Capítulo 50

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A unos cinco kilómetros a las afueras de Olimpia había sido detenido Perseus Jackson mientras conducía tranquilamente hacia la casa de uno de sus antiguos amigos de la universidad.

Tras abandonar todo lo que tenía, y estando seguro de que no deseaba ver como Annabeth se casaba con su príncipe azul y ambos vivían felices para siempre, a primera hora de la mañana había llamado sus amigos Connor y Travis Stoll, ellos eran de los pocos con los que aún mantenía contacto después de tantos años, comentándole lo deseoso que estaba de cambiar de aires.

Los ahora jugadores profesionales de fútbol americano no habían tardado mucho en invitarlo a su lujoso hogar para que se divirtieran rememorando viejos tiempos. Ellos, como buenos amigos y compañeros, le había ofrecido su casa para que descansara plácidamente mientras pensaba qué hacer con su vida, y en el momento en el que Percy decidía finalmente rendirse y dejarlo todo atrás conduciendo abstraído, aparecía Chronos, un policía novato del pueblo, y lo detenía por un supuesto robo de vehículo.

¡Cómo si todo el pueblo no supiera que esa furgoneta era suya desde hacía años!

Tras intentar hacer entrar en razón al policía mostrándole los documentos del coche, frustrado e irritado por todo lo que ocurriría aquel día, le arrojó furiosamente los papeles a la cara, tachándolo de idiota.

Por ese motivo Percy permanecía ahora esposado y tumbado encima del capó de su coche, a la espera de que confirmaran su versión de los hechos. Mientras intentaba una vez más convencer al necio novato de su error, el coche de policía del señor Argos aparcó junto al arcén; Percy respiró aliviado pensando que al fin se solucionaría todo cuando la puerta del coche se abrió y de él salió Annabeth Chase con un vestido de novia destrozado pero luciendo de lo más bonita.

De cintura para arriba Annabeth podría protagonizar la portada de una revista de novias, de cintura para abajo lo único que la tapaba era una fina gasa de seda que le llegaba hasta las rodillas, dejando entrever con cada paso que daba un poco de su insinuante liguero blanco.

Definitivamente, era la novia más sexy e irresistible que había visto en su vida, y lo que más le dolía era que no era para él.

—Por última vez, señor policía, ¡Hace años que soy el propietario de esa furgoneta! —intentó explicarse de nuevo Percy, ignorando deliberadamente la figura de la mujer que se dirigía hacia él.

—Hola, Sesos de Alga, ¡tengo que hablar contigo! —dijo Annabeth temerosa mientras intentaba acercarse a él.

—¡Hablaría contigo encantado si no fuera porque estoy siendo detenido y no puedo! —gritó ofuscado Percy.

—¡Pero es algo importante! — insistió acercándose al capó del coche, donde permanecía inmovilizado.

—¡Señorita, no se acerque más a este hombre! —repuso Chronos—. Es peligroso, me lo han comunicado por radio hace unos minutos.

—Sí —confirmó Annabeth—, lo sé. Lo he dicho yo, pero sólo era para que lo detuvieran rápidamente. Él nunca me haría daño.

—¡No estés tan segura! —gruñó Percy intentando incorporarse y siendo tumbado nuevamente contra el capó—. ¿Se puede saber por qué narices has hecho que me detengan, Annabeth? ¿Es que estás loca? —exclamó irritado haciéndola enfadar.

—¡Sí! ¡Debo de estar loca para dejar plantado a Don Perfecto en el altar por ti, porque a cada paso que daba hacia él solamente podía recordarte a ti y desear que me sacaras de allí antes de que cometiera un error! —chilló Annabeth entre sollozos—. ¡Debo de ser estúpida si el único amante que he tenido en mi vida eres tú, y si el único con el que deseo pasar el resto de mis días eres tú!

My Perfect GuyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora