Capítulo 33

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Londres - Siglo XIX

El día amaneció gris y frío, obligándome a envolverme aún más con las mantas de la cama, en busca del calor que se ha ido enfriando luego de que Darien saliera de la habitación. Él tomó desayuno conmigo y luego se marchó a su sala de ensayo, para terminar de leer el diario de Serenity, pues debe reunirse con Sir Haruka en el Hospital Psiquiátrico durante la tarde, para dar término a toda esa historia inconclusa.

En verdad, a pesar de las dudas que tenía al comienzo, ahora confío plenamente en el amor que Darien siente por mi y ya no me siento una sombra de Serenity, pues él se ha encargado de demostrarme día a día sus intensos sentimientos, entregándose por completo a amarme, olvidándose incluso de su propio duelo. Es por eso que creo necesario que viva esta experiencia que ella le ha permitido al leer sus vivencias, ya que sólo de esa forma se liberará de su dolor, o si no su recuerdo lo perseguirá por el resto de sus días, sin siquiera ser consciente de ello.

Sin embargo, la tristeza embarga mi alma en este momento, pues los cólicos en mi vientre me recuerdan que jamás podré concebir un hijo para mi amado esposo y que existe la horrible posibilidad de que sea regresada a Diamante, aún cuando mi cuerpo, mi alma y mi corazón se nieguen a eso. Lloro por las noches cuando siento a Darien acariciar mi cabeza y mi espalda en demostración de su apoyo, buscando la manera de consolarme, pero no puedo evitar que las lágrimas salgan debido a la angustia que albergo en mi pecho. El enreda sus dedos en mis cabellos, admirando sus diversos tonos dorados, desliza su mano por mis mejillas, limpiando el rastro salado del llanto, pasa su pulgar por mis labios, para luego dejar una suave caricia sobre ellos en un beso pausado. Sus ojos son un profundo océano en el que puedo navegar con tranquilidad porque me reflejan lo que hay en su alma y lo que veo es amor, puro y verdadero. ¡Cómo quisiera aprisionarlo contra mi cuerpo en busca de su calor! Pero, no puedo ser tan egoísta y debo dejarlo partir a sus labores todos los días, sin excepción, sobre todo hoy que debe atender ese asunto tan importante.

Perdida en mi desconsuelo, vuelvo a escuchar que tocan la puerta, para luego oír la voz de Rei que me pide permiso para pasar. En realidad, ha venido estos dos días que llevo encerrada y hoy no se ha rendido. No puedo seguir tratándola con indiferencia, pues imagino su inquietud hacia mi actitud tan negativa, por lo que acepto que pase.

—Oh, Serena... me tenías tan preocupada. Gracias por permitirme entrar a verte —dice en cuanto cruza el umbral de la puerta.
—Rei... disculpa mi descortesía, pero no me he sentido muy bien —respondo, sentándome en la cama.
—No te preocupes, quédate lo más cómoda que puedas —me invita, acercándose al borde y acomodándose en la orilla, muy cerca mío—. Sólo quería verificar que estuvieras bien. ¿Cómo te ha tratado mi hermano?
—¡Muy bien! —contestó rápido para que no crea que estoy así por su causa.
—Qué bueno. ¿Quieres conversar o prefieres seguir sola? Quizás podría traerte algún libro que quieras leer.
—En realidad, me hace falta compañía, sería bueno que te quedaras.
—¿Puedo saber qué sucede, Serena?
—Son tantas cosas... Quizás no sepas ni la mitad de las situaciones que me rodean.
—Creo que necesitas una amiga, Serena. ¿Te gustaría una tarde de chicas? Podría invitar unas amigas para distraerte.
—¿Tú crees? Tengo que salir con Darien a las tres de la tarde, pero podría regresar a casa y reunirnos... debo aceptar que no tengo ninguna amiga en este momento.
—Entonces, quedamos en eso. ¡Ay! ¡Qué emoción! Sé que se llevarán muy bien —exclama ella de pronto, visiblemente entusiasmada con la idea.
—Eso espero. He estado tan desanimada que no creo ser una buena compañía —revelo con tristeza, agachando la cabeza.
—Eres una chica muy linda y demasiado agradable, jamás le caerías mal a alguien. Verás que la pena disminuirá cuando conozcas a mis amigas.
—Gracias, Rei. ¿Sabes? Jamás me había sentido tan querida como en esta casa. Darien es un esposo muy amoroso y todos ustedes han sido muy amables conmigo.
—Que bueno saber que has estado cómoda en casa. Si deseas desahogarte puedes contar con mi amistad, después de todo ahora somos familia.
—Rei... ¿tú sabes como llegué a esta casa? —le pregunto, pues imaginaba que su padre no le había contado nada al resto de la familia.
—Supongo que Darien te trajo después de casarse contigo a escondidas. ¡Ah! ¡Siempre tan impulsivo mi hermano! Pero, no creas que no le dije unas cuantas verdades ese día...
—¿Verdades? —repito automáticamente con una sonrisa, imaginando la cara de Darien ante lo que Rei pudo decirle sin saber cómo había sido todo en realidad—. No, las cosas no fueron así...
—¿No? ¿Qué pasó, entonces?
—Es mucho más difícil y complejo, diría yo. No sé si me está permitido decirlo, pero...
—Cuéntame, Serena. Ahora no podrás dejarme con la intriga —dice ella, acercándose a mi con la mirada seria.
—Yo estoy casada con Darien por medio de un... contrato... Nuestro matrimonio fue arreglado por tu padre para salvarme de Lord Diamante Black Moon, no sé si lo conoces...
—¡¿Lord Diamante?! —pregunta alarmada y con visible horror—. ¿Te ibas a casar con ese hombre? ¿Por qué?
—Era un compromiso arreglado entre él y mi madre.
—Pero, ¿qué clase de madre deja a su hija con un sujeto como ese?
—¿Por qué lo dices, Rei? ¿Acaso sabes algo de él?
—¿Saber algo? Sé muchas cosas debido a mis amigas... ese hombre no es de fiar, menos cuando está cerca de las mujeres —revela y yo me enderezo al escucharla. En sus palabras existe la posibilidad de descubrir algo más de Diamante que nos ayude a hundirlo en la prisión, eso espero.
—¿Te han contado algo malo?
—Déjame recordar bien —dice, poniendo su mano en su mentón, mirando hacia el techo, como buscando en sus memorias—. Una vez, Lita llegó muy asustada porque en una fiesta vio como Diamante se llevó a una chica a un pasillo que sólo estaba a su vista. Ahí, él besó a la joven sin su consentimiento y... la tocó indebidamente, según ella pudo observar. La pobre estaba pálida y sus manos sudaban. Lita es muy enamoradiza, cree que los hombres son todos buenos, por eso casi se desmayó al verlo actuar así.
—Lo imagino, pobre de ella. Ahora que lo pienso, Diamante ya debe haber estado comprometido conmigo cuando eso sucedió. Menos mal que no terminé a su lado... aunque...
—¿Aunque? No me digas que...
—Estamos en sus manos en este momento, Rei. Necesitamos ayuda para acusarlo de todos los crímenes que comete, pero aún no encontramos suficientes pruebas.
—¿Por qué dices que están es sus manos? Estás casada con Darien... ¿por qué Diamante seguiría siendo una amenaza?
—El contrato que firmó tu padre es por seis meses y para que sea permanente debemos cumplir algunas exigencias. Hay una que por el momento es la que nos está dificultando todo y Diamante sabía que jamás podría llevarla a cabo, por lo que se aprovechó de la situación para dejarnos en jaque mate.
—¿Cuál es la exigencia? —pregunta con seriedad.
—Debo embarazarme, pero... yo no puedo —le explico con el dolor de mi alma.
—Serena... —me llama y me abraza con cariño, acariciando mi espalda—. No te rindas. Aún puedes embarazarte. ¿Cuánto tiempo les queda? Seis meses es muy poco...
—Nos quedan dos meses, nada más y yo sigo sin quedar embarazada. Él lo sabía, sabía que yo no iba a poder tener un hijo. El médico se lo dijo y aún así se quedó callado sólo para usar esa información en mi contra de la mejor manera que pudiera y ahora, me tiene en sus manos —suelto en un desahogo inconsciente de mi angustia, sollozando en el pecho de ella—. No quiero que me alejen de Darien, no quiero tener que regresar con Diamante, no quiero, Rei...

Atada a tíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora