Capítulo 4

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Londres - Siglo XIX

¿Existirá alguna forma de escapar de mi destino? ¿Me será posible seguir los designios de mi corazon por sobre las tradiciones aristocráticas? Lo único que tengo claro es que quiero ver a Darien y preguntarle tantas cosas, necesito saber, tengo que saber quién es él...

Llevo tres días encerrada en mi habitación por culpa de mi madre. Ella jura que así doblegará mi voluntad, pero no tiene idea de quién soy, o sino se daría cuenta de lo inútil que es esto. Lo único que me da pena es que Mina esté en las mismas condiciones... ella es tan pequeña aún para vivir estas miserias. Al menos hoy dejará que tenga sus clase de piano con Kunzite, un destacado profesor de música. No tendría como excusarse, pues sabe que Mina le dirá la verdad después, dejándola en evidencia. Yo sonrío ante lo que imagino, pues me agrada la idea de que mi hermana sea mucho más libre que yo, eso al menos es el resultado de mi sacrificio.

Un escalofrío recorre mi cuerpo en este instante, al pensar en mi sacrificio... ese de casarme con alguien que no conozco y que sé que no podré amar jamás. Diamante me provoca una sensación de rechazo inmediato y fue así desde la primera vez que vi sus ojos púrpura mirarme fijamente, mientras besaba el dorso de mi mano. En mí se enciende una alarma cada vez que estoy a su lado, es como una advertencia que manda mi cuerpo para estar alerta a cualquiera de sus movimientos. Dejo escapar un suspiro mientras abrazo mis piernas, y continúo apreciando el caer de la suave lluvia que resbala por mi ventana. Otro día más de reclusión...

—Serena —escucho la voz de mi hermana como un susurro tras la puerta. Como puedo, me levanto rápido y corro para abrirle antes de que mamá la vea.
—¡Mina! ¿Qué haces aqui? ¿Cómo saliste? —la interrogo, empujándola hacia mi cuarto.
—No te preocupes. Luna nos está cubriendo la espalda. Sabes que no se resiste a mis ojos suplicantes...
—Ay, Mina. ¿Qué haré sin ti cuando me case? —le pregunto, abrazándola con fuerza contra mí.
—Sería mejor que no te casaras... al menos no con Diamante. Después de lo que te hizo, jamás lo perdonaré.
—Tú no debes preocuparte por esas cosas, sólo debes disfrutar tu vida inocente aún.
—Te escuchas igual que mamá, queriendo controlar lo que ni siquiera está en sus manos.
—Mina... por favor...
—Serena, yo no quiero que arruines tu vida y tu futuro por salvarme.
—No tienes idea de cómo es la vida sin lujos, Mina. No tendrás clases de piano, ni vestidos nuevos, ni la comida que te gusta... ni siquiera tendríamos a Luna...
—Hermana, ¿cómo puedo ayudarte? Debemos encontrar la manera de que Diamante no te quiera y así dejarte el camino libre con el Vizconde.
—¿No escuchaste a mamá? Está casado... él es un amor imposible... y prohibido...
—Pienso que dijo eso para que te lo creyeras.
—No... él tiene su sortija de matrimonio. Me dijo que es casado...
—¿Es cierto, entonces? —me pregunta sorprendida. En realidad pensaba que mamá había inventado eso.
—Sí, pero es complicado. Él dijo que su esposa no está a su lado y eso es lo que me ha dado vueltas todos estos días. Además...
—¿Además?
—No, no es nada —respondo. Creo que es mejor no hablar más del asunto. Es muy complejo hasta para mí procesar lo que me está sucediendo.
—Serena... cómo lo siento. Me gustaría ayudarte más, pero no sé cómo hacerlo —me dice, abrazándome con ternura.
—Gracias, Mina, con el sólo hecho de que estés aquí ya es suficiente para mí. Ahora ve, que mamá ya se debe haber dado cuenta de que Luna la está distrayendo —la animo, acompañándola hasta la puerta, tras lo cual me quedo sola otra vez.

Dos semanas después, ya libre de mi absurdo castigo, camino tranquila hacia el orfanato donde doy clases de pintura a los niños. El día está gris, pero aún no parece que quiera llover o nevar. Londres es una ciudad muy fría en invierno, obligándome a abrigarme en demasía, para no sufrir con el gélido aire que circula. Tengo la nariz congelada y puedo ver que está cada vez más roja, y aunque intento calentarla con mis manos, es imposible. Al fin llego al convento de monjas, donde me reciben con alegría por mi regreso después de tantos días.

Atada a tíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora