36 (Parte dos)

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Paul, por unos momentos, quedó anonadado en el marco de la puerta. Después comenzó a bajar las escaleras, sintiendo cómo la madera se quejaba cada vez que la pisaba. Tuvo que pasar por encima del cuerpo sin vida de Will para poder llegar a Ellie, que se había alejado del cadáver una distancia considerable. Estaba sentada en el suelo, con la espalda y la cabeza apoyados en la pared, y, a pesar del dolor y las circunstancias, sonrió cuando Paul se acercó a ella y se puso de rodillas para poder estar a su altura.

-Has venido- dijo Ellie, sonriendo.

-Te lo prometí- contestó él, devolviéndole la sonrisa.

-¿Lo conocías?- preguntó, señalando al cadáver de Will.

-Era un viejo amigo. De cuando el pueblo no se había ido a la mierda. Pero cambió. Cambió mucho, estaba demente. No importa. Ahora, tenemos que salir de aquí, ¿crees poder levantarte?

-Paul...- comenzó, pero no pudo seguir.

-¿Qué? ¿Qué pasa?- preguntó.

-Lo que Will dijo... es verdad- dijo ella lentamente.

-¿De qué estás hablando, Ellie? Estaba loco, no sabía lo que decía.

-No. Era verdad. Soy... soy lo que le da vida a esa maldición. Soy la maldición, Paul. Y hay que terminar con ella.

-Ellie, eso no es...- comenzó.

-Claro que lo es- lo interrumpió-. Es verdad. Mi padre... mi padre fue el primero que le dio vida, pero no lo soportó, por eso se suicidó. Y ese poder, esa maldición pasó a mí porque yo era más fácil de controlar, era una niña, ¿entiendes?

-¿De qué poder hablas, Ellie?- preguntó Paul, intentando comprender lo que le estaba diciendo. Y, para sorpresa y horror de él, le estaba creyendo.

-Es un poder que tengo desde siempre, supongo, pero que apenas y lo conozco. ¿Miras el tobillo que tiene roto Will? Bueno, lo hice yo. No sé si me creas o no, pero es verdad.

Paul miró hacia Will e intentó ver el tobillo, pero desde ahí no pudo ver nada. No importaba. Le creía.

-Te creo, Ellie. De verdad. ¿Pero a qué quieres llegar con todo esto?- preguntó, intrigado.

Ellie se lo dijo. Le dijo todo lo que le había dicho Will. Le habló sobre el árbol, sobre aquellas dos fuerzas, de su padre, de la conexión rota y de todo lo que pudo contar. Lo hizo con lentitud, eligiendo cada palabra para parecer coherente. Al final, Paul no pudo seguir arrodillado y se dejó caer en el suelo, sentado, mirando hacia la nada, abstraído en sus pensamientos. Para sorpresa de él, le creía, le creía todo lo que Ellie le había dicho, deseaba no hacerlo, deseaba poder reírse en su cara y decirle que era una estúpida si creía que se iba a creer todo aquello, pero no podía porque realmente le creía.

-Y, Paul... creo que ya sabes lo que hay que hacer, ¿no?- dijo Ellie, viendo a Paul, pero este no la miraba a ella, miraba hacia la pared. Paul negó con la cabeza, pero no fue un gesto interrogante, sabía lo que se tenía que hacer, fue un gesto de negación hacia lo que se iba a hacer-. Tienes que matarme- expresó Ellie, y las palabras fueron como unas punzadas tanto para ella como para él.

-No. No. No. No pienso hacer eso, Ellie. Hay otra forma... tiene que haber otra forma de acabar con esto. Quizá si te vas del pueblo... si nos vamos de aquí, la enfermedad se extinga- intentó razonar, pero no confiaba del todo en lo que decía.

-Si me voy del pueblo, me llevaré esta maldición conmigo. Hay que hacerlo, Paul. Por el bien de todos. Por el bien del pueblo.

-¡A la mierda con el pueblo!- gritó Paul, con las lágrimas recorriéndole el rostro-. ¡A la mierda con todo el maldito pueblo! No puedo hacerlo, Ellie. Es demasiado. Ya he disparado contra mi esposa y contra un viejo amigo, no puedo hacerlo contigo también. No... no lo soportaría. Enloquecería. ¡Por Dios, Ellie, debe haber otra forma!

El Visitante OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora