Capítulo 25

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Londres - Siglo XIX

Estas semanas al lado de Darien han sido maravillosas, sin embargo, aún no me atrevo a hablar con él de lo que mi madre me confesó. Estoy a la espera de lo que suceda este mes, ya que todavía tengo mis dudas al respecto, sólo deseo que sea una mentira de su parte y que todo esto haya sido planeado por Diamante para hacerme sentir insegura.

Me he entregado en cuerpo y alma a Darien, quien me ha hecho su mujer en toda la extensión de la palabra. Soy increíblemente feliz a su lado, pero le temo a tanta dicha, pues siempre en la vida hay tristeza y le tengo terror a que la nuestra sea Diamante. Ya ni siquiera me atemoriza el recuerdo de Serenity, pues Darien me ha demostrado de todas las formas que me ama a mi y sólo a mi, lo que ha incrementado nuestra confianza.

Hoy he amanecido muy adolorida, conozco este incómodo malestar y me parte el alma comprobar que mi madre no ha mentido. Aunque quise levantarme, el dolor en la parte baja de mi vientre que me atraviesa hasta la espalda, me hace retorcer un poco, por lo que Darien me anima a quedarme en cama. Después que se ha marchado, he llamado a Luna para que me ayude con sus consejos, en los que confío para que este mes al fin pueda quedar embarazada, lo ruego.

—Mi niña Serena, ¿se siente mal? —me pregunta en cuanto entra a la habitación.
—Mi período, Luna —le respondo con tristeza desde la cama.
—Pero, ¿aún no...
—No, Luna. ¿Tú no sabes del accidente que tuve cuando niña?
—¿Accidente? No, no lo recuerdo. ¿Cuándo fue?
—Cuando tenía tres años...
—Mmm... en ese tiempo aún no llegaba a su casa. Usted tenía cinco cuando empecé a trabajar para su familia.
—Ah...
—¿Que le pasó, mi niña?
—Me caí, perdí mucha sangre... un gran trozo de vidrio atravesó mi vientre... —le cuento con las palabras atoradas en mi garganta.
—Nunca lo escuché. Pero, ¿por qué lo recuerda ahora?
—Mi madre me lo contó hace un mes. Yo no sabía. Ella dice que no puedo tener hijos —explico, sintiendo el dolor que me produce asumir el significado de esas palabras.
—No se preocupe mi niña, yo la ayudaré. Verá que con unas cuantas cosas que haremos, quedará embarazada igual —me anima, abrazándome. Ella es como una madre para mi, reemplazó a la verdadera con aquellos gestos tan cariñosos.
—Sería un milagro, Luna.
—¿Y qué si es un milagro? No debe perder la fe ni la esperanza. El amor es la fuerza más grande del mundo, debe confiar en eso.
—Tienes razón. Muchas gracias.
—Pero, debería hablar con su esposo. Él puede ayudarla también.
—Sí, iba a hablar con él de todas formas, no puedo ocultarle algo como esto, mi corazón no me lo permite.
—Eso es lo mejor.

Después de que Luna me trae una infusión para aliviar mis cólicos, estoy sentada en la cama pensando como tener esa conversación con Darien. ¿Cómo se le dice al esposo que una es estéril? ¿De qué forma se cuenta una verdad que arruinará nuestro matrimonio? Si no fuera por la exigencia del contrato, ¿él querría tener hijos como todos, cierto? Además, ya había perdido un bebé...

Lo veo entrar a la habitación con una rosa roja en sus manos y me siento tan amada, pero a la vez mi corazón se oprime de sólo recordar lo que debo decirle. Sus ojos me demuestran su preocupación por mis malestares, hasta que se sienta a mi lado, me entrega la rosa y acaricia mi rostro. Me regala una sonrisa que agradezco debido al cariño que me infunde, dándome el valor para hablar. Intento no llorar, pero la angustia me aprieta la garganta, y siento como las lágrimas se agolpan a mis ojos.

—Yo... nunca podré concebir, Darien... —susurro en el hilo de voz que apenas puedo emitir, hasta que ya no puedo aguantar el llanto.
—Serena... no pienses eso. Aún es muy pronto para decir eso... —me habla con toda la intención de consolarme, pero no hay consuelo para mi en este momento.
—No, Darien, yo nunca quedaré embarazada... soy estéril...

No puedo mirarlo, el dolor en mi pecho es demasiado grande como para siquiera alzar la cabeza, y mis ojos están apretados para evitar las lágrimas que siguen saliendo sin que pueda retenerlas. Darien, ¿qué estás pensando? Mas no tengo que esperar una respuesta, pues siento sus brazos envolverme con increíble calidez, mientras hunde mi rostro en su pecho, y acaricia mi cabeza en un intento por entregarme su apoyo y su consuelo.

Atada a tíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora