31 (Parte tres)

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-Dije que te vayas a la mierda, Deán. ¡Vete a la mierda, malnacido hijo de puta!- le gritó Margot e intentó pegarle, pero Deán detuvo su brazo con una mano y con la otra la tomó del cuello y la llevó hasta la pared. Apretó la mano con fuerza, con tanta fuerza que Margot sintió que se le rompería-. Suéltame. ¡Suéltame, imbécil!- volvió a gritar. Deán la soltó, pero sólo para volver a darle otro puñetazo en la cara. Margot sintió nuevamente cómo se alejaba del mundo, pero esa sensación fue desapareciendo poco a poco. Deán comenzó a apretar su cuello con fuerza, y Margot sentía que se asfixiaba, sin embargo, el chico se detuvo.

-¡No me insultes, perra! ¡No te atrevas a insultarme!- le gritó Deán, acercó un poco su rostro al de Margot, y dijo-: Quítate la ropa. Quítate toda la ropa, Margot. Es hora de que aprendas a respetarme. Lo haremos, lo haremos ahora, y cuando terminemos... nos iremos de aquí y me acompañarás hasta la muerte. Viviremos en el pueblo o... en Maine, ¿te agrada la idea? Te tiene que agradar. Ahora, quítate la ropa, Margot. Obedece.

La garganta le dolía, y sentía que algo se había roto en su rostro, pero no podía identificar qué. Pensaba que probablemente era la nariz. Su visión se había tornado borrosa, y escuchaba a Deán muy lejos, como si estuviera en otra habitación... o en otro mundo. Sin embargo, comprendía lo que le decía, comprendía que le estaba diciendo que tenía que desnudarse para que le metiera su cosa y después vivirían en el pueblo o en un lugar que no había escuchado con claridad para vivir como una pareja feliz.

<<Creo que ha enloquecido del todo, si antes no estaba del todo demente, creo que ahora sí lo está>>, pensó Margot. Se preguntaba qué debía hacer ahora, se le ocurría algo, pero la idea le parecía tan horrible, tan enferma y repugnante que intentaba mantenerla lejos, sabiendo que era lo único (al menos lo único que se le venía a la mente) que podía hacer. <<Pero no quiero, no quiero hacer eso, es... es horrible, es enfermo. No quiero que ese monstruo me... me... no quiero sentir eso dentro de mí. No quiero>>, rogaba Margot, sabiendo que sus súplicas eran inútiles. Sabía que de cualquier forma Deán la obligaría a hacerlo, lo que ella pensaba era hacer algo mientras Deán se lo hacía. <<Mientras me lo hace, oh Dios, tiene que ser una pesadilla>>. Pero no lo era, era la realidad y tenía que enfrentarla. Era eso o dejar a ese monstruo con vida. Creía que no podría seguir con vida, estaba perdiendo sangre. Deán comenzó a quitarle la chaqueta, Margot sintió el impulso de gritar, pero no lo hizo. Sentía cómo los dedos de Deán acariciaban sus senos. Finalmente, terminó de quitársela y la tiró en el suelo de la habitación. Margot, debajo de la chaqueta, tenía puesta una blusa color blanco.

-¿Lo haces tú o lo hago yo?- preguntó Deán, mirando los senos de Margot. Ella no necesitó ver abajo para saber que allí estaba una erección que crecía más y más. Sintió una oleada de náuseas y vergüenza. Deán sonreía. <<Sonríe porque piensa que ha ganado, y de cierto modo es así. Pero es temporal, es temporal y dentro de poco te vas a ahogar en tu propia sangre, hijo de puta>>, pensó con el ser desbordante de rabia.

-Yo... tú...- <<Tú ocúpate de eso>>, iba a decir, pero no lo hizo. ¿Por qué estuvo a punto de decirlo? La memoria, el recuerdo de haber vivido casi lo mismo hace no mucho tiempo, quizá-. No quiero que mires... no de momento, quiero decir.

-Voy a mirar, Margot, porque sé que en el momento en que me volteé me vas a hacer daño o intentarás escapar. Estoy demente pero no estúpido, nena- dijo Deán con los brazos cruzados-. Date prisa, si no lo haces tú lo haré yo.

Margot sintió el deseo de llorar, de entregarse al llanto hasta que las lágrimas se acabaran para después simplemente morir, pero no lo hizo porque sabía que Deán la golpearía. <<A la mierda con eso, Margot, a la mierda con todo>>, pensó. Comenzó a quitarse la blusa lentamente, luchando contra el pensamiento de la desnudes de sus pechos. Se la quitó y la tiró al suelo. Se cruzó los brazos, ocultando sus senos. Se quedó allí, viendo a Deán, que la miraba con ojos de maldad y deseo.

-Quítate todo, Margot- ordenó. Se palpó la espalda y vio se vio la mano, que estaba manchada con sangre, no tanto como antes, pero seguía saliendo y el dolor subía y bajaba constantemente. <<Tengo que darme prisa. Necesito curarme, pero tengo que hacer esto antes>>, pensó Deán. Hizo una mueca de dolor y miró a Margot. Observó su rostro y luego contempló sus senos, para bajar la vista al vientre y a las piernas-. Date prisa, zorra. Date prisa o tendré que hacerlo yo.

<<A la mierda con todo>>, volvió a pensar Margot. Sí, a la mierda con todo y a la mierda con Deán y a la mierda con su vida y a la mierda con su cosa y a la mierda con todo en su vida. Bajó las manos y las volvió a alzar, mostrándoselas a Deán y bajando todos los dedos excepto los del medio. Y en esa posición, gritó lo más fuerte que pudo:

-¡Jódete, imbécil! ¡Vete a la mierda, hijo de puta! ¡Vete a la mierda!- cuando terminó, no lo pensó mucho y comenzó a correr en dirección a la puerta.

Deán estaba petrificado, no había esperado que ella hiciera eso, su actitud era resignada y obediente, y de un momento a otro, lo insultó y comenzó su intento de escape. Deán reaccionó al cabo de unos segundos y corrió en dirección a Margot, pero más lento y cojeando porque la pierna aún le dolía y sentía que en esos momentos volvía a sangrar. Ella llegó a la puerta y apretó el picaporte con fuerza, tirando de él; la puerta se abrió un poco, chirriando. Tiró con mayor fuerza y se abrió más. Intentó escapar por el espacio abierto. La mitad de su cuerpo estaba fuera y casi salía cuando una mano la sostuvo de una pierna y tiró de ella. Margot no se pudo mantener en equilibrio y cayó al suelo, intentando protegerse el rostro con las manos, pero golpeándose la cabeza de cualquier forma. Una fuerza que Margot no habría imaginado más que en divagaciones comenzó a tirar de ella, devolviéndola a la habitación. Plantó en el suelo sus uñas, intentando sostenerse de estas, pero se rompieron y Margot fue introducida nuevamente a la habitación.

Recostada en el suelo, Deán comenzó a gritarle, pero Margot sólo vio que movía los labios. El chico se agachó y le propinó un puñetazo en la garganta. Margot nuevamente sintió un dolor tal que hubiera preferido estar muerta. Comenzó a retroceder, intentando alejarse de Deán, pero también intentando acercarse al cuchillo. Sus únicas esperanzas dependían de ese objeto. Estaba cerca cuando él la detuvo pisándole una pierna. El dolor la detuvo. La sonrisa volvió al rostro de Deán. Se agachó nuevamente, pero esta vez no para pegarle, sino para comenzar a quitarle el pantalón. Margot intentó oponerse pataleando y dando manotazos al aire, pero él volvió a pegarle en el rostro dos veces, dejándola en un estado de inmovilidad.

-Te gusta que te golpeen, ¿verdad, querida?- dijo Deán, sonriendo, mientras desabotonaba el pantalón y comenzaba a bajarlo. Finalmente, los pantalones llegaron a donde estaban los zapatos. Deán pensó en quitárselos, pero se dijo que no había que perder el tiempo en eso. Comenzó a bajar las bragas. Margot le puso una mano en el brazo.

-No. No, por favor. No... no lo hagas, Deán, te lo suplico, no lo hagas. Mátame si es lo que quieres, mátame, pero no hagas esto. No lo hagas, por favor- susurró Margot, un murmullo débil al borde del llanto. Deán detuvo su operación y la miró. Tocó el cabello de ella y luego su rostro.

-Eso te gustaría, ¿verdad? Eso te gustaría, perra. Lo que pides es muy piadoso para ti, querida. Una parte de mí me dice que haga lo que me estás pidiendo, pero mi cosa dice todo lo contrario.

-Púdrete- susurró Margot, pensando que no importaba lo que le dijera, que de todos modos lo haría-. Púdrete, Deán, púdrete tú y tu maldita cosa.

A diferencia de lo que Margot pensaba, Deán no la golpeó, se limitó a seguir sonriendo. Después, volvió a lo que estaba haciendo. Cuando terminó de bajar las bragas, Deán ahogó una exclamación al ver lo que había debajo. Había escuchado que hablaban de eso e incluso lo había visto en una revista pornográfica, pero nunca lo había tenido de frente.

-¡Oh, Dios!- exclamó, tapándose la boca con la mano. <<¿Esto es real? ¿No es un sueño?>>, se preguntó. Se respondió que era real, que eso era muy real. Después de unos minutos (sabía que no había que perder tiempo, pero la impresión había sido más de lo que él había imaginado) dijo-: Bien, comencemos.

El Visitante OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora