Capítulo 42

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Londres - Siglo XIX

Todo ha sido maravilloso estos días... los conciertos nos han abierto grandes posibilidades, tanto a Michiru como a mi, llenándonos de propuestas para presentarnos en diversos lugares. Además, el día de ayer pudimos salir con Serena y conocer el hermoso puerto de Liverpool y sus fascinantes alrededores. Pero, lo mejor de todo han sido los apasionados encuentros que hemos vivido dentro de las cuatro paredes de nuestra habitación en el hotel, es como si estuviéramos en viaje de bodas atrasado. Hemos aprovechado cada segundo libre para amarnos de forma desesperada e intensa, pero por sobretodo, libre al fin.

Ya no hay dolor, ni sufrimiento en mi corazón, por lo que mis sentimientos hacia mi adorada esposa se han incrementado a tal punto, que deseo amarla de todas las formas posibles, y satisfacer todos sus anhelos, todos sus sueños. Como quisiera que pudiera quedar embarazada, pero no por mi, sino por ella, para que pueda liberarse de su sufrimiento también.

En este momento duerme plácidamente después de una exquisita noche de amor, y me deleito con su cuerpo apenas cubierto con su casi transparente camisón. Respira suavemente, mientras sus deliciosos labios permanecen un poco divididos, dejándome ver sus hermosos dientes. Quisiera hundirme en su boca, pero ya es tarde para mi, y debo salir a ensayar, si no fuera así, me quedaría con todo gusto en la cama junto a ella. Me incorporo, deslizando la sábana con mi cuerpo, y mis ojos se depositan en las marcadas curvas de mi esposa, que se gira sin despertar, quedando recostada sobre su espalda. Acaricio suavemente su vientre plano que se ha hundido en esa posición, dejando mi mano unos segundos ahí, viendo como ella hace pequeñas muecas debido a mi contacto. Después, me inclino y dejo un beso en ese lugar, haciendo un ruego silencioso para que su sueño se cumpla. No importa el contrato, no importa Diamante, sólo importa ella y sus sentimientos. Tengo claro que anhela ser madre, y a mi... me fascinaría tener un hijo con ella. Con sus ojos, con su carácter, con su calidez y su luz...

Al final, me levanto despacio para dejarla dormir un poco más, ya que imagino lo agotada que debe estar después del largo día de paseo de ayer. Observo que en el velador ha dejado la gema que compramos en la feria y me pierdo en el recuerdo de sus ojos que reflejaban la sincera felicidad que sentía por encontrar aquel objeto, esa felicidad que me es tan contagiosa y que adoro con el alma.

Ahora estoy llegando a la sala de ensayo, desde donde ya sale el sonido del violín de Michiru. Antes de abrir, suelto un suspiro, pues cada vez se nos ha hecho más difícil interactuar cuando nos vemos a solas. En cuanto la puerta cede y se abre, ella se gira en mi dirección, mirándome un poco molesta por mi retraso. Yo sólo avanzo, hasta sentarme en la banqueta, buscando la partitura que está practicando.

-Llegas tarde -me reclama.
-Lo sé. Sólo son diez minutos...
-Importantísimos para ponernos de acuerdo.
-Michiru, no seas tan exigente. Cada vez es más difícil ensayar...
-¿Por mi culpa?
-Nos ha ido excelente, deberías estar más tranquila -digo, para desviar el tema.
-No soy tan confiada como tú.
-Entonces, no perdamos el tiempo en esto.

La veo darme la espalda, mientras ajusta las cuerdas, momento en el que coloco la partitura en el atril, esperando a que ella inicie el sonido para seguirla. Después de unos segundos, en el que suelta varios suspiros, comienza a tocar Sonata en G menor de Brahms con inmediata intensidad. Sus dedos tensan las cuerdas y su mano derecha desliza el arco con la maestría propia de ella, liberando el maravilloso sonido del violín como si fuera la extensión de su alma. Las teclas del piano bajan al contacto que les impongo, llenando la sala de la hermosa melodía de Brahms. Estoy tan liberado que es mucho más fácil tocar cualquier melodía, dejándome llevar por las bellísimas notas impresas en la partitura tan hábilmente creada.

-Perdón... -susurra apenas Michiru.
-¿Qué pasó? ¿Por qué te detuviste?
-Me equivoqué.
-¿Estás segura? Ni siquiera lo noté -digo con sinceridad-. ¿Quieres empezar de nuevo?
-Si empiezo de nuevo... ¿Crees que esta vez será distinto? -me pregunta, volteando a verme directo a los ojos. No sé porqué, pero me da la sensación de que no se refiere precisamente a la melodía.
-Si prefieres seguimos desde donde te detuviste.
-Quizás eso sea lo mejor -dice, bajando los brazos, dejando colgando de sus manos el violín y el arco.
-Bien. ¿Empezamos?
-Darien... -me llama y mi espalda se tensa al anticipar la situación, que tengo casi por seguro que no me agradará, ni a ella por el resultado-. ¿Podríamos tú y yo comenzar de cero?
-¿A qué te refieres?
-Nuestra ¿amistad? -consulta, mirándome y caminado hacia el piano con tranquilidad. Sabe que tiene todo el tiempo del mundo...
-Somos amigos, Michiru -respondo seco.
-Ya no es lo mismo. Antes, cuando estabas con Serenity, no mostrabas distancias ni desplantes hacia mi persona, pero ahora...
-¿Qué estás insinuando? -inquiero molesto por el rumbo que está tomando.
-Que ella te cambió y mucho... -lanza con firmeza, sorprendiéndome.
-¿Ella? ¿Te refieres a Serena?
-¿Quién más? Apenas llegas a los ensayos. Más encima no podemos saludar a los invitados porque estás todo el tiempo a su lado...
-Basta, Michiru, es mejor que no sigas -digo, tomando las partituras para quitarle mi atención.
-¿No te das cuenta, Darien? Tu vida es ser un pianista reconocido y no lo serás si estás a su lado, ¡ella te limita!
-¿Te has vuelto loca, Michiru? ¿Quieres saber quién es mi vida en verdad? -le reprocho indignado por su actitud tan infantil.
-¡No! Estás equivocado, enceguecido, totalmente errado -me recrimina, haciendo el intento de taparse los oídos y cerrando los ojos con fuerza.
-Lo siento, no sé realmente qué esperas de mi, Michiru, pero, Serena es mi vida ahora, y jamás la dejaré, por nada, si ella no está conmigo...
-¿Por qué? ¿Por qué, Darien? -pregunta, acercándose al asiento, dejando su instrumento sobre una pequeña mesa.
-Basta, por favor.
-Esperé tanto por ti... y esperé en vano... -revela, cayendo de rodillas al suelo, frente a mi, comenzando a llorar.
-No hagas esto, Michiru. Eres una buena mujer...
-¿Y por qué no lo ves? Yo quiero que seas tú quien lo aprecie... siempre lo quise, desde niña...
-Ya es tarde...
-Nunca es tarde para amar. Yo te he sido fiel todo este tiempo, he rechazado propuestas de matrimonio esperando a que me veas. Jamás imaginé que te casarías tan pronto otra vez... menos con alguien como ella.
-¿Qué tienes en contra de Serena? Ella es una mujer maravillosa.
-Es una copia de Serenity... sólo amas su reflejo -dice con seguridad, mientras aprieta sus manos sobre su vestido, y sus lágrimas siguen deslizándose sobre sus mejillas.
-¡No te atrevas a repetir algo como eso! -le exijo-. ¿Quieres saber qué hace única a Serena? ¿Quieres saberlo?
-No me interesa. Sólo quiero que me veas... a mi... ¿Por qué eso es tan difícil? Yo... te seguía a donde ibas, siempre estuve a tu lado, te acompañé incluso cuando Serenity te abandonó, pero nunca me viste, ¡¿por qué?!
-Lo siento...
-No lo sientas... -me dice, levantándose de pronto. Se acerca tanto que me veo en la obligación de ponerme de pie, retrocediendo unos pasos, hasta que se agarra de mi camisa con fuerza y sólo atino a tomarla por los hombros para mantener la distancia entre ambos-. Bésame, Darien... aunque sea una sola vez... -me suplica.
-No, Michiru, no lo haré.
-Por favor...
-No insistas... amo a Serena con todo mi corazón, jamás la traicionaría.
-Darien... -susurra, llorando aferrada a mi camisa.

Atada a tíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora