DESDE AQUÍ YO YA EMPIEZO A LLORAR :'( *saca los pañuelos que ahorro durante un mes*
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La señora Chase entró alegremente en la estancia contenta de que su hija estuviera feliz.
Momentos antes parecía triste, sin vida, resignada a un destino que no quería. Ahora volvía a ser ella y Athenea dudó por unos instantes en darle la carta que le había entregado Percy Jackson.
Pero le había prometido que se la entregaría a su hija, ya que Percy, extrañamente, se había negado a entrar en su hogar. El muchacho parecía desolado cuando lo dejó en el porche hablando con su marido sobre negocios.
¿Qué le habría sucedido para que perdiera su eterna sonrisa y su aire jovial de un día para otro?
Posiblemente lo mismo que a su hija: una boda.
Athenea depositó los refrescos encima de la cómoda mientras se dirigía a su hija con indecisión.
—Percy Jackson me ha entregado esto para ti, me ha rogado que no lo abriera y cuando lo he invitado a entrar se ha negado. ¿Sabes lo que le pasa, Annabeth? Parecía muy triste, no era el mismo Percy revoltoso que conocemos desde niño.
—Habrá madurado, mamá — comentó fríamente Annabeth cogiendo con manos temblorosas el sobre.
—Sí, será eso —comentó despreocupadamente la señora Chase, y tras unos instantes desapareció, llevándose consigo la bandeja con los vasos vacíos y el plato de aperitivos intacto.
Las impacientes amigas de Annabeth la apremiaron a que abriera el sobre. Pero Annabeth las ignoró y las echó del cuarto, dispuesta a terminar con su impecable aspecto de novia ideal.
Ignoró el sobre durante unos minutos, haciendo como si éste no existiera, pero allí estaba, así que finamente lo abrió con lentitud sin saber qué podía esperar de Percy Jackson.
Nada la había preparado para aquello.
Sus ojos se llenaron de lágrimas en cuanto vio lo que contenía: una hoja doblada, de hacía años, donde ella misma había escrito una ridícula lista.
Había sido tratada con cariño y conservada a pesar del paso del tiempo. Algunos puntos habían sido tachados, otros tenían anotaciones como «me falta poco» o «en un año lo consigo».
Después del punto número diez había uno más añadido por Percy, escrito de su puño y letra, que decía:
«11. Que te quiera tanto como el estúpido de tu vecino.»
Las lágrimas de Annabeth se derramaron en silencio manchando el papel de su ridícula lista. Decidida a no estropear más su maquillaje, metió bruscamente la nota en el sobre y descubrió en él la sencilla alianza de oro que Percy le había puesto en una ocasión.
Una vez más leyó la inscripción de sus nombres en su interior y, sin saber por qué, rompió a llorar con desesperación en el que sin duda debía ser el día más feliz de su vida.
Cuando bajó las escaleras hacia la limusina su aspecto era impecable: su vestido permanecía perfecto, sin mácula alguna que alterara su blanco radiante; su maquillaje era simple y realzaba sus rasgos de princesa de cuento de hadas, y sus rizos estaban intachablemente recogidos en un elegante peinado.
Nadie quedaba en la casa familiar para acompañarla, sólo su padre, que la esperaba pacientemente en el porche. Sus hermanos y su madre se habían marchado junto a las damas de honor hacia la iglesia para aguardar su gran entrada.
Frederick Chase se levantó con lágrimas en los ojos, sin poder creer que su hija finalmente se marcharía de su hogar para formar otro con un hombre que sin duda la adoraría y amaría tanto como se merecía. Y, si no, ya se encargaría él de que lo hiciera: por unos años aún permanecería cerca de su amada escopeta, por si ese Don Perfecto no era lo que parecía.
¡Qué bella estaba su Annabeth! Su perfecta niña que hasta hacía poco acogía felizmente entre sus brazos y fingía con alegría que se casaba en el jardín trasero con su querido peluche Teddy, el osito.
Su hija descendió hacia él con ese encantador vestido y se quedó atascada en la puerta, por lo que el señor Chase, sonriente, corrió en su ayuda sabiendo que, para él, Annabeth siempre seguiría siendo su pequeña princesita, aunque en esos momentos hablara como un camionero.
—¡Maldito vestido del demonio! ¡Cuando termine este día juro que lo haré pedazos!
—Tranquila, querida, te ayudaré a salir —auxilió el señor Chase tirando de su hija hacia el exterior de la casa.
Finalmente, tras algún que otro empujón y forcejeo, salió despedida hacia delante. Los rápidos reflejos de su padre impidieron que acabara en el suelo.
Annabeth se dirigió hacia la limusina con paso sereno, como de reina, y entró en ella no sin un poco de dificultad. Menos mal que la limusina que había contratado Logan Lerman para la ocasión era inmensa.
Su padre, sonriente, se sentó junto a ella cuanto le permitió el voluminoso vestido.
—¿Sabes? Hoy he visto a Percy y me ha dado algo para ti —comentó el señor Chase a la espera de la reacción de su hija.
—No quiero nada de él —contestó la novia a punto de llorar al recordar sus otros regalos.
—Pero éste siempre lo has deseado, desde niña. ¿Te acuerdas de la vieja casa del lago que le regalé a Percy?
—Sí, ahora es su hogar.
—No —negó el señor Chase—, te la ha regalado. Ahora es tuya.
—Pero ¿dónde vivirá él? Era todo cuanto tenía —preguntó asombrada preguntándose el motivo del generoso regalo de Percy.
—No lo sé, me dijo que lo estuvo arreglando para ti durante todos estos años. Me comentó que no era justo que no disfrutaras de ella cuando, en realidad, siempre había sido tuya.
—Papá, ¿por qué se la regalaste a Percy aquella Navidad? —indagó Annabeth con curiosidad.
—Porque siempre te estaba rondando y te protegía de todos. Pensé que te casarías con él y hasta hace poco él también lo pensaba.
—Yo no sé si podre aceptarla, papá —señaló Annabeth llorosa—. Será mejor que se la restituyas. Después de todo, se la ha ganado.
—No creo que pueda, Annabeth: Percy se ha marchado del pueblo esta mañana.
—Pues cuando vuelva se la devuelves y...
—No me has entendido, hija mía: se ha marchado para siempre —aclaró Frederick Chase justo antes de que la limusina se detuviese frente a la iglesia y una novia muy confusa se bajara del vehículo con dificultad.
Tan tan tan TAAAAAAAAAAAAAAANNNNNNN
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My Perfect Guy
Teen FictionDesde que Annabeth vio por primera vez a Percy decidió que su lista sera hecha de todo lo contrario. Y... bueno Percy ,alias el salvaje, solo lanzaba manzanas a Annabeth pidiéndole casarse con ella. Percy: ¿Lista? Mis cojones, me convertiré en tu pe...