Capítulo 16

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—¿Por qué? —preguntó Percy enfurecido.

—Porque tú y yo nunca podríamos tener una relación —indicó Annabeth mientras se levantaba y buscaba sus ropas esparcidas por el suelo.

—¿Y se puede saber por qué piensas eso? —preguntó indignado.

—Porque eres un salvaje inmaduro que dentro de unas semanas volverá a la universidad, donde te esperan miles de gruppies. Tú estarás en una punta del estado estudiando quién sabe qué, y yo estaré en la otra estudiando arte y concentrándome en mi futuro. Y, además, no eres el tipo de persona que se puede resistir a ninguna mujer y tampoco eres el hombre adecuado para mí.

—¡Yo puedo ser fiel! —replicó Percy —. Para tu información, si me acostara con todas las chicas que se me han insinuado ya lo tendría desgastado de tanto uso. ¿Y qué es eso de que no soy el hombre adecuado para ti? ¿Quién es el hombre adecuado para Doña Perfecta? —preguntó irónico mientras la perseguía desnudo incordiándola con sus preguntas.

—¡Para empezar, uno que no me persiga en pelotas mientras intento vestirme! —contestó furiosa a la par que se ponía los pantalones.

—¡Bien, ya no estoy desnudo! — dijo Percy después de ponerse los calzoncillos—. ¿Qué más tengo que hacer para ser tu hombre ideal?

—Tengo una lista Percy, una lista de diez cualidades. Tú no tienes ni una sola de ellas, ni una. ¿Eso no te hace pensar que entre tú y yo no tiene cabida relación alguna?

—¡No me jodas, Annabeth! ¡Por una estúpida lista no soy apto para una relación! Y lo que ha ocurrido entre nosotros, ¿qué es? —preguntó Percy enfurecido.

—Un error —contestó Annabeth mientras se ponía la camiseta.

—¿Y qué se supone que tiene que hacer ese hombre perfecto tuyo: ¿partir nueces con el culo, pelar una cebolla sin llorar, cagar oro?

—Ninguna de esas cualidades está en mi lista, mira tú por dónde —contestó Annabeth irónicamente.

—¡Quiero una copia de esa lista! — exigió Percy—. Voy a convertirme en tu hombre perfecto y, cuando lo consiga, tú y yo nos casaremos.

—Estás como una cabra, tú nunca serás un hombre perfecto. Eres la antítesis de ese concepto.

—¿Es que temes que llegue a convertirme en tu hombre ideal? — preguntó con sorna, retándola.

—No, pero ¿para qué quieres convertirte en el hombre perfecto? Yo no te intereso, sólo soy una más en tu catálogo de mujeres.

—¡Tú no eres una más, tú serás mi esposa! —declaró Percy con decisión.

—Percy, estás como una cabra si piensas que alguna vez me casaré contigo. ¿Qué pasa? ¿El acostarte con una chica que no es idiota y tetona te ha afectado? Pobrecito —dijo acariciándole la cabeza burlonamente mientras se subía a la furgoneta.

Percy se vistió con rapidez, ya que estaba seguro de que si no lo hacía sería abandonado sin vehículo alguno nuevamente. Subió enfadado al asiento del conductor y antes de arrancar la miró seriamente.

—Dame un tiempo para ser tu hombre ideal y, si no lo consigo, te dejaré en paz.

—Percy, es imposible que estemos destinados a estar juntos: siempre estamos discutiendo, no sabemos hacer otra cosa que no sea pelearnos como dos críos.

—No te pido una relación ahora, sólo que no te enamores de nadie en el tiempo que estés fuera. Cuando vuelvas después de la universidad, yo te demostraré que soy ese hombre.

—Y tú mientras tanto te enamorarás y tendrás una familia, ¿no? —preguntó irritada.

—Prometo no tener ninguna relación seria hasta que vuelvas. ¡Joder, Annabeth! ¿Tienes miedo a darme una oportunidad, a descubrir que yo puedo ser ese hombre a pesar de mis imperfecciones? —gritó Percy frustrado.

—Si en algún momento a lo largo de estos años encuentro a ese hombre que es perfecto para mí, que cumple todas y cada una de las cualidades de mi lista y no eres tú el afortunado, no lo podrás asustar, ni espantar, ni hacer nada que pueda alejarlo de mi lado.

—Juro que si encuentras a Míster Perfecto lo dejaré en paz. Entonces, ¿tenemos un trato? ¿Me dejarás demostrarte lo perfecto que puedo llegar a ser?

—Debo de estar loca, pero como siento hambre, estoy medio dormida y tengo ganas de llegar a casa, acepto. Tenemos un trato. Te doy cuatro años, que son los que tardaré en terminar mi carrera de Bellas Artes. Cuatro años para demostrarme lo equivocada que estoy. Y cuando cada año que pase nos veamos en vacaciones te preguntaré si quieres seguir con esta ridícula idea, que puedes abandonar en cualquier momento y dejarme en paz.

—Cada año te responderé lo mismo.

—¿Y qué es lo que me dirás?

—Pregúntamelo el año que viene y te contestaré —comentó Percy felizmente mientras arrancaba la furgoneta.

My Perfect GuyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora