•Prólogo• ✔

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Olimpia era un pueblo fantástico, con una multitud de casitas coloniales idénticas: los mismos metros cuadrados, pareja arquitectura, igual número de escalones desde el porche hasta la entrada.

Todo en el pueblo en donde nací, resultaba perfecto: los vecinos se conocían unos a otros, los pequeños locales comerciales permanecen inalterables, todos nos ayudabamos, sonreímos... Mi vida era maravillosa cuando tan solo tenía ocho años de edad.

Yo era la niña perfecta que siempre iba impecable, que contestaba invariablemente con amabilidad a los mayores y nunca daba una voz más alta que la otra.

Mis hermanos decían que era un muermo, mi madre que simplemente era perfecta.

Quizas fue por que todo el mundo señalaba lo única y estupenda que era que decidí confeccionar esa lista. En ella indicaba como debería ser el hombre ideal, porque, dadas mis virtudes, yo no merecia algo menor que la perfección.

La comencé el primer día de las vacaciones de verano. Mi madre se sentó en la mecedora del porche con su delicado vestido diario mientras bebía limonada y observaba cómo los salvajes de mis hermanos jugaban a ser superhéroes.

Yo salí con mi primoroso y nuevo vestido blanco que simulaba la de una diosa griega, regalo de mi queridísima abuela, y lleve conmigo mi inseparable libreta de dibujo.Pero esta vez, en lugar de dibujar, me decidí a escribir mi lista.Después de mucho pensar la titulé «Mi perfecto príncipe azul», un encabezamiento adecuado para mis fines, pero, claro, ¿Qué narices podía saber una niña de ocho años acerca de cómo debía ser el hombre ideal? Así que con paso decidido me acerqué a mi madre, que en esos momentos empezaba a gritar a pleno pulmón a mis hermanos,y esperé el instante adecuado para pedir su inestimable ayuda. 

—Mamá —dije dulcemente a la vez que tiraba de su vestido para llamar su atención. 

—¡Malcom, como no bajes del árbol te juro que mañana mismo lo talo! ¡Will,deja ahora mismo de perseguir al gato de la señora Hestia! —gritó mi madre sulfurada al mismo tiempo que selevantaba amenazadoramente de su mecedora.Finalmente mis hermanos se dieron cuenta de la furiosa mirada de mamá y dejaron de hacer estupideces. Fue entonces cuando ella volvió a sentarse y me prestó todo su interés. 

—¿Qué quieres, mi vida? —inquirió suavemente. 

—Mamá, ¿cómo debe ser el hombre perfecto? —pregunté mostrándole mi lista vacía. 

—Cielo, aún eres muy pequeña para pensar en chicos. 

—Lo sé, mamá, pero la lista no es para ahora, sino para cuando sea mayor. 

—Menos mal —suspiró ella aliviada—. Entonces deberías crearla cuando fueras mayor, ¿no te parece? 

—Pero mamá —insistí—, tengo que hacerla ahora porque cuando crezca estaré muy atareada con mis estudios y mi futuro y no tendré tiempo para chicos. 

—Eso te lo ha insinuado tu padre,¿verdad? 

—Sí, papá dice que lo primero son los estudios, luego el trabajo y, por último, los chicos. Me ha indicado que debo salir con niños hasta que cumpla los treinta. 

—Tu padre está loco y no debes hacerle ningún caso en lo que respecta á salir con chicos; si por él fuera, te encerraría en tu habitación hasta que fueras vieja. 

—¿Por qué? ¿Es que papá no me quiere? —pregunté preocupada. 

—No, mi cielo —replicó mi madre mientras me subía a su regazo—. Verás,papá te quiere demasiado, por lo que, en su opinión, ningún hombre será suficientemente bueno para ti. 

My Perfect GuyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora