Capítulo 30

1.5K 140 9
                                    

Londres - Siglo XIX

Darien... ¿dónde estás? He despertado durante la noche debido a un fuerte cólico y me he dado cuenta de que no estás a mi lado. Me levanto al baño, pero compruebo que tampoco estás aquí, quizás saliste a buscar agua, pero algo en mi corazón me dice que esto no es normal. Sin embargo, tengo mis propios problemas, pues el cólico tiene su razón... mi período amenaza con llegar otra vez. ¿Por qué? ¿Hasta cuándo tendré que vivir con la incertidumbre? ¿Cómo se lo digo a Darien?

Me acuesto totalmente desanimada y ni siquiera tengo a mi esposo a mi lado para cobijarme en sus brazos. "¿Qué estás haciendo? Te extraño, mi amor, vuelve pronto, por favor", susurro en un ruego. Sin darme cuenta, me quedo dormida y cuando abro mis ojos, Darien está acurrucado a mi lado con sus manos entrelazadas a las mías. ¿Dónde estuviste, amado mío?

Acaricio sus cabellos y su rostro con inquietud, pues mi vientre sigue amenazándome con dolorosas punzadas que me atraviesan el cuerpo y el alma. No quiero decirle, no puedo aumentar la carga que ya tiene sobre sus hombros. Lo dejaré pasar hasta que me pregunte, ahí ya no podré negarlo, pero al menos simularé que no me afecta. Confío en que algo sucederá, cada vez estoy más convencida de que Dios no permitirá que la injusticia gane, sólo debemos tener fe y esperanza.

Me levanto llena de incertidumbre, con el corazón en ascuas, pero debo ser fuerte, tengo que ser un apoyo para Darien y el terrible secreto de Serenity que debemos descubrir hoy. Ella quería que alguien lo acompañara, le sugirió que no era bueno que enfrentara esa verdad solo y yo debo ser quien esté a su lado, a pesar de no ser la mejor compañía en este momento, debido mi propia ansiedad.

Salgo en busca de Luna para que me aconseje, necesito sus brazos consoladores. Ella de inmediato me recibe en su habitación, aunque se le hace extraño que la visite tan temprano, pues siempre me quedo desayunando con Darien.

—Mi niña, ¿qué hace aquí? —me pregunta mientras me abraza.
—Luna... necesito un abrazo de mamá.
—¿Y su esposo no la extrañará? —me dice acariciando mi cabeza, como si fuera una niña pequeña.
—Está durmiendo aún...
—¿Durmiendo? Pero el joven Darien siempre se levanta temprano...
—Es cierto, pero creo que salió de noche. ¿No lo viste en la sala de ensayo?
—El servicio se fue a acostar temprano, antes de medianoche teníamos todas las luces apagadas.
—Creo que tendré que preguntarle después, entonces. No me atrevo ahora y si no me quiere decir nada, no lo presionaré.
—¿Por qué? ¿Ocurre algo malo? Ustedes siempre conversan sus problemas...
—Sí, es verdad. Es sólo que si no quiere decirme aún es porque necesita tiempo para conversar conmigo. Sé que tarde o temprano hablaremos de eso.
—Qué linda relación tienen ustedes...
—Sí, Luna, es mucho más hermosa de lo que hubiera imaginado.
—Dios la ha bendecido.
—Pero...
—¿Qué es lo que teme, mi niña Serena?
—Hoy he despertado por mis cólicos... Sé que me llegará mi período otra vez.
—Sólo confíe, mi niña, verá que el amor les concederá un bebé, Dios les hará el milagro.
—Eso espero, Luna, lo deseo con todo el corazón.

Me aferro a su camisa de dormir con mis manos empuñadas, necesitada de su respaldo, del cariño de una madre. Ella, por su parte, me acaricia, me envuelve con la ternura que la caracteriza y eso llena mi adolorido corazón.

Después de esperar el desayuno, subo con la bandeja en un carrito y al entrar en la habitación encuentro a Darien despierto ya, que me mira sorprendido primero, pero luego comienza a hacerme preguntas, lo que desvía nuestra atención de cualquier cosa que pudiera separarnos en este momento.

El recorrido de hoy del diario de Serenity nos lleva directo al parque otra vez, ese lugar que se ha transformado en un sitio que nos trae malos recuerdos a ambos, pero debemos enfrentar toda esta situación lo más pronto posible para descartar las insinuaciones de Diamante y silenciar el rumor del Conservatorio.

Atada a tíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora