Capítulo 25

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Entre sus dos amigos y la enervante Annabeth, Percy volvió poco a poco a ser el mismo hombre jovial de antes, aunque en ocasiones se quedaba mirando el vacío absorto en sus pensamientos.

Todos hacían lo posible para que no volviera a convertirse en el brusco ermitaño que era al principio del verano. Will y Percy se dedicaban a cortar la madera para dar forma a las nuevas ventanas, mientras que Malcolm ayudaba a la limpieza porque, tras hacer una ventana patizamba, decidieron que definitivamente él no valía para eso. Annabeth se dedicó a limpiar y a reclutar gente. Cada día llegaba algún conocido del pueblo que aportaba algo al nuevo hogar de Percy, ya fuera un mueble, una mano más para limpiar, un brazo más para los arreglos...

Todas las noches acababan los cuatro rendidos sobre los viejos colchones. Cada uno de ellos se decidió por una habitación del caserón. Annabeth se apresuró a reclamar la que tenía pestillo y baño propio, decisión acertada, ya que Percy por las noches había intentado colarse en ella.

Tras varias decenas de intentos fallidos, al fin pareció desistir. «¡Ya era hora!», pensaba Annabeth pasando recuento a los intentos malogrados: se cayó intentado escalar hacia la ventana; intentó forzar con tarjetas, con ganzúas y con alicates la cerradura del cuarto; lo pillaron sus hermanos más de una vez en el pasillo, por lo que se hizo el sonámbulo...

«¿Es que ese hombre nunca desistía?», rumiaba Annabeth mientras llevaba unas cervezas al porche donde esa calurosa noche veraniega estaban todos reunidos contemplando el lago.

—¡Brindemos! —propuso Malcolm alegremente animando a todos a alzar su bebida.

—¿Por qué? —preguntó Percy volviendo unos instantes a su amargura.

—Porque el año que viene terminaré mis estudios para veterinario y tendrás el privilegio de llamarme doctor.

—Para mí serás el «doctor vaca» — señaló Will haciendo reír al resto—. Yo, que ya he terminado mi carrera de Medicina, voy a ejercer en la clínica del pueblo cuando termine el verano.

—¡Bah, eso no es nada! —comentó Annabeth poniéndose en pie y vacilando ante sus hermanos—. Cuando el año que viene termine la carrera de Bellas Artes, porque yo no voy a repetir como hizo Malcolm... —señaló burlonamente al susodicho, que acabó sacándole la lengua—, bueno, cuando termine, me contratarán durante un año en una galería de arte del más alto standing en Nueva York.

—¡Hala! ¿Se lo has dicho a papá? ¡Se va a volver loco de preocupación! —señaló Will a su feliz hermana, que al fin se dio cuenta de que ninguno de los presentes estaba contento ante la noticia.

—¿Con quién vivirás en una ciudad tan grande? ¿Y si te atracan o algo así...? —preguntó Malcolm preocupado.

—Viviré con unas compañeras a las que también se les ha ofrecido esta oportunidad. Una de ellas tiene una casa no muy lejos de la galería y nos la ha brindado a todas si compartimos gastos. Es una ocasión única que no pienso desaprovechar —dijo enfadándose con ellos y, tras dar un trago a su bebida, entró en la casa dando un portazo.

—Deberíamos haberla apoyado — se lamentó Will.

—Sí, ella siempre nos anima y está ahí para nosotros —confirmó Malcolm.

—Esta vez te toca disculparte a ti — señaló Will.

—¡Ni de coña! La última vez fui yo el que suplicó. ¡Ahora te toca a ti!

Percy dejó a los Chase discutiendo sobre quién sería el elegido para arrastrarse. Serio y pensativo, buscó a Annabeth hasta hallarla sentada en uno de los taburetes nuevos de la cocina, deleitándose con su cerveza.

My Perfect GuyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora