Capítulo 32

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Percy, repleto de ira y resentimiento hacia el hombre que le había arrebatado a su único amor, clavó el cuchillo con el que había estado jugando todo el tiempo en el panecillo más cercano, imaginándose que éste era el cuello de míster perfecto.

Dejó allí el cuchillo mientras sacaba de sus pantalones la sencilla alianza de oro que tenía grabado sus nombres; los leyó una y otra vez, y la agarró fuertemente en su puño.

Después, simplemente la devolvió a su bolsillo.

El camarero se acercó a la mesa una vez más, impaciente por deshacerse de esos clientes nada habituales. Se asustó al ver el amenazante cuchillo clavado en el pan y preguntó, algo atemorizado, pero insolente.

—¿Desea el señor que le traiga otro panecillo para apuñalar?

—No gracias, tráigame la cuenta — pidió Percy tendiéndole una tarjeta de oro que sólo los clientes VIP llegaban a conseguir—. Y dígale a Grover que el viernes próximo vendré a traerle esos muebles especiales que me pidió para el bar.

El camarero entregó el mensaje y fue seriamente reprendido por el dueño por intentar cobrarle al hombre que había convertido ese restaurante poco antes ruinoso en el lujoso y elegante establecimiento que era en ese momento.

Percy fue invitado por el propietario a la zona del bar, donde se le ofreció barra libre para él y sus amigos; Grover no tuvo que insistir demasiado para que aceptara: en esos instantes lo que más necesitaba era una copa.

Aunque dos horas después, lo que menos necesitaban los tres amigos era probar una gota más de alcohol.

—He estado a esto —dijo Percy señalado entre sus dedos un espacio muy pequeño— de conseguir casarme con tu hermana.

—No me lo creo, esa lista parecía imposible —balbuceó Malcolm dando otro trago a su copa.

—Ya tenía logrados cuatro puntos, casi seis si le hacía admitir que soy bueno en la cama, y de repente aparece Don Perfecto salido de la nada y, ¡pum!, todo se va a la mierda —gesticuló un tambaleante Percy.

—¿Sabes lo que tienes que hacer? —intervino Will cogiendo una servilleta de papel.

—No voy a permitir que ese estúpido niño mimado se quede con ella, yo sé que la puedo hacer mucho más feliz de lo que podrá hacerla él con todos sus espléndidos encantos. Así que no voy a tirar la toalla —decidió Percy poniéndose en pie y acabando su copa de un trago.

—¡No quiero que abandones, he apostado por ti! Lo que tienes que hacer es una lista con las cualidades de tu chica perfecta y restregársela por las narices para que esté igual de jodida que tú por su culpa —aconsejó Will.

—¿Qué es eso de que has apostado por mí? —preguntó Percy tremendamente confuso.

—En el bar de Dionisio hay una pizarra donde se admiten apuestas sobre quién se casará con Annabeth, y tío, ¡casi nadie apuesta por ti! Y eso que todo el pueblo participa —confesó Will tambaleándose en la silla.

—¡Dame, yo empiezo con la lista! —gritó Malcolm mientras le arrancaba la servilleta a su hermano y sacaba un bolígrafo de su chaqueta—. La mujer perfecta —recitó mientras escribía torcido—. A ver, primero: tiene que ser lista —apuntó.

—¡Qué dices! —exclamó Will arrebatándole el papel y tachando el primer punto

—Cierto de ser lista está sobrevalorado. Lo que ha de tener son unas buenas tetas —decretó Malcolm.

—Pero mi mujer perfecta ya sé como es: mi mujer perfecta es Annabeth. Es lista, guapa, una gran artista, cabezota, apasionada... —dictaminó el enamorado Percy.

—¡Calla, calla! No sabéis hacer la lista, sois un par de nenazas —señaló Will a su amigo Percy y a su hermano Malcolm

—. Tiene que tener muchas tetas — escribió Malcolm.

—Sí, ¡por lo menos dos! — especificó Will riéndose a carcajadas.

—¡Tíos, estáis borrachos! — informó Percy.

—¡Sí! ¡Como una puta cuba, pero esta lista la terminamos! —pronunció Will decidido.

Y la lista de la mujer perfecta de Percy se realizó en un bar a las dos de la madrugada por tres amigos borrachos que apenas podían escribir.

Cuando la lista estuvo acabada, los Lowell mandaron a Percy en un taxi a casa de sus padres para que le recitara a su hermana cada uno de los puntos que ella nunca podría llegar a cumplir, porque no era perfecta.

My Perfect GuyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora