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En el momento en que Ellie comenzó a gritar, Margot y Deán estaban en una bodega abandonada cerca de la escuela. Ahora lo harían, y nadie se los impediría.

Comenzaron con los besos, y después con las caricias, que fueron aumentando de nivel.

Deán acariciaba los pezones de Margot, que estaban muy parados. Ella, por su parte, acariciaba la ardiente erección de Deán, sintió algo raro en el tacto, pero le restó importancia.

Deán intentó quitarle la blusa, pero ella le apartó las manos.

-Lo haré yo, tú ocúpate de lo tuyo- dijo Margot, señalándole la entrepierna.

-S-sí- dijo Deán, titubeando.

<<Oh, Dios mío, estoy a punto de hacerlo>> pensó Margot. En ocasiones había soñado con ese momento (pero en un lugar más limpio y elegante), y al día siguiente despertaba mojada.

Pero eso era real, y lo comprobó pellizcándose el brazo con las uñas, le dolió, pero la reconfortó al mismo tiempo. Era real, la emocionaba y la alegraba, su mente estaba pensando en aquel momento, olvidando el pasado e ignorando el futuro.

Deán se quitaba los pantalones, y Margot lo observaba. Se había olvidado de hacer su parte del trabajo, pero Deán aún no se había percatado.

-Date la vuelta, y haz lo tuyo- le ordenó Deán con una voz grave.

-¿Por qué? Tenemos mucho tiempo.

-Da igual. Date la vuelta.

Margot lo miró a los ojos, en ellos había... ¿miedo? ¿angustia? ¿de qué? También se percató de que su nariz no había quedado bien después del puñetazo de su madre.

Ignoró las preguntas, pensando que no tenían importancia.

Pero volteó.

Y deseó no haberlo hecho, deseó no estar allí, deseó no haber conocido jamás a Deán.

El Visitante OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora