba. Pero de pronto lo supo, sus uñas, sus uñas eran largas y no se las había cortado en meses. <<Oh, Dios, no permitas que falle, por favor>>, rezaba. Alzó la mano en el aire y la dejó caer en el rostro de Deán, enterrando las uñas en la piel del chico lo más que pudo para después trazar líneas. Hizo hasta donde pudo antes de que Deán la empujara con fuerza y ella diera con la pared, golpeándose la cabeza. Deán ocultó el rostro con las manos.

-¡Perra! ¡Me has arañado! ¡Maldita zorra!- gritó el chico con odio y rabia. Cuando se quitó las manos del rostro para poder ver a Margot, esta se percató de que había hecho un buen trabajo. Tres líneas de sangre se marcaban en el rostro de él, comenzando en la frente y terminando en una mejilla, interrumpiéndose en algunas partes. La herida era profunda y salía una buena cantidad de sangre.

Margot, que estaba sentada en el suelo, comenzó a palpar este en busca del cuchillo, y cuando finalmente lo encontró se levantó e intentó incrustarlo en la garganta de Deán, pero este ya había previsto lo que tenía que hacer y detuvo su movimiento tomándola de la muñeca y apretando con fuerza, obligando a Margot a tirar el cuchillo, pero ella se resistía. Finalmente sintió tanto dolor que se vio imposibilitada de seguir sujetando el arma y esta cayó al suelo. Deán lo pateó, pero no con suficiente fuerza, alejándolo unos centímetros. Los ojos del chico vieron a Margot, y ella sólo vio en estos rabia y demencia. Deán se guardó la pistola en la parte trasera de los pantalones.

-¿Te crees muy lista, zorra? Ya no, ya no jugarás conmigo nunca más. Te amo, Margot- dijo, y un segundo después le dio un puñetazo a la chica en el rostro. Margot pareció caer, pero Deán la sostuvo, la acercó a él y le propinó otro golpe. Ella sentía tanto dolor que podía ver cómo su alma se alejaba del cuerpo, muriendo, aunque en el fondo sabía que quizá sólo se estaba desmayando. Volvió a intentar caer, pero Deán la volvió a sostener y esta vez dudó darle otro puñetazo en el rostro-. No, en el rostro no. Eres demasiado hermosa como para que te desfigure ese bonito rostro- dijo, y el golpe esta vez fue en el estómago. Margot sintió que el aire escapaba de su cuerpo. Abrió y cerró la boca, intentando atrapar el aire. Margot se dobló en dos, tocándose la parte golpeada. Deán la obligó a erguirse, la volvió a ver a los ojos y sonrió, no una sonrisa de odio, sino de amor-. Te amo, Margot- susurró y le dio un golpe en la garganta. Esta vez dejó que Margot cayera al suelo. Ella sentía que no podía respirar, que la garganta se le cerraba, que le habían roto la nariz y muchos otros dolores que no pudo identificar. Después de unos minutos comenzó a toser y manchas de sangre se dispersaron en el suelo.

Deán se agachó y con una mano hizo que Margot le mirara, sosteniéndola por las mejillas. Margot lo miró. Deán comenzó a mover su cabeza, inspeccionándola.

-No, creo que no te he roto la nariz ni te he dejado ciega de algún ojo. Pero te saldrán moretones y estás sangrando un poco. Aunque, ¿sabes por qué tuve que hacer eso, querida? Porque no obedeces, no sigues mis instrucciones. Te amo, Margot. ¿Sabes qué haremos ahora? Terminar con lo que dejamos sin concluir. Y te gustará. Te gustará, Margot, haré lo posible para que te guste. Pero me tienes que responder algunas preguntas antes, ¿entiendes?

Margot escuchaba su voz lejana, pero comprendía todo lo que le estaba diciendo. Comprendía que Deán estaba demente y que la violaría y después la mataría, y ella no podría hacer nada porque estaba muy débil y herida. Sí, comprendía todo eso. El mundo comenzaba a ser más claro poco a poco.

-¿Entiendes, querida?- repitió Deán, impaciente, y apretó las mejillas de la chica. Ella asintió apenas sintió el dolor. No quería que le volviera a pegar, no sabía si lo soportaría-. Bien, primera pregunta: ¿Aún eres virgen? ¿Aún lo eres?- Margot no pudo responder al comienzo, pero sabía que no podía demorarse mucho porque Deán la volvería a golpear. Asintió-. Dilo, Margot, no asientas, dímelo. Habla.

-Sí, aún... aún...- tosió y escupió un poco de sangre en el rostro de Deán-.Lo... lo siento, no quería... perdón, lo siento mucho... no me vuelvas a pegar, por favor- unas lágrimas comenzaron a aflorar en sus ojos. <<¿Por qué soy tan débil? Oh, Dios, soy débil y cobarde, ¡mierda!>>, pensó.

-No importa- dijo Deán limpiándose la sangre con la mano-. Termina tu respuesta.

-Sí, aún soy virgen- respondió en el volumen más alto que pudo, llegando a emitir un susurro.

-Bien, Margot, segunda y última pregunta. ¿Me amas?- cuestionó en un tono que intentaba ser amable pero que resultaba grotesco. Margot sintió ganas de gritar y vomitar-. ¿Me amas, Margot?

-Sí, Deán, te... te amo- dijo Margot rápidamente, temía que, si no se daba prisa en responder, la volvería a golpear. Miraba el cuchillo por el rabillo del ojo, y sintió esperanza. Si lograba llegar a él, si tan sólo conseguía llegar a él, se podría salvar. Ahora las preguntas habían terminado y Margot sabía lo que seguiría. <<¿Por qué no simplemente me disparas y terminamos con esto? Por favor, Deán, sólo mátame>>, pensó, pero no tuvo suficiente valor para decirlo.

-Bien, Margot, lo has hecho muy bien- dijo Deán levantándose-. Levántate, Margot. De pie- dijo con voz grave, y Margot sintió estas palabras como punzadas. Intentó levantarse, pero volvía a caer, y cada vez que lo hacía intentaba acercarse al cuchillo, y lo estaba consiguiendo. Quizá lo habría logrado si Deán no la hubiera levantado, tomándola del brazo-. ¿Por qué lo sigues intentando, Margot? ¿Por qué sigues intentando hacerme daño?- preguntó. Margot miró cómo la sangre de las heridas se secaba en su rostro. Mientras ella se distraía en esto, Deán le dio una bofetada que se hizo escuchar en toda la habitación. Al principio, Margot no sintió nada, pero unos segundos después sentía como si su mejilla estuviera ardiendo en llamas. No gritó, se limitó a llorar y a emitir cortos gemidos-. ¡¿Por qué sigues intentándolo, zorra?! ¡¿Eh?!- le gritó a la cara. Margot susurró algo, pero lo dijo tan bajo que Deán no la escuchó, ni siquiera ella se escuchó-¿Qué dijiste, perra? ¿Qué acabas de decir? ¡¿Qué mierda acabas de decir?!

Entonces, Margot no sintió miedo sino odio y lo dijo, si iba a morir de cualquier forma diría lo que se le antojase.

El Visitante OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora