Capítulo 3

1.8K 154 14
                                    

Londres - Siglo XIX

Mi corazón late tan a prisa que escucho su sonido impetuoso en mis oídos, mareándome y haciéndome difícil recuperar el aliento. Los dedos de Darien en contacto con la piel de mi mentón transmiten una calidez a mi cuerpo que me es demasiado abrumadora y su atrevida caricia sobre mi labio despierta sensaciones únicas, que jamás he tenido. Mis manos tiemblan, aferrándose a la gruesa tela de mi vaporoso vestido, a la espera de algo que no tengo claro si es correcto, pero que de todas formas deseo con mi alma. Siento su respiración sobre la mía, demostrándome su excesiva cercanía y todo dentro de mi se vuelve aún más intenso, ahogándome debido al apretado corsé, lo que me obliga a retener la respiración unos segundos que ni siquiera proceso. Estoy tan ensimismada en mis propias emociones, que jamás esperé escuchar su voz en ese momento.

—Eres tan parecida a ella... —susurra casi sobre mis labios, pero el sólo oírlo rompe la magia en la que me tiene inmersa.

Por inercia me retiro hacia atrás, abriendo mis ojos en señal de sorpresa y su mano queda suspendida en el aire, mientras clava sus intensos ojos en los míos. Mi respiración sigue siendo forzosa, pero aún sus palabras resuenan en mi cabeza, martillándome.

—¿Qué dijo? —musito apenas entre mis labios temblorosos, esperando que mis oídos se hayan confundido y que él en verdad no haya murmurado nada. Sin embargo, desvía su mirada hacia su mano vendada, quedándose en un silencio aún más abrumador para mí.

—Lo siento —dice de pronto.

Me siento tan confusa. No quiero interpretar sus palabras, pero no puedo dejar de pensar en lo que escuché, "Eres tan parecida a ella"... ¿A quién? ¿Cómo saberlo?

No sé cuánto tiempo pasa, aunque para mí es largamente tortuoso, hasta que la puerta suena debido a los golpes tras ella.

—Serena —me llama Mina en voz baja—. Debes salir de ahí, Diamante anda buscándote...
—Ya voy —respondo, aún cuando no quiero irme, quedándome con esta duda que carcomerá mi alma—. Espero que nos veamos en otra ocasión, Vizconde —digo con un nudo en la garganta que me impide llamarlo por su nombre. Él ni siquiera se digna a mirarme, mientras me pongo de pie, comenzando a caminar hacia la salida, oprimiendo aun más mi adolorido corazón.
—Gracias —suelta de repente, justo cuando pongo mi mano en la cerradura de la puerta. No puedo evitar girarme hacia él y mirarlo a los ojos, viendo como alza su mano vendada en señal de que me agradecía por la ayuda que le presté—. Muchas gracias... Serena...

Sus ojos enfocados en los míos a la vez que dice mi nombre con tanta confianza, me hacen temblar las piernas, disparando mi corazón otra vez. Sé que debo salir de ahí de inmediato, antes de que mis impulsos me lleven a cometer una locura. Ya ha sido suficiente para una noche.

—De nada —susurro, esbozando una sonrisa, que Darien responde de la misma forma.

Cómplices... eso somos en ese instante y esa sensación es tan adrenalínica que percibo mi cuerpo estremecerse, haciéndome feliz otra vez. Por ahora, ese es un gran paso para sentirme más cerca de él.

—Vamos Serena —me llama mi hermana, tirándome de la muñeca con urgencia—. Diamante le preguntó a mamá por ti y sabes como es ella.
—Sí, Mina, vamos —respondo sonriendo.
—Espera... Serena... ¿Qué sucedió?
—¿Por qué preguntas?
—Estás demasiado feliz. No me digas...
—¿Qué no debo decirte?
—Estabas ayudando al pianista. ¿Acaso él...
—No sé en que estás pensando, Mina, pero creo que debes dejar de leer novelas.
—Serena, esa sonrisa me dice que algo pasó adentro —insiste, apuntando mi cara, haciéndome enrojecer.
—Basta, Mina. Mamá comenzará a buscarme y no quiero que sospeche nada.
—Sí, lo sé. Para lograr eso debes empezar por disimular tu cara de enamorada.
—Prometiste no decir nada —le recuerdo, señalándola con mi mirada seria.
—Juro que no diré nada, pero vamos pronto —me responde, poniendo su mano en su pecho, en señal de sinceridad.

Atada a tíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora