Capítulo 13

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Todo comenzó el día en el que Annabeth quiso ir a la colina con Buch. La colina era un lugar desde donde se podían observar las mejores vistas del pueblo, pero que realmente servía para que los jóvenes aparcaran sus coches allí y se dedicaran a explorar su sexualidad. Percy llegó a casa de los Chase para devolverle unas herramientas a su amigo Will e intentar una vez más hablar con Annabeth. Mientras esperaba oyó una conversación que su amigo Malcolm, ajeno a su presencia, mantenía por teléfono.

—¿Cómo está Clarisse? —preguntó Malcolm preocupado a su interlocutor—. Todavía no me puedo creer que algún estúpido metiera algo en su bebida... ¿Sabes lo que era? ¡Una droga excitante! ¿Y tú cómo lo sabes? —interrogó con curiosidad—. Menos mal que la encontraste tú, amigo —comentó Malcolm entre carcajadas nerviosas—, si hubiera llegado a ser otro... ¿De quién sospecháis? —indagó Malcolm preocupado—. ¡No me jodas! ¡Ese tío está saliendo con mi hermana...! —tras una pausa, exclamó —: ¡Que has oído qué! ¡Mi hermana y ese idiota en la colina...!

Malcolm se volvió bruscamente al oír un fuerte portazo de la puerta principal dejando de prestar atención a su amigo, quien seguía hablando por el teléfono. La señora Chase entró en el salón extrañada ante la ausencia de su invitado y preguntó a su hijo por éste.

—Malcolm, ¿Y Percy? Estaba aquí hace unos momentos.

Malcolm sonrió y contestó a su madre mientras se apropiaba de la limonada:

—Ha tenido que irse rápidamente a hacer un recado de última hora.

—¿Y cuál es ese recado tan importante, que ni siquiera le ha dado tiempo a despedirse?

—Matar a un cerdo, mamá — contestó Malcolm entre carcajadas.

—¡Hijo, tú y tus bromas! Nunca las entenderé —refunfuñó la señora Chase mientras se dirigía nuevamente a la cocina. Tras ver que su madre había desaparecido del salón, Malcolm corrió nuevamente hacia el teléfono a través del que su amigo gritaba preocupado por lo que podía pasarle a Annabeth. Tras unas breves palabras, Malcolm consiguió calmarlo y hacerlo sonreír:

—Tranquilo, Percy acaba de salir a por mi hermana... Si tienes razón, no nos dejará nada para nosotros. Ese chico no sabe dónde se ha metido. Percy corrió como si su vida dependiera de ello. ¡Como ese estúpido le pusiera un solo dedo encima a Annabeth era hombre muerto!

Mientras conducía sólo podía pensar en qué hueso del cuerpo le rompería primero. Estaba indeciso entre empezar por reventarle la cara o romperle todos los huesos de la mano cuando lo encontró en su deportivo descapotable de último modelo intentando besar a su Listilla. «Definitivamente, la cara», pensó antes de sacarlo del coche y comenzar a golpearlo con todas sus fuerzas llevado por los celos de que Annabeth lo hubiera elegido a él y la furia de saber lo que ese idiota podía haber hecho con ella el día de la fiesta.

Annabeth estaba harta de ese idiota Neanderthal que no hacía otra cosa que estropearle las citas. ¿Quién narices se creía que era Percy Jackson para meterse en su vida amorosa? Que hubieran pasado una noche juntos no le daba derecho alguno sobre ella, había pasado el suficiente tiempo evitándolo como para dejarle claro que esa noche no había significado nada. Aunque, por desgracia, a lo largo de los días ella había recordado todo lo que habían hecho, sin terminar de creerse que hubiera podido llegar a comportarse de esa manera entre los brazos del vecino, unos brazos fuertes, musculosos, potentes, que desearía volver a lamer... ¡Mierda! Ya estaba desvariando de nuevo, y es que, cada vez que volvía a verlo o a pensar en él, tenía pensamientos pecaminosos sobre su persona, y eso no era nada bueno para ella, sobre todo porque el vecino no concordaba para nada con su perfecto príncipe azul. En fin, si Buch no podía darle su merecido al salvaje de su vecino, tendría que dárselo ella, pensó mientras se arremangaba dispuesta a parar la pelea.

My Perfect GuyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora