Cuando Doña Listilla y el Salvaje dejaron el pueblo, todo permaneció en calma.
Los días volvían a ser monótonos; las tardes, aburridas, y las noches, silenciosas y sosegadas. Pero en el momento en el que los dos volvieron de vacaciones, hubo una paz nada habitual entre ellos. Todos sospecharon que se trataba de la calma que precede a la tormenta y empezaron a apostar quién sería el primero en romper la tranquilidad que los mantenía a todos tremendamente adormecidos en sus deberes matutinos.
Las vacaciones de Navidad duraban apenas unas semanas, pero aun así Annabeth había decidido regresar al hogar. Uno de sus compañeros de clase, Leo, un chico guapo y risueño que siempre estaba rodeado de chicas, iba a quedarse solo en esas fechas tan señaladas, así que, sintiéndose llena de compasión y de lástima, se decidió a invitarlo a acompañarla.
¡Craso error!
¿Quién podía llegar a sospechar que todo el pueblo se revolucionaría ante su llegada? Leo Valdez era apuesto, de rulos cabellos marrones y unos atrayentes ojos ámbar que hacían su rostro de adonis muy interesante. Su cuerpo, a pesar de dedicarse sólo al arte, era firme y fuerte. Sus deportes favoritos, la natación y el footing. De humor siempre alegre y despreocupado, la hacía reír y le recordaba a su hermano Will; por eso y porque añoraba su casa, acabaron siendo pareja en algún que otro proyecto de clase.
Annabeth se hallaba empaquetando sus cosas cuando él se acercó a preguntarle dónde pasaría las vacaciones y ella, ilusionada, le describió su hogar como si de un sueño se tratase:
—Iré a mi casa, Leo. No te puedes creer lo maravillosa que es en esta época del año: el pueblo entero se cubre de nieve, los niños hacen muñecos por todos lados, las casas compiten con los adornos y, aunque en ocasiones puedan parecer recargadas, son adorables. También hay una función de Navidad en la que el tema lo eligen los vecinos; por lo tanto, te puedes encontrar obras tan estrafalarias como El padrino — Annabeth hizo una pausa y continuó su descripción con una sonrisa—. Todos son amigables unos con otros, y el encendido del árbol en la plaza es algo precioso. ¡Tengo unas ganas tremendas de pasar estas fiestas en mi hogar! ¿Y tú Leo? ¿Dónde irás?
—Yo me quedaré aquí, solo — respondió Leo—. Ya sabes que mi familia es prácticamente inexistente y no me hace demasiada ilusión visitar a mi madre borracha en su vieja caravana.
—¡Pobre! ¿Y no tienes ninguna chica con la que pasar las fiestas, ningún primo lejano que visitar? —quiso saber Annabeth, preocupada por la soledad de su amigo en fechas tan especiales.
—Estaré solo, pero tú no te preocupes por mí: ya estoy acostumbrado a ello —expresó Leo quejosamente.
—¡Ningún amigo mío pasará solo estas fiestas! ¿Por qué no te vienes conmigo a casa de mis padres? Tenemos una fantástica habitación de invitados y seguro que los habitantes de Olimpia te recibirán encantados.
—Está bien, si me lo pides así... — comentó Leo sonriente aceptando pasar sus vacaciones en un pueblo muy particular.
Percy llegó ese año cargado de regalos para el día de Navidad un poco antes de lo habitual en él, y trajo consigo uno muy especial para Annabeth. Había pensado en obsequiarla con un anillo de compromiso, pero, como era demasiado pronto y probablemente se lo tiraría a la cara, le compró un precioso par de zapatos rojos de tacón de aguja, pues, tras pasar un día frente al escaparate en el que estaban expuestos mientras hacía alguna compra de última hora, no pudo dejar de imaginarse a Annabeth desnuda y luciendo solamente esos espléndidos zapatos. Cuando llegó, su madre y su abuela corrieron a recibirlo con un gran abrazo. Mientras Sally lo llenaba de besos y preguntas sobre su salud, su abuela lo reprendía con una sonrisa por las posibles travesuras realizadas. Continuaron atosigándole hasta las escaleras, donde le apremiaron a dejar sus cosas en su habitación y a que bajara con rapidez para tomar un tentempié tras el largo viaje.
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My Perfect Guy
Teen FictionDesde que Annabeth vio por primera vez a Percy decidió que su lista sera hecha de todo lo contrario. Y... bueno Percy ,alias el salvaje, solo lanzaba manzanas a Annabeth pidiéndole casarse con ella. Percy: ¿Lista? Mis cojones, me convertiré en tu pe...