Capítulo 14

4.5K 241 4
                                    

Increíblemente, pese a las protestas de un amordazado Buch y de unos familiares enfurecidos, el jefe de policía no permitió que se detuviera el desfile en ningún momento. Tal vez porque, como él mismo señaló, era su deber que la procesión continuara, o tal vez porque su sobrina era Clarisse y había sido informado de lo ocurrido. Cuando el desfile acabó, ninguno de los integrantes osó tocar a Buch, y finalmente fue su padre quien se apresuró a desatarlo, furioso y dispuesto a demandar a todo el pueblo. Sus ánimos se calmaron cuando fue puntualmente informado por todos de lo que su hijo había estado haciendo, y de los cargos que se presentarían si osaba interponer la más mínima denuncia a alguno de los habitantes de Olimpia.

La familia no duró mucho más en el pueblo: semanas después se marchaban del lugar jurando no volver a pisarlo nunca más. Buch se despidió de todos con un bonito corte de mangas mientras conducía su deportivo de último modelo con olor a cloaca, ya que poco después de denunciar su desaparición había sido encontrado en el basurero municipal lleno de bolsas de basura. Eso sí, no tenía daño alguno y mantenía las llaves puestas en el contacto.

A pesar de que Annabeth era mayor de edad, sus padres no dudaron en castigarla por su aportación al desfile, y eso que muchos de los habitantes la felicitaron por su creatividad a la hora de adornar con un toque de humor el monótono espectáculo. Aunque todos estaban de su parte, su madre le había reprendido una y otra vez mientras le prohibía salir hasta que llegara la hora de irse a la universidad; por eso, en esos instantes Annabeth bajaba por el árbol que había junto a su ventana en busca de la libertad. Cuando llegó al suelo oculta entre la oscuridad de la noche esperando a ver si alguien la había descubierto, observó que el vecino también escapaba de casa de su abuela por la ventana.

Maliciosamente esperó hasta que bajara y entonces le golpeó el hombro mientras le susurraba: —¡Te pillé!

Percy dio un respingo antes de darse la vuelta y comprobar aliviado que era ella. —¿Qué haces aquí? —preguntó él algo confuso.

—Escapar —contestó Annabeth señalando la ventana de su habitación.

—. ¿Y tú? — preguntó burlona—. Creí que ya eras todo un adulto que no le tenía que rendir cuentas a nadie.

—Sí, pero no puedo evitar que mi madre y mi abuela me persigan por toda la casa con sus regañinas y, si oso salir al pueblo, ellas vienen conmigo pegadas a mi trasero como una plaga recordándome una y otra vez mi mal comportamiento.

—Pobrecito... —comentó Annabeth irónica.

—¿Y tú, ricitos? ¿Te han castigado? —preguntó Percy sonriente.

—Lamentablemente para mí no hay límite de edad para ser castigada según me ha informado mi madre. ¡Dios, qué ganas tengo de irme a la universidad este año!

—Bueno, ricitos, ¿Nos largamos de aquí antes de que nos descubran? — ofreció Percy tendiéndole la mano a Annabeth.

—¿En qué has pensado? —preguntó Annabeth dudosa, cruzándose de brazos e ignorando su mano.

—En ir al lago a nadar un rato — explicó Percy comenzando a empujar silenciosamente su furgoneta hasta el camino de entrada.

—Pero no tengo bañador... —se quejó Doña Perfecta indecisa.

—¡Mejor! Así te veré desnuda — bromeó.

—¡Ni de coña me voy a desnudar delante de ti, Sesos de Alga! —contestó orgullosa Annabeth mientras Percy la miraba expresándole en silencio «ya lo has hecho»—. Otra vez —terminó Annabeth.

—Bueno, siempre puedes hacerlo en ropa interior: es como llevar un biquini.

—Está bien —se decidió Annabeth a la vez que se subía a la furgoneta.

—Por favor, dime que llevas uno de esos tangas sexis y modernos —suplicó Percy mientras arrancaba el vehículo.

—Para ti, unas bragas faja de abuela —sonrió Annabeth señalándole el camino mientras lo miraba reprobatoriamente.

My Perfect GuyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora