Capítulo 29

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Londres - Siglo XIX

Desde que había escuchado acerca del Príncipe, de boca de Jedite, supuse que se trataría del hombre que tengo en frente. Ahora, sólo debo buscar la forma de acorralarlo, para que entienda que no se saldrá con la suya así sin pelear o al menos poniendo resistencia a sus juegos.

—¿Tú? —Le pregunto, simulando confusión.
—Vizconde... se había tardado en venir —me responde, alzando su vaso de wishky en mi dirección, sacando la capucha de su cabeza, dejando a plena vista sus plateados cabellos—. Al fin se atrevió a enfrentar la verdad...
—¿La verdad? Vengo a exigirte que dejes los rumores acerca de Serenity —lo enfrento con decisión, sacando mi sombrero para que entienda que no le tengo miedo.
—Así es que te sientes muy seguro, Darien. ¿Al menos has venido preparado para enfrentarme? No ves que has venido directo a la cueva del lobo.
—¿Crees que no vengo preparado? Sé que clase de persona eres, Diamante —le digo, mostrando el arma que está colgando de mi cinturón.
—Eres más valiente de lo que esperé —acepta, riendo a carcajadas—. ¿Quieres saber? Bien, te diré lo que quieras, pero, primero te daré la entretención que te hace falta. Quizás así entiendas como funciona esto. ¡Black Lady!

En cuanto Diamante grita ese nombre, detrás de él sale una joven muy parecida a Serena, hasta en su peinado, aunque su cabello es de un exótico tono rosa y sus ojos destilan lujuria. Su vestido apenas cubre su cuerpo y la poca tela que tiene se ajusta de tal forma que deja muy poco a la imaginación. Mi primera reacción es de sorpresa, pues no entiendo qué pretende, pero la joven se acerca a mí, caminando alrededor sin tocarme como examinándome, mientras permanezco erguido mirando al sujeto que tengo delante mío con desafío.

—Milord, debería traer más seguido hombres como este —escucho la voz de ella casi en mi oído—. Huele tan bien, podría entretenerlo toda la noche si lo desea —me dice, deteniéndose justo en frente, mirándome a los ojos, extendiendo su mano hacia mi.
—Ni siquiera lo intente —le exijo, tomando su muñeca con brusquedad.
—¿Temeroso? —me pregunta, acercando su cara a la mía.
—Casado —sentencio con firmeza, soltando su brazo.
—Pero, eso no es un problema en este lugar. Podría enseñarle muchas cosas que de seguro su esposa no se atreve a hacer —ofrece con descaro, mientras se muerde los labios pintados con un excesivo color rojo.
—No lo necesito —le respondo con una sonrisa de lado, enfocando mi vista en los ojos de Diamante que me observa con curiosidad—. Si conociera a mi esposa sabría porqué no me hace falta esta clase de servicios.
—¿Está seguro? —insiste, y veo como su mano se acerca de nuevo a mi.
—Muy seguro —digo, caminando hacia Diamante, dejando de lado a la joven—. ¿Por qué haces esto? ¿Crees que sería capaz de engañar a Serena? No soy como tú, sabes que estoy aquí por algo muy específico —inquiero de él, ya que estoy harto de sus truculencias.
—Está bien. Quizás Black Lady no sea de tu gusto, ella es muy exótica para ti, pero tengo mi as bajo la manga. ¿No te gustaría una más parecida a un ángel? —me pregunta y siento un escalofrío recorrer mi espalda. Un sudor helado baña mi frente ante sus palabras, aterrado por lo que está insinuando.
—¡Basta! ¿Qué quieres a cambio de dejarnos en paz? Deja que Serena se quede a mi lado, te daré lo que pidas.
—¿Lo que pida? Lo siento, pero ella es mi trofeo. No puedo cedértela así nada más.
—¿Trofeo? ¿Qué te crees para jugar con nuestras vidas?
—Serena me pertenece desde que su madre me la entregó hace cuatro años. Su herencia, sus tierras, su nombre, todo pasará a ser mío cuando se acabe este tiempo inútil que les regalé. Pero, eso no es lo más importante, porque después trabajará aquí y será la atracción más deseada, ¿te imaginas cuánto me pagaran por ella? Hasta tú podrás venir a saciarte de su cuerpo, si lo quieres —revela totalmente desquiciado, carcajeándose a viva voz. No puedo creer sus palabras, ni lo que piensa hacer con mi amada esposa. Siento como mi sien palpita debido a mi rabia y mis puños se aprietan hasta dejar mis nudillos blancos.
—¡¿Cómo te atreves?! —le recrimino, caminando hacia él, pero siento unos brazos que me detienen. Al mirar a mis costados, veo a dos hombres enormes que me agarran con fuerza.
—Es mi trabajo, mi forma de subsistir en la vida —explica con tono burlezco—. Y, para que entiendas el poder que tengo, verás mi atracción más solicitada. Traigan a ¡Ángel!

Atada a tíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora