Capítulo 21

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En la sala del comité encargado de organizar los actos y la decoración de las fiestas navideñas de ese año únicamente había hombres, motivo por el cual las mujeres de Olimpia habían protestado. Zeus Olimpus, alcalde del pueblo, calmó a las masas prometiendo que el año siguiente se encargarían de ello las mujeres, disponiendo de la intervención de los hombres solamente para aquellas tareas que les resultaran demasiado pesadas. Culminó su discurso ante las féminas afirmando que con ello pretendía hacer que todos se diesen cuenta de cuán importantes son las mujeres en la sociedad, y que lo más probable era que ese año todo fuese un auténtico fiasco, con lo que darían una lección a los hombres, que habían protestado por el dinero gastado en esos eventos años anteriores.

—Bueno, señor Zeus, ¿cómo le ha ido? —preguntó Percy preocupado por la parte clave de su plan.

—Lo hice tal y como me aconsejaste y las manejé a mi antojo. ¡Chico, tienes que enseñarme más trucos de esos! — respondió Zeus, feliz—. Le comenté a mi esposa que este año quería a un ciudadano ejemplar para el encendido del árbol de Navidad y ella me recomendó a Leo, a lo que yo me negué rotundamente. Le dejé darme un poco el coñazo y la miré enfadado pero tajante, y le concedí que sería él sólo si lo hacía junto a los encargados de los adornos, que sois tú y los chicos de los Chase.

—¡Perfecto! —exclamó Percy con alivio—. ¿Y qué tal las instalaciones de los alrededores: sonidos, luces, adornos...? —preguntó un sonriente Percy dirigiéndose a otro de sus compinches.

—¡Todo listo! —expresó con entusiasmo Jason, el electricista local.

—¿Y vosotros, chicos? ¿Todo listo? —inquirió dirigiéndose a los demás.

—Sin problema alguno — contestaron todos.

—¿Dónde están los varones Lowell? —quiso saber el Tío Rick.

—Están distrayendo al sujeto, por eso hoy no han podido venir — respondió Percy—, pero el señor Chase me ha comentado lo impaciente que está por todo esto del acto de encendido del árbol.

—Pobrecito, una baja en combate — señaló Tío Rick ante los demás.

—Sí, pero sólo hemos perdido pequeñas batallas —repuso Percy alentando al grupo—. ¡La victoria en la guerra será nuestra! —voceó animándoles a unirse a sus gritos de victoria.

—¡Sí! —clamó el alcalde emocionado—, dentro de cuatro días encenderemos y nadie podrá olvidar esa fecha.

—¡Sííííí!—exclamó la multitud enfebrecida.

Desde fuera de la sala, miss Afrodita, una mujer de avanzada edad que esperaba ser atendida por el alcalde y que se dedicada a la filantropía, se preguntaba a qué se destinaría ese año el dinero aportado para los eventos navideños, ya que los gritos provenientes del interior de la sala parecían procedentes de una batalla en vez de representar un acto de paz y amistad como bien señalaba el espíritu de estos días.

La noche que la estrella del árbol navideño fue colocada en su lugar y las luces se encendieron fue una noche que todos recordarían: por las mujeres, para que ese evento nunca volviera a ser organizado por los hombres, y por los varones, para tener algo que recriminar a sus mujeres.

Todo el pueblo se reunió en la plaza del pueblo junto a un pequeño escenario donde cantarían los niños del coro y, después, sería alzada la estrella hasta la cúspide del árbol para que luego una mano inocente encendiera las luces del gran árbol de Navidad, colmándolos a todos del espíritu navideño. Montones de luces adornaban las farolas y los edificios cercanos al evento. Todos los habitantes vestían sus mejores ropas y los ojos de todos, por un motivo u otro, estaban fijos en el escenario.

My Perfect GuyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora