Londres - Siglo XIX
Hoy estoy más nerviosa que nunca, pues lo único que quiero es que todo salga perfecto. Me paseo varias veces por la habitación, mientras Ángel sostiene a Mamoru en sus brazos y Luna ordena todo para comenzar a vestirme. Suelto un suspiro cuando ella me señala el corsé y tengo claro que debo sufrir una vez más con aquella apretada prenda. Al menos, ahora es muy útil para mi, después de tener a mi segundo hijo hace apenas un mes...
Me sostengo del mueble, a la vez que Luna tira de las cintas con verdadera alevosía hasta casi dejarme sin respiración.
—¡Cómo odio los corsé! —exclamo, y escucho como Ángel suelta una risita que intenta simular con una tos fingida—. No te rías, ya quiero verte cuando tengas que ponerte el tuyo —sentencio, mirándola con seriedad y ella comienza a reír aún más fuerte.
—Lady Serena, todas las mujeres debemos usar corsé en estas ocasiones —me dice, intentando controlar su ataque de risa.
—Pero, no tienes idea lo que es usarlo cuando estás amamantando. ¡Esto es una verdadera tortura!
—Quédese quieta, mi niña. ¿Acaso no quiere que su esposo la vea hermosa?
—¡Ah! ¡Claro que me quiero ver hermosa! Pero, no a este costo —respondo, junto cuando ella vuelve a tirar de las cintas, dejándome sin aire.De pronto escucho que la puerta se abre, dando paso a Darien, que me mira con seriedad desde el umbral.
—Ángel, ¿puedes llevar a Mamoru junto con Serenity? —le pregunta a quien se ha transformado en la nana de nuestros hijos. Ella asiente y sale rápido del cuarto, haciendo una reverencia—. Luna, en la cocina necesitan tu ayuda...
—Pero, estoy ocupada... —responde, señalando las cintas de mi ropa.
—No te preocupes por eso, yo me encargo. Lo otro es más urgente —señala.Mi nana me mira confundida, pero prefiere obedecer las instrucciones de mi esposo, pues ella no es nadie como para contradecirlo. Al final sale de la habitación y yo me quedo viendo con curiosidad hacia dónde está Darien, quien cierra la puerta con seguro, para luego caminar hacia mi con aparente ¿disgusto? ¿Qué hice para que esté molesto? ¿Sucedió alguna cosa que pudiera perturbarlo?
Segundos después, siento que detiene sus pasos tras de mi y sus dedos se aventuran a posarse en mi hombro, deslizándose por mi espalda que aún está desnuda, erizándome la piel.
—¿Sucede algo malo? ¿Por qué te oigo molesto? —le pregunto, sin saber aún qué pasa.
—Sucede que... —me dice, bajando a mi cuello, susurrando en mi oído—... te pedí que me esperaras y veo que ya te estás vistiendo...
—¡Oh! Pensé que no volverías... por todo lo de la fiesta —respondo mientras el típico escalofrío recorre mi espalda.
—Ya pasó un mes, mi amada...
—Lo sé... pero hoy... los invitados... llegarán pronto —digo entrecortadamente debido a los besos que deja sobre mi piel, agitando mi respiración.
—Aún faltan muchas horas para eso —repone, comenzando a soltar las amarras que tanto había apretado Luna.Lo hace con lentitud, como esperando mi reclamo o alguna señal de mi parte, pero yo ya estoy presa de las tumultuosas sensaciones que sólo él le provoca a mi cuerpo, dejándome sin palabras. Me mantengo a la expectativa de su siguiente paso, respirando aceleradamente, sintiendo cómo el corsé va cediendo a sus habilidosas manos. Como se da cuenta de que ya he caído en su trampa, deposita sus labios en mi cuello, haciéndome pegar un respingo ante el calor de su boca que se desliza por mi piel, obligándome a suspirar, cerrando instintivamente los ojos debido al placer que comienzo a sentir de inmediato.
Es cierto, hace un mes que nació Mamoru y debido a la cuarentena, no hemos intimado más allá de unos besos, pues él siempre se apartó a la espera de que yo me sintiera cómoda en sus brazos. Sin embargo, esta vez no se apartará, lo sé, ya que percibo la intensidad de sus caricias. A decir verdad, mi cuerpo también lo extraña demasiado, es por eso que me dejo llevar por sus besos que han llegado a mi boca, demandando todo a su paso. Su lengua me derrite por completo, acariciando mis labios con deseo hasta que me aventuro a probarla con la mía, lo que envía exquisitas ondas eléctricas por mi cuerpo, haciendo hervir mis venas. Sus manos han terminado su trabajo no sé en qué momento y el corsé queda tirado en el suelo, dejando libre mis pechos que se levantan sin siquiera pensarlo, para que él los acaricie, anhelantes de sentir sus dedos ardientes recorrer cada centímetro de mi piel.
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Atada a tí
FanfictionSerena está comprometida con Diamante, en un arreglo concertado por su madre para sacar a su familia de la anulación aristocrática y pronta bancarrota. Sin embargo, en un evento conocerá a Darien, un prodigioso pianista que pondrá su corazón a prueb...