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<<Tranquilízate Rachel, fue pasajero, no volverá a ocurrir>> se decía.

Pero lo dudaba. Desde que se detuvo el llanto se había aferrado a la idea de que era suficiente, que no volvería a llorar. Mas no lo creía así. El sentimiento seguía ahí como un cáncer, y no estaba dispuesto a irse hasta haberse saciado por completo. Como las ganas de vomitar. Había desechado un poco, pero no todo. Tenía que llorar. Tenía que gritar. Si no lo hacía, aumentaría hasta que le fuera imposible retenerlo. Pero no quería. No quería hacer nada de eso, ya había sido suficiente con lo de su madre, con lo de su hermana y con lo de Norman.

Llevaba el sentimiento como un gran dolor de estómago, como si volviera a estar embarazada. <<Entonces puja, Rachel, puja y sácalo todo>>, se decía. Pero no lo quería hacer. No lo iba a hacer. Ya había tenido suficiente. ¿Por qué tenía ese sentimiento? Aquello sólo lo tenía cuando alguien importante en su vida había muerto o...

No. No era posible. Se negaba a aceptarlo porque no eran más que divagaciones. ¿Lo eran? En el fondo no lo creía, se negaba a aceptarlo.

Hundió las uñas en las sábanas de su cama con fuerza.

<<Ese sentimiento sólo lo tienes cuando alguien muere o...>>

-...va a morir.

No lo creía, se negaba a creerlo. <<¿No lo crees real, Rachel? Tuviste este sentimiento horas antes de la muerte de tu abuela, de tu hermana y de tu madre. Incluso con Norman>>.

-No- susurró-. No, por favor, no.

<<Pero, ¿quién (o quiénes para ser más exactos) es de importancia en tu vida? ¿Quién, Rachel?>>.

-Mis hijas-respondió.

Hundió su rostro en la almohada y se soltó a llorar, procurando sacarlo todo.

-Mis hijas- repitió, sollozando. 

El Visitante OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora