A pesar de que el hombre perfecto existía, él no era para mí.
Yo nunca podría ser feliz a su lado porque él no me enfurecería hasta el punto de desear tirarle un zapato, porque él no me haría ridículos regalos que me harían llorar, porque él no me exigiría que cumpliera mis apuestas con escandalosas proposiciones, o nunca me dedicaría la serenata más espantosa de mi vida.
Ni me dibujaría un sapo que parecía una vaca, ni tampoco me diría mil veces al día que me quería sin dejar de insistir en ello porque dejar de hacerlo era sinónimo de abandonar, y él nunca abandonaba...
«Hasta ahora», pensé.
Las lágrimas comenzaron a brotar nuevamente de mis ojos. No, no podía convertirme en Doña Perfecta si eso significaba no ver a Percy nunca más. Sequé mis lágrimas, molesta con él por no haberse presentado y por hacerme ir tras él con ese estúpido vestido, así que me dirigí rápidamente hacia ese novio que no era para mí mientras la orquesta aumentaba el ritmo de la música siguiendo mis pasos.
—Lo siento, Logan, eres el hombre perfecto, pero no eres para mí —declaré decididamente por primera vez en mi vida.
—Él me lo advirtió, pero yo no quise creerlo —comentó Logan, molesto.
—¿Quién te advirtió qué? — pregunté confusa.
—Percy me dijo que no te casarías conmigo, que lo amabas a él. Como le gustan tanto las apuestas, le propuse que, si tú y yo nos casábamos, lo mejor sería que desapareciera del pueblo; por el contrario, si él se casaba contigo, desaparecería yo.
—¡No tenías ningún derecho a echar a Percy Jackson de este pueblo! —grité furiosa mientras apretaba uno de mis puños con fuerza y, sin saber cómo, me encontré golpeando a Don Perfecto en la cara hasta tumbarlo en el suelo, donde lo increpé con muy malos modos—. ¡La única que tiene derecho a echar a Percy de este pueblo soy yo!
Luego me marché apresuradamente de la iglesia entre las risas de algunos, la indignación de otros y los intercambios de dinero por parte de casi todos.
Me detuve a las puertas de la iglesia sin saber qué hacer. ¿Cómo podía localizar a Percy? Le arranqué el teléfono móvil a uno de mis hermanos, que se había acercado nervioso, y después de varias llamadas sin respuesta a Percy descubrí que el muy cabezota no le había dicho a nadie adónde narices iba.
Miré con desesperación a todos lados en busca de una señal divina que me permitiera saber cómo podía volver a recuperar a mi hombre imperfecto y allí, delante de mí, encontré la respuesta.
Ignorando los gritos de advertencia de mis hermanos, desgarré la parte inferior de mi vestido y lo arrojé a la enfurecida Alexandra, quien pasaba por allí justo en ese instante, y me metí en el coche de policía del señor Argos.
Por suerte tenía las llaves puestas y, cogiendo desesperada la radio entre mis manos, supliqué a Chronos, uno de los policías más jóvenes del cuerpo, que detuviera a un hombre sospechoso de robo de vehículo.
Le di la descripción y la matrícula de Percy, luego puse el coche en marcha y me dirigí hacia las afueras del pueblo con la esperanza de que mi Sesos de Alga me perdonara una más de mis trastadas después de confesarle mi amor.
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My Perfect Guy
Teen FictionDesde que Annabeth vio por primera vez a Percy decidió que su lista sera hecha de todo lo contrario. Y... bueno Percy ,alias el salvaje, solo lanzaba manzanas a Annabeth pidiéndole casarse con ella. Percy: ¿Lista? Mis cojones, me convertiré en tu pe...