Capítulo 51

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La boda de Annabeth se celebró cuatro horas más tarde de lo previsto.

Se decidió por unanimidad que era el enlace más extraño que jamás se había llevado a cabo en ese pueblo: los adornos florales estaban estropeados, los lazos que adornaban los asientos se hallaban casi todos caídos, y la orquesta y el coro habían desaparecido junto con los elegantes invitados del anterior novio.

Tuvieron que convencer a un amordazado sacerdote de que no era un pueblo de locos y que tenía que unir a esa feliz pareja por el bien de todos.

El padre de Annabeth la acompañó al altar junto con su inseparable escopeta.

—Papá, no hace falta que lleves el arma —expresó Annabeth al verlo cargar con el trasto—. Percy me quiere mucho y nunca huiría de nuestra boda.

Frederick Chase se limitó a sonreír a su hija mientras le advertía en voz lo suficientemente alta para que todos lo oyeran.

—No es para obligar a Percy, hija mía, es para ti.

Annabeth refunfuñó algo sobre su ingrata familia mientras miraba al novio.

No iba perfectamente vestido: sus vaqueros estaban sucios y su camisa, arrugada; además, su rostro lucía alguna que otra mota de polvo del camino. No obstante, era el adecuado para ella, porque en esos momentos sólo podía pensar en lo feliz que sería a su lado el resto de su vida.

Tras la ceremonia, todos celebraron una gran fiesta en la que cada uno de los vecinos recordó alguna de las trastadas de los novios.

Después de cortar la tarta, finalmente Dionisio hizo traer la pizarra de su bar al gran salón de festejos.

—Bien —comenzó—. El Tío Rick ganó la apuesta acerca del momento en la que Annabeth rompería el enlace con Don Perfecto.— Rick elevó las manos como vencedor ante los abucheos jocosos de la multitud. —Nico Di Angelo fue el único en decir que Annabeth golpearía a Logan.

Nico se levantó e hizo una reverencia mientras comentaba: —Estaba totalmente seguro de que Annabeth no me defraudaría.

Dionisio siguió con su repaso de las apuestas tras las carcajadas de todos al recordar el instante exacto en el que el novio cayó redondo al suelo. —Hestia Jackson vaticinó que su nieto sería arrestado —añadió Dionisio jocosamente—. Pero eso es algo que casi todos habíamos previsto para este glorioso día; únicamente Will Chase presagió que su hermana también sería arrestada.

—Finalmente —continuó el señor D—, Peter Johnson apostó hace meses veinte mil dólares a que Annabeth no se casaría con Don Perfecto, y unas semanas antes de la boda Don Perfecto apostó treinta mil dólares a que Annabeth se casaría con él. Así que ahora, Percy Jackson, tienes en tu poder cincuenta mil dólares, en parte gracias a la amable generosidad de Don Perfecto.

Todos rieron felices ante la suerte de los novios en lo que había empezado como un pequeño pasatiempo en la pizarra de Dionisio.

La boda termino con unos maravillosos brindis por parte de todos. El mejor de ellos fue, sin duda, el de Malcolm, quien alzó la copa sonriente y pronunció felizmente mirando a su hermana.

—¡Por los hombres imperfectos!

Todos los hombres estuvieron de acuerdo con él, pero muchas mujeres dudaron a la hora de alzar su copa.

Ante la insistencia de Chronos, el novato, al final de la celebración Annabeth y Percy fueron condenados a arresto domiciliario durante una semana en la maravillosa casa del lago que desde ahora sería su hogar.

Annabeth se tumbó desnuda en su estupenda cama a la espera de su esposo, quien no se hizo mucho de rogar. Percy salió de la ducha portando una pequeña toalla enrollada en la cintura. Sus ojos devoraron el hermoso cuadro que eran las curvas de Annabeth, arrojó la toalla a un lado mostrando a su amada su perfecta desnudez y, mientras se colocaba sobre su cuerpo en busca de sus labios, le preguntó una vez más.

—Dime por qué soy perfecto para ti.

Percy no le permitió contestar a su pregunta, haciéndole olvidar la razón en busca de una desenfrenada pasión que celebraba la unión definitiva de dos cuerpos que se pertenecían. Le hizo el amor sin descanso, sin dejar de mirarla a los ojos con adoración mientras penetraba en lo más profundo de su cuerpo llevándola poco a poco al placer más sublime. Y cuando él no pudo más, la siguió en la cumbre del placer derrumbándose junto a ella.

—Porque eres tú —contestó Annabeth más tarde, saciada, entre sus fuertes brazos.

My Perfect GuyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora