Capítulo 42

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Percy estaba sorprendido ante la inusual petición de Logan Wade Lerman Goldman III de que acudiera a su hogar para tomar medidas para unos nuevos muebles que pretendía encargar. Sobre todo, porque ése era el día previo a su boda y también el día previsto para su despedida de soltero.

En el momento en el que tocó el timbre, el mismísimo dueño de la casa en persona abrió y lo invitó a entrar, lo condujo a su despacho y le sirvió una copa mientras lo invitaba a sentarse.

Por su parte Percy prefirió permanecer de pie, al mismo nivel que su odiado competidor, y esperar a ver qué tenía que decirle, porque sin duda ese día no había sido llamado para hacer ningún trabajo, sino para ser intimidado por el dinero y el poder de Don Perfecto. Aunque había un problema con eso.

Él nunca se dejaba intimidar por nadie.

—Bien, ¿para qué me has llamado? —preguntó Percy impaciente ante la pasividad de Logan.

—Creo que ya lo sabes; no obstante, te lo recordaré: mañana es el día de mi boda y quiero que dejes en paz a mi mujer —ordenó mirándolo fríamente.

—Todavía no te has casado — repuso Percy molesto por osarse a llamar "mi mujer" a su listilla. —, aún tengo la esperanza de que Annabeth recapacite y te deje plantado en el altar.

—¿Crees de verdad que Annabeth haría algo así? Ella es educada y culta, una perfecta señorita; si tuviera dudas, ya la hubiera dejado.

—Tú conoces a Doña Perfecta, pero yo conozco a Annabeth Chase, y créeme cuando te digo que ella es capaz de eso y de mucho más.

—¿No te has preguntado nunca por qué sólo tú conoces la parte más desagradable de ella? ¿No será porque no le gustas?

—Oh, sí que le gusto —contestó Percy sonriendo ladinamente.

—Entiendo —comentó Logan flemáticamente, sin mostrar furia alguna —. Que hace años os hubierais acostado no te da derecho alguno sobre ella.

—Annabeth es mía y, aunque decida casarse contigo, siempre será mía — indicó Percy con decisión.

—Y dime, entonces, ¿por qué no se casa contigo mañana en vez de conmigo? —preguntó maliciosamente George.

—Porque, según ella, tú eres su hombre ideal —refunfuñó, molesto, Percy.

—Ah, entonces ella te ha dicho que no... ¿cuántas veces? ¿Y cuántas más te tendrá que rechazar para que desistas? —insistió Logan metiendo el dedo en la llaga.

—Eso es entre ella y yo.

—Sí, pero desde mañana pasará a ser problema mío. Cuéntame cómo podrás seguir aquí viéndola vivir su vida a mi lado, tener mis hijos...

—Yo...

—Y si has pensado en convertirme en un cornudo, te diré que no me agrada en absoluto; además, ¿has meditado sobre cómo podrá vivir ella consigo misma si me es infiel?

—Ella no se casará contigo — insistió firmemente Percy.

—Pero, si decide hacerlo, te diré que no me convence para nada la idea del divorcio, así que, aunque se dé cuenta después de la boda de que ha cometido un error, según tú, yo ya no la dejaré escapar.

Tras una breve pausa, Logan continuó: —Dime cómo solucionamos este asunto: ¿la metemos a ella en nuestra lucha diaria y la hacemos tremendamente infeliz o uno de los dos se marcha mañana del pueblo y no vuelve a aparecer nunca más en la vida de Annabeth? ¿No te gusta tanto hacer apuestas? ¡Pues apostemos! Si ella se casa conmigo mañana, tú te vas para siempre. Si por el contrario me abandona en el altar, soy yo el que se larga de aquí sin mirar atrás —propuso Logan Wade Lerman Goldman III.

Percy miró la mano extendida de su enemigo a la espera de que aceptara el acuerdo. Tras pensar en lo que sería su vida diaria observando desde lejos a Annabeth con otro, estrechó su mano cerrando el trato.

—Espero que a pesar de tu apodo seas todo un caballero y cumplas con tu parte del trato —sugirió Logan.

—No te preocupes, Don Perfecto, yo cumplo siempre mi palabra. Espero que tú también, porque, si tengo que sacarte del pueblo, yo no actuaré como un caballero.

—¡Yo siempre mantengo mi palabra! —replicó Logan indignado.

—Bien, mejor para ti. Y ahora te dejo, tú tienes mucho que hacer en tu despedida de soltero y yo tengo que impedir una boda: la tuya.

—Espero que no hagas nada demasiado drástico para intentar impedirla.

—No te preocupes, ¿qué tendrías que temer de un hombre al que todos apodan el Salvaje? —concluyó alegremente mientras se terminaba la copa de un trago y se marchaba decidido hacia su hogar a esperar la visita de Annabeth, porque estaba totalmente seguro de que esa noche sería visitado por la novia en su búsqueda desesperada del anillo.

Percy sonrió mientras palpaba en su bolsillo, donde se hallaba oculto el ostentoso diamante de Logan.

«¡Pobrecito! »—pensó Percy mirando a Don Perfecto.

Aún no sabe que juego sucio.

My Perfect GuyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora