Acalorada por el momento de ira, Annabeth intentó despertarlo varias veces para exigirle explicaciones, pero era una masa de músculos inamovible que roncaba como un camionero.
Cansada por todo lo ocurrido esa noche, le dio la espalda al varonil cuerpo de Percy que ocupaba prácticamente toda la cama y se tapó con la sábana, declarando indignada
—No puedo resistirme a ti, pero lo intentaré.
Percy abrió los ojos en medio de un infernal dolor de cabeza. Era como si un elefante le hubiera pateado los sesos. Los primeros rayos de sol lo hicieron gemir; se incorporó con lentitud para comprobar finalmente que no estaba en su cama, y que un bonito cuerpo desnudo descansaba junto al suyo. Al intentar recordar lo ocurrido aquella noche le sobrevino una fuerte punzada de dolor, pero las pocas imágenes que acudieron a su memoria le hicieron sonreír satisfecho.
Su Listilla se había rendido nuevamente entre sus brazos y los dos habían disfrutado de una magnífica noche de sexo desenfrenado. Él acarició despacio el hermoso rostro de su amada, apartando sus ahora lisos mechones de pelo y, emocionado, apartó con delicadeza la sábana que cubría su desnudez para deleitarse con su belleza: sus senos habían crecido un poco, haciéndolos perfectos para abarcarlos con sus rudas manos, y su trasero era firme y perfecto para acoger su miembro entre sus duras nalgas. Las curvas de su cuerpo se habían moldeado, dándole un toque entre mujer adulta y sexy gatita que lo hacía volverse loco. Sus piernas seguían siendo largas y torneadas a pesar de que ella fuera más pequeña que él.
Su rostro era, sin duda, de inigualable belleza, con sus suaves cabellos rubios y sus preciosos e intensos ojos grises que le hacían pensar en el majestuoso color del cielo ante una tormenta. Sus rasgos constituían una mezcla entre la princesa perfecta y un duendecillo malvado.
Eso era lo que más le gustaba de ella: su capacidad de pasar en unos segundos de ser Doña Perfecta a un travieso diablillo que intentaba parecer inocente.
Una fresca brisa penetró por la ventana y ella se acurrucó más, en busca de calor, mientras mascullaba entre sueños.
—Sesos de Alga...
—Seguro que se refería a mí — suspiró Percy resignado mientras cubría otra vez su desnudo cuerpo con la sábana.
Al parecer, lo ocurrido la noche anterior no había aclarado mucho las cosas entre ellos dos, pero él había sacado una cosa en claro: Annabeth no amaba a Don Perfecto, porque, de lo contrario, no hubiera pasado la noche entre sus brazos gritando constantemente su nombre. Sonrió decidido besando sus labios, para desearle los buenos días. Tras arrancar un suspiro de su boca, Annabeth se despertó algo desorientada, y Percy supo el momento preciso en el que rememoraba lo ocurrido, porque fue entonces cuando lo miró furiosa, echándole toda la culpa y apartándose de él mientras enrollaba la sábana en su cuerpo como si de una toga se tratase.
—¡Vete de aquí, Percy!— vociferó Annabeth, histérica.
—Pero listilla, tenemos que hablar —repuso Percy sentándose en el lecho sin molestarse en vestirse—. Sé que cuando llegaste al principio del verano me comporté como un idiota, pero estaba celoso y... No tengo perdón, pero quiero que me perdones y que empecemos de nuevo.
—¡Tú y yo no tenemos nada, Percy Jackson, y nuestro trato se rompió en el preciso instante en el que planeaste cómo echar a Logan del pueblo! Me prometiste que no lo harías, que me dejarías en paz ¡y me has mentido!
—¡Joder Annabeth, me he controlado! Ni siquiera le he tocado un pelo a ese señoritingo al que tengo ganas de asesinar. ¡Pero no me pidas que renuncie a ti porque eso no puedo hacerlo! Te quiero Annabeth y nunca dejaré de luchar por estar contigo.
—¡Me prometiste dejarme en paz cuando lo encontrara! —insistió Annabeth—. Cuando tú estás cerca no me dejas pensar, no puedo aclarar mis ideas y todo se confunde en mi mente — explicó entre lágrimas descontroladas.
Percy la abrazó fuertemente contra su pecho consolándola y limpiando con dulzura su rostro con el dorso de la sábana. —Si no estás segura de que él sea tu príncipe perfecto, no te puedes casarte con él aunque te lo haya pedido. Sobre todo después de que lo hayamos hecho sin protección, podrías estar embarazada de mí.
Annabeth lo apartó de su lado llena de rabia y lo encaró.
—¿Cómo sabías tú que Logan me pidió ayer la mano en matrimonio?
—Porque te estaba espiando, como en todas las citas que has tenido con ese estúpido niño mimado —confesó sin arrepentimiento alguno al ser descubierto.
—¿Con qué intención viniste ayer a mi cuarto? ¿Querías relatarme una estúpida lista o querías acostarte conmigo para dejarme embarazada sin darme opción alguna a elegir?
—No lo sé Annabeth, estaba borracho y hablé de muchas cosas con tus hermanos...
—¿Con qué intención? —exigió Annabeth, trastornada.
—¡Joder, Annabeth! No te voy a mentir diciéndote que no se me pasó por la cabeza dejarte embarazada, pero si lo hice te juro que fue inconscientemente y...
—¡Fuera! —chilló tirándole la ropa —. ¡Vete antes de que coja la escopeta de mi padre y te pegue un tiro, que es lo que debí hacer ayer cuando entraste en mi habitación! —señaló finalmente indicándole la ventana como única vía de escape para su retirada.
Percy se vistió rápidamente antes de abrir la ventana y volverse con la determinación marcada en el rostro. —Annabeth, esto no va a quedar así —declaró sin perderla de vista mientras se marchaba y ella cerraba con pestillo su ventana, recordándole con ello que nunca había sido invitado a su cama.
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My Perfect Guy
Teen FictionDesde que Annabeth vio por primera vez a Percy decidió que su lista sera hecha de todo lo contrario. Y... bueno Percy ,alias el salvaje, solo lanzaba manzanas a Annabeth pidiéndole casarse con ella. Percy: ¿Lista? Mis cojones, me convertiré en tu pe...