Capítulo 45

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Londres - Siglo XIX

La voz de Darien es tan fuerte en este momento que temo lo peor, pues reconozco la frustración y la rabia en sus palabras. Mi amado ha venido por mi, sin saber que nuestro hijo está en mi vientre... anhelo tanto decírselo, ver su cara, su reacción, disfrutar de su felicidad que completará la que estoy sintiendo. Aunque me asomo a la ventana no puedo verlo desde mi posición y comienzo a correr por la habitación hasta poder encontrar alguna que me permita siquiera admirar su figura y al fin la hallo, mas no puedo abrirla, pues está sellada. Comienzo a golpear el vidrio para que me vea, pero hay tanto bullicio abajo, que no mira hacia mi en ningún momento, hasta me doy por vencida.

Entonces, decido salir de ahí, es urgente que lo haga, estoy segura de que Darien busca darme la oportunidad de escapar y debo hacerlo.

—Ángel, necesito salir de aquí, ayúdame, por favor.
—Eh... pero, estamos encerradas.
—Debe haber alguna forma de abrir la puerta —digo, mirando los tocadores de las chicas.
—Quizás...
—¿En qué piensas? ¿Sabes cómo hacerlo?
—Sí, a ver... déjame intentarlo —susurra, rebuscando en su cabello, hasta que saca una horquilla bastante grande y firme.

Veo como la estira a medida que se acerca a la puerta, la introduce en la rendija de la cerradura y comienza a girarla hasta que hace un sonido. Luego, toma la perilla, moviéndola con suavidad y la puerta cede al fin, dejándonos libres. La miro con alegría, abrazándola con fuerza del cuello, pero cuando me giro hacia la salida, veo a Rini parada justo afuera. Un escalofrío recorre mi espalda, pues tengo claro que ella no me dejará ir por el temor que le tiene a Diamante.

—¿Qué está sucediendo aquí? —pregunta molesta, empujándome un poco hacia adentro, tomando la puerta para cerrarla otra vez, pero me interpongo, sujentándola con la misma fuerza.
—Debo ir, Darien vino por mi, déjame pasar —le digo entre orden y súplica.
—No puedes salir de aquí. Si Diamante te ve, te matará y de paso a nosotras dos también. ¿Tan poco te importan los demás?
—No es así, yo... —susurro, pero en verdad solo estaba pensando en mi en ese momento. ¿Qué más quiere? ¿Acaso espera que me quede ahí, sin hacer nada, cuando mi esposo está afuera exponiendo su vida?
—Déjala salir, Rini —le ordena una voz masculina que no conozco.
—¿Za... firo? —pregunta con asombro, quedando helada en el umbral de la puerta.
—Venga, Lady Serena, debe salir de aquí ahora mismo —me dice, estirando su mano para que lo siga. Dudo un poco, pero al ver que la chica de pelo rosa no reacciona, paso por su lado tomando mi vestido.
—¡No! —grita ella de pronto, saliendo del shock inicial—. ¿Qué haces aquí?
—Haciendo lo correcto. Debo llevarme a la Vizcondesa.
—¡No, no y no! Diamante nos matará. ¿No te importa acaso?
—Sabes que me importa y mucho. Ven conmigo —la invita, tomando su mano con suavidad—. Vamos, Rini.

No sé porqué, pero me quedo mirando la escena unos segundos, viendo como los ojos de ella brillan con emoción y sus mejillas se sonrojan, impresionándome. ¿Acaso ellos...?

Sin embargo, de pronto me doy cuenta de que puedo escapar de ahí, no puedo darme el lujo de confiar en nadie, ni siquiera en aquel joven que dice venir por mi. No lo conozco, no puedo dejarme llevar así sin más, por lo que comienzo a caminar disimuladamente hacia el fondo.

—¿A dónde va, Lady Serena? —me pregunta el joven de pronto. Hago el intento de seguir caminando, pero me alcanza, tomando mi muñeca con fuerza y sutileza al mismo tiempo—. Usted no sabe por donde salir.
—No lo conozco, no sé quién es usted —le digo, asustada, mirándolo a los ojos y recién ahí lo reconozco. Él fue quien me salvó esa vez que Diamante quiso propasarse conmigo.
—Perdón, mi nombre es Zafiro... Black Moon...
—¡¿Es familiar de Diamante?! Entonces, no puedo confiar en usted. ¡Suélteme! —chillo desesperada por sentirme acorralada otra vez.
—No le puedo explicar mucho ahora, pero confíe en mi. Vengo de parte de su esposo.
—¿Darien? Él...
—Debo sacarla de aquí, antes de que mi hermano vuelva. Confíe en mi. Mire —me dice entregándome una rosa roja que saca de su chaqueta—. Dijo que usted entendería...

Atada a tíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora