Capítulo 6

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Escucho como la lluvia sigue cayendo sin cesar, a medida que avanzo presa del dolor y la desilusión. Ya no sé ni siquiera dónde estoy, sólo creo que él ya debe haber desistido de seguirme, pues miro hacia atrás y no está. De hecho, no hay nadie en la calle. Recién ahí me doy cuenta de que me he perdido por completo en mi huida sin control y giro hacia todos lados en busca de algo que pueda orientarme, pero las gruesas gotas de agua me dificultan la labor. El frío comienza a calar mis huesos, haciéndome tiritar, por lo que me abrazo a mi misma, en una mezcla de desesperanza y temor. ¿Cómo he sido capaz de perder mi camino de esa manera? Es irónico que haya perdido ambos caminos en este momento, el físico que me llevaría a casa y el emocional que me conduciría al amor... el imposible y esquivo amor.

Mi respiración se torna errática al no encontrar una solución a mi problema y me lleno de miedo, miedo de que alguien me haga daño al darse cuenta de que estoy perdida. Comienzo a llorar dominada por el pánico y cuando pienso que voy a desmayarme, siento unos brazos rodearme con fuerza y tengo claro que ya no debo temer... su aroma me lo dice.

—Serena, ¡Lady Serena! —escucho que me grita, y sólo veo sus hermosos ojos azules antes de perder el conocimiento.

Siento que llevo dormida mucho tiempo, cuando una punzada de dolor atraviesa mi sien derecha, obligándome a tocarla con mis dedos para intentar calmarla. Pestañeo varias veces antes de abrir los ojos en su totalidad, hasta que al fin logró enfocar el techo y la lámpara que cuelgan del centro, no reconociendo donde estoy. Volteó a ambos costados, buscando algo me que ayude a saber en qué lugar me encuentro, pero nada me da algún indicio. Hasta que un aroma particular llega a mi nariz, devolviéndome mis recuerdos de golpe, viendo imágenes revueltas de Darien en la lluvia junto a mi. Llevada por el pánico, me siento de golpe en la cama y, a pesar del mareo que siento, me acerco a la orilla para ponerme de pie y poder salir de ahí, hasta que me doy cuenta de que estoy sin mi vestido, sólo llevo puesto un largo camisón blanco.

—¿Qué me pasó? —me pregunto en voz alta, asustada de que alguien se haya atrevido a desvestirme sin mi consentimiento.

De pronto, la puerta se abre y una linda señorita de largo cabello negro entra, abriendo sus ojos de par en par al verme sentada en la cama.

—Despertó al fin, Lady Serena —me dice, acercándose a mi lado.
—Disculpe, quisiera saber por mi ropa...
—No se preocupe, la señorita Setsuna la ha cambiado, ella es la más hábil y la más discreta de todas —explica, como si hablara con alguien que conociera desde hace tiempo—. Su parecido es increíble —murmura, mirándome de arriba a abajo.
—Perdón, ¿quién es usted? —pregunto, indispuesta por su actitud de excesiva confianza.
—Es cierto, dónde dejé mis modales. Rei Chiba, hermana de Darien —se presenta, haciendo una reverencia como toda una dama.
—¿Hermana?
—Sí, es usted muy hermosa, Lady Serena.
—Igual que la esposa de su hermano —suelto un tanto indignada por sus palabras.
—Es posible que sea muy parecida a Serenity, pero quiero que sepa que usted demuestra mucha más vitalidad. Lo veo en sus ojos y, eso es algo que falta en la vida de mi querido hermano —rebela, sentándose a mi lado, como si fuéramos amigas.
—¿Vitalidad? ¿Cómo sabe que yo sé quién es la esposa de Darien? —consulto, dejándome llevar por mis pensamientos.
—Oh, él nos ha contado. Dijo que es su prima.
—Sí, es verdad, hace muy poco lo supe.
—Darien ha sufrido mucho con su pérdida, pero yo pienso que ya es tiempo de avanzar, dar vuelta la página... todo ocurrió hace más de un año, pero él insiste en esperar por algo que ya no tiene vuelta atrás.
—Lo hace por amor...
—¿Amor?
—Sí, él la ama, por eso la esperará por siempre... —explico, con la vista hacia el suelo. "Igual que yo a él", pienso para mi misma.
—No lo sé. Ella... —dice, pero es interrumpida por la puerta que se abre.
—Lady Serena...
—Vizconde Darien...
—Disculpe haberla traído a mi hogar, pero no supe como reaccionaría su madre si me viera con usted —explica desde su lugar, casi al lado de la puerta.
—Muchas gracias. Perdone los inconvenientes. Creo que es mejor que me vaya pronto —musito, y cuando intento ponerme de pie, me tambaleo hacia un costado, teniendo que sentarme otra vez.
—Tiene fiebre —me dice Rei.
—Ya veo... por eso el dolor de cabeza.
—Le diré a Setsuna que la atienda. Ella sabrá que hacer —sugiere Darien.
—Pero, debo regresar a casa. Mi madre... ella...
—No se preocupe. La enviaremos allá en cuanto esté lista —me asegura, girándose para salir.
—Darien —lo llama de pronto su hermana.
—¿Si?
—Voy yo mejor, necesito pedirle algo importante a Setsuna. Quédate con Serena, por favor —le dice y yo me quedo de una pieza al ver lo que está intentando. Lo miro y veo las dudas que cruzan su mirada que está clavada en el piso, hasta que ella pasa por su lado y lo empuja hacia adentro—. Vamos, si nadie te va a comer —suelta, riendo con carcajadas cortas.

Atada a tíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora