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Ellie, en su habitación, 3:40

Escuchaba que alguien subía las escaleras lentamente, las pisadas se hundían con fuerza en los escalones de madera. <<Entrará a mi habitación, entrará a mi habitación porque es la primera>>, pensaba. Pero sabía que no sería así, porque Margot le había dicho lo que iba a hacer, y ella tenía que aprovechar la oportunidad para escapar. Margot dejaría caer una botella de vino que su madre había dejado en la mesita de noche y dejaría las luces apagadas. Así, en la oscuridad, esperaría a que alguien entrara para defenderse. Ellie dudaba que Margot pudiera ganar, porque ella no tenía algo que ellos sí: demencia. Ellos estaban dementes, la cordura los había abandonado casi por completo, y en ese estado, serían capaces de hacer cualquier cosa. Ellie se estremecía ante esas palabras: cualquier cosa.

Había empujado la puerta de su habitación sin cerrarla, sólo lo suficiente para que lo pareciera. Estaba detrás de esta, esperando que el que estuviera subiendo las escaleras entrara en la otra habitación y ella pudiese salir. La mente de Ellie pensaba en Paul, preguntándose si llegaría, y si lo hacía, en cuánto tiempo. Ella sólo suplicaba que no fuera demasiado tarde. Pero le había dicho que, llegado el alba, y para eso aún faltaban horas y Ellie no estaba segura de que tuviera ese tiempo.

Entonces, lo escuchó, el sonido de la botella de vidrio cayendo al suelo. Después, el sonido del interruptor accionándose una y otra vez, algo que Ellie no había previsto. Las pisadas subieron con mayor rapidez. Escuchó que alguien susurraba algo, y juzgar por el sonido de la voz, una voz joven, supo que se trataba de Deán. No alcanzó a escuchar qué era lo que decía, sólo alcanzó a distinguir "Margot". Luego, el ruido de la puerta siendo golpeada. Ellie lamentó que esas puertas no fueran tan resistentes como la de la entrada. Se tapó los oídos con ambas manos para evitar escuchar lo que sea que viniese a continuación, y tuvo ganas de ir a la cama y dormir, dormir aunque sea por unos minutos. El sueño la dominaba, y no sabía por cuánto tiempo más podría resistir. Vio la ventana y se le ocurrió la idea de escapar por ella, pero pensó que para cuando estuviese fuera no podría escapar porque tendría las piernas rotas. Volvió a escuchar detrás de la puerta y oyó un portazo. Era el momento de salir.

Ellie abrió la puerta lentamente, lo suficiente como para que pudiera salir y caminó hacia las escaleras. Tuvo miedo de mirar abajo, sabía que su madre estaba muerta, y de sólo pensar en eso se le hacía un nudo en la garganta, y casi podía adivinar de que si bajaba la miraría, y no sabría si podría contener el grito. Miró sus pies, y vio que aún tenía puestos los zapatos de la escuela; miró todo su cuerpo y se percató de que no sólo eran los zapatos que tenía puesto si no todo el uniforme de la Escuela de Amity. <<Oh, mierda, voy a morir con este estúpido uniforme>>, pensó. Pisó el primer escalón aferrándose al pasamanos, diciéndose que se limitara a salir por la puerta y que no mirara hacia ningún lado, que por lo que más quisiera no mirara hacia ningún lado.

Bajó el segundo escalón, deseando que la madera no chirriara, que no hiciera ruido alguno. Pisó el tercer escalón, y la sala de estar ya casi le era visible. <<No mires ahí, Ellie, por Dios, no mires ahí>>, se decía. Pero quería mirar, hiciese lo que hiciese miraría porque una parte de ella quería saber qué había sido de su madre. <<¿Cómo sabes que está ahí? Puede estar en cualquier parte, así que mira en todas direcciones menos ahí, maldita sea>>, se decía, desesperada. Pero algo le decía que ella estaba ahí, no era <<ella>>, porque había desaparecido, se había esfumado junto con ese <<algo>> que aún trataba de entender.

Bajó el cuarto y el quinto escalón rápidamente, y miró al otro lado, hacia su derecha, viendo la pared, porque había visto un poco, había visto una parte de la pierna de su madre, y con eso le bastaba para saber que no quería ver más. Sus pensamientos y el ruido de la lluvia y truenos que la acompañaban le impedían escuchar el ruido que se hacía oír en el cuarto de Rachel. Siguió bajando las escaleras, viendo al frente, aunque por el rabillo del ojo podía ver el cuerpo de su madre, al menos sólo las piernas y parte del estómago. Miró hacia la puerta, y vio a un hombre viendo hacia el frente, hacia la cocina. Un hombre viejo, con un traje elegante fumando un cigarrillo. <<¿Me habrá visto? Oh, Dios, que no me haya visto, por favor>>, rogó. Y un pensamiento penetró en su mente: <<concéntrate>>. El hombre estaba parado en el marco de la puerta, volteó la cabeza para mirar a lo que Ellie pensaba era el cuerpo de su madre, mas no la vio a ella, se dio la vuelta y miró hacia fuera mientras seguía fumando el cigarrillo sin percatarse de la presencia de la niña. <<Concéntrate>>. Y Ellie lo hizo, se concentró. Bajó unos cuantos escalones más y miró hacia el hombre, detectando algo, un dolor, una herida en... ¿su hombro? ¿su mano? Ellie creía que al parecer era en ambos lugares. <<Concéntrate>>. Miró hacia el hombro y hacia la mano, y se concentró. <<Sangra sangra sangra sangra sangra>>, pensaba con rapidez. Le asaltó un dolor de cabeza, pero lo siguió haciendo, siguió concentrándose en que sangrara. Se detuvo cuando el dolor de cabeza fue tal que sentía que el cráneo le estallaría. Esperó.

Y al cabo de unos segundos, el hombre se palpó el hombro con una mano y miró la sangre que salía a borbotones. Miró su mano, viendo que salía sangre. Se puso de rodillas y tiró el cigarrillo. <<¡Ahora, Ellie! ¡Ahora!>>, se dijo. Terminó de bajar las escaleras y miró de un lado a otro, y por una fracción de segundo vio el cadáver de su madre, pero se concentró en olvidarlo o en mantener el pensamiento lejos. No podía escapar de la casa porque el hombre tenía obstruida la salida, sólo podía esconderse, pero, ¿en dónde? Ellie pensó en dónde podía y debía esconderse, pero se obligó a mantener eso lejos como el recuerdo del cadáver de su madre. <<No, ahí no. Ese lugar no, por favor, ese lugar no>>, suplicaba, pero sabía que no había alternativa alguna. Era esconderse allí o morir. Ellie pensó que prefería morir antes de saber que ese pensamiento era cobarde y estúpido. Tenía poco tiempo, el hombre estaba volteando la cabeza. Ellie no lo pensó más y corrió hacia la puerta del sótano. <<Estará cerrada y esta puerta siempre hace ruido y me escuchará y sabrá dónde estoy y me matará y...>>, pero la puerta no estaba cerrada, sólo simulaba estarlo. La abrió un poco para que pudiera pasar y miró dentro, viendo sólo oscuridad. <<No quiero entrar allí. Las ratas. Las malditas ratas>>, pero no tenía opción. El hombre miró hacia la escalera y ya dirigía la vista a la cocina.

Ellie entró al sótano y cerró la puerta lentamente para no hacer ruido. Miró otra vez hacia abajo. Lo único que podía ver eran las escaleras, y más allá todo era penumbra. Comenzó a abrir y cerrar la mano en una muestra de nerviosismo. Tragó saliva. <<Las escaleras también hacen ruido, las escaleras hacen mucho ruido y esta vez sí me va a escuchar. Me va a escuchar y me va a venir a buscar y...>>, bajó el primer escalón , de puntillas, no haciendo ruido alguno. No dejó que el otro pie tocara ese escalón, sino que pisó el siguiente, de puntillas, y siguió haciéndolo así. Las escaleras chirriaron un poco, pero no lo suficiente como para hacer mucho ruido o como para que alguien lo escuchara. El ruido de la lluvia y los gritos en la habitación de Rachel llenaban la casa. <<Las ratas, las ratas. Hay ratas aquí y sabrán que estoy aquí y me van a buscar van a olerme y..., oh Dios, cálmate, cálmate un poco>>. Terminó de bajar las escaleras y miró todo el lugar, pero lo único que podía distinguir era la estantería y parte de las paredes. Había una bombilla, pero no la podía usar porque sabrían que estaría allí. Se sentó en el suelo y apoyó la cabeza contra la pared. Sacó la navaja del bolsillo donde la había guardado y la sostuvo con fuerza. Se aferraba a un pensamiento: Paul. Pensó: <<Paul, ven pronto, por favor. El tiempo es corto. Ven. No sé cuánto podré soportar esto. Me siento muy sola>>.

El Visitante OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora