Capítulo 10

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Días después de que Annabeth echara a Drew del pueblo, Doña Listilla cogía la cogorza más grande de su vida en la fiesta que celebraba su amiga Clarisse en casa de sus padres, aprovechando que éstos estaban fuera. Buch, el chico con el que Doña Listilla salía ese año, que era nuevo en el pueblo y aún no había oído hablar de Percy Jackson, animó a una enfadada Annabeth a beber todo lo que se le pusiera por delante y ella, molesta al ver como Percy bailaba una canción lenta apretujado entre dos rubias tetonas, aceptó.

En cuanto Percy vio el lamentable estado en el que se encontraba su vecina, ante la mirada asombrada de todos, le dio una paliza a Buch hasta dejarlo medio inconsciente y luego lo tiró a la piscina. A Annabeth simplemente se la cargó al hombro, le arrebató las llaves del coche y se dispuso a llevarla a casa. Fue bastante molesto conducir junto a una rubia preciosa que lamentablemente cantaba como el demonio y cuyo repertorio se limitaba a gritar una y otra vez el estribillo de una estúpida canción de campamento. Percy intentó poner la radio del coche, pero, en cuando subía el volumen para acallar sus berridos, ella gritaba más fuerte para hacerse oír, así que finalmente lo dejó por imposible y apagó la radio.

Cuando llegó a casa de Annabeth, vio las luces del salón aún encendidas, por lo que aparcó en su entrada para que el señor Chase no los viera y decidió cargar con ella hacia el interior de su casa, en la que por suerte no había nadie ya que su madre y su abuela se habían marchado a pasar la noche con una amiga enferma. Se la echó al hombro como si de un saco de patatas se tratase, rogando para que en esa postura pusiera fin a sus berridos. Pero no tuvo suerte, así que le dio un golpecito en el trasero mientras le advertía:

—Como no te calles, todo el pueblo se va a enterar de que estás borracha, incluido tu adorable padre.

El silencio se hizo y por fin Percy pudo llamar por teléfono con la mano que le quedaba libre a su amigo Will, que seguramente estaría muerto de preocupación por su querida hermana Doña Listilla.

—Aquí al habla el semental — contestó Will entre alguna que otra risa masculina.

—Semental, ¿sabes dónde está tu queridísima hermana? —preguntó Percy furioso ante la despreocupación de su amigo.

—Pues creo que en estos instantes la tendrás encima de uno de tus hombros colgada como un trasto cualquiera. Antes te vi salir de esa manera tan elegante de la fiesta. ¡Hola hermanita! —gritó Will felizmente a la espera de la contestación de Annabeth.

—Hola Will, Percy me ha secuestrado —contestó ella alegremente desde el hombro de su vecino.

—¡Tú calla! —regañó Percy a su carga mientras le golpeaba nuevamente el trasero y seguía con su conversación —. No la he secuestrado, está como una cuba gracias a su querido amiguito, que le ha metido por el gaznate todo lo que tuviera un mínimo grado de alcohol. No me atrevo a llevarla a tu casa, pues tu padre la está esperando en el salón y no creo que pueda meterla en su habitación sin que nos pillen y le echen la bronca.

—Pues déjala en el porche con una nota —bromeó Will con un hombre que en esos momentos carecía de cualquier sentido del humor.

—¡A ti sí que te voy a dejar en el porche, pero con una nota metida por el cu...!

—¡Vale, vale, era broma! ¿Por qué no te la quedas esta noche en tu casa y yo llamo a papá y le digo que se ha quedado a dormir con Clarisse?

—¿Me estás confiando a tu hermana? —preguntó Percy asombrado.

—Seamos realistas: tú la cuidas más que nosotros cuando estás aquí y, como os lleváis como el perro y el gato, dudo mucho de que os dé por enrollaros o algo parecido, así que en definitiva está a salvo de tus encantos de seductor.

—Pero Will, tu hermana está bo...

—Buenas noches, Percy. Te dejo. Has abandonado aquí a unos morenos muy guapos y solos a los que yo tengo que contentar —comentó Will rápidamente antes de colgar el teléfono sin darle tiempo a Percy a contarle que algunas personas estando borrachas actuaban como nunca lo harían sobrias. «Bueno, espero que Doña Listilla no sea de ésas», pensó Percy mientras la subía hacia su habitación resignado a cargar con ella.

My Perfect GuyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora