Capítulo 26

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¡STOP! LLEGAMOS A LA CUMBRE DE LA HISTORIA...

FINALMENTE, APARECERÁ DON PERFECTO, LA PAREJA IDEAL DE NUESTRA LISTILLA.

¿ADIVINAN QUIEN ES?

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Habían pasado dos años desde que Annabeth se marchó de nuevo a la universidad. Durante las Navidades había estado ocupada con su nuevo trabajo, y en verano, con tan sólo unas pocas semanas de vacaciones, no tuvo tiempo de regresar a casa.

Dos años sin poder ver su rostro ni oír nuevamente su risa, dos años recibiendo noticias a través de sus hermanos y padres, dos años que Percy Jackson había pasado mejorando su forma de ser y su vida para poder tener un futuro junto a Annabeth.

La casa del lago había pasado de ser un horrible montón de ruinas a una asombrosa construcción de paredes blancas, tejas rojas y ventanas de vidrios embellecidos por hermosos dibujos. El interior disponía de nuevos suelos de madera y una hermosa combinación de muebles rústicos y clásicos, la mayoría de ellos fabricados por él. Percy ya no se encerraba en la casa del lago para evitar a sus vecinos, ahora ése era su hogar. Después de la marcha de Annabeth había vuelto a salir, y sus amigos y vecinos lo habían ayudado a labrarse un futuro: ahora poseía una pequeña tienda de muebles y había ganado bastante dinero comprando casas viejas del pueblo para luego reformarlas y venderlas a un coste mucho más elevado. Su socio en este negocio era el señor Chase.

Cuando Frederick Chase vio la que fue su vieja casa del lago convertida en un espléndido hogar, no tardó mucho en tocar a su puerta y ofrecerle un trabajo. La primera vivienda para rehabilitar la compró el señor Chase; Percy puso algo de dinero para los materiales y juntos pagaron alguna que otra ayuda a bajo coste. El resultado fue que ganaron el triple de lo invertido. Percy se quedó con el veinte por ciento, suficiente para que la siguiente casa la compraran a medias y corrieran a partes iguales con los gastos. El resultado fue mejor que el anterior, ya que los nuevos propietarios quedaron tan encantados que pagaron cuatro veces su valor inicial. En total había realizado ya cinco reformas, ganando finalmente una considerable cantidad de dinero para poder abrir una pequeña tienda. Su madre, animada por la idea, había insistido en encargarse de vender los muebles que Percy fabricase; así, él únicamente tenía que construirlos en su casa y llevarlos a la tienda del pueblo, donde Sally apuntaba encargos especiales de los vecinos, ya fueran de muebles o de arreglos en sus hogares.

De esta manera, Percy con tan sólo veintiséis años, disponía de un hermoso hogar y un futuro prometedor. Ahora nada más le faltaba convencer a Doña Listilla de que se casara con él, y eso era, sin duda alguna, lo más difícil de todo.

—Dime una vez más por qué te estoy ayudando a cargar con este armatoste en mi día libre —se quejó Will entre resuellos, ya que estaba ayudando a Percy a bajar un pesado escritorio de un camión que anunciaba «Muebles Sesos de Alga».

—Porque te prometí fabricar una mecedora para tu madre y una librería para tu padre.

—¡Joder, Percy! ¿Por qué no haces los muebles en la tienda? Así no tienes que utilizar a tus amigos como mulos de carga cuando los muebles pesan como diez hombres.

—No exageres, sólo pesa como cinco —contestó Percy posando delicadamente el escritorio en el suelo de la acera para tomarse unos segundos de descanso antes de volver a cargar con él hacia el interior de la tienda.

—Por cierto —comentó Will mientras secaba el sudor de su frente—, el señor Apolo me ha rogado una vez más que hable contigo para que abandones definitivamente sus clases de canto. Así que, ¿por qué no dejas de torturarnos los oídos a todos y lo dejas, tío? Nunca vas a ganarte la vida cantando.

—No es eso, es que tengo que conseguir cantar bien —respondió Percy.

—¿Por qué narices tienes que atormentarnos a todos en el proceso? Si lo estás haciendo por una chica, no merece la pena.

—Toma —le tendió Percy un papel viejo y doblado a su amigo. —¿Qué mierda es ésta? —exclamó Will después de leer la lista.

—Es la lista que tengo que cumplir si quiero casarme con tu hermana.

—¡Un momento! ¿Tú te quieres casar con Annabeth? —planteó un sorprendido Will—. ¡Pero si os lleváis como el perro y el gato y hace dos años que no os veis!

—Ella prometió darme un tiempo para convertirme en su hombre ideal y cuando vuelva este año la convenceré de que soy ese hombre.

—¡Pero Percy, tú y mi hermana...! ¡Ni siquiera habéis salido juntos! ¿Cómo sabes que a ella le gustas?

Percy levantó una de sus cejas mientras miraba a su amigo sin saber cómo describir su relación con Annabeth.

—¿Tú qué crees? —se limitó a responder, decidido a que Will imaginara el resto.

—¿Con mi hermana? ¿Te has estado acostando con mi hermana? ¿Desde cuándo? —indagó Will, molesto.

—Desde que ella tenía dieciocho años y yo veinte. Todos los veranos y Navidades que volvíamos a encontrarnos acabábamos en la cama.

—Y el verano en el que arreglamos tu casa, ese año estábamos nosotros, no pudiste... ¿o sí?

—Por poco nos pilláis un par de veces, pero sí —confesó Percy con una sonrisa.

—Sabes que ahora tendré que matarte, ¿verdad? Luego lo hará Malcolm y, finalmente, mi padre te pegará un tiro — se arremangó furiosamente la camisa mientras se dirigía hacia su amigo.

—¡No me jodas, Will! Te lo he contado porque estoy harto de ocultarlo. La primera vez que vi a tu hermana me enamoré de ella, y cuando conseguí acostarme con Annabeth lo primero que hice fue pedirle una relación seria. Si no le propuse matrimonio en ese instante fue porque hubiese salido corriendo. ¿Y qué hizo ella? Me dijo que era imposible y me mostró esta estúpida lista. Llevo más de cinco años intentando parecerme un poco a esto — indicó mostrándole la lista.

Will se calmó un poco al ver lo enamorado que estaba su amigo de su hermana. Finalmente se acercó a él para darle un fuerte abrazo.

—¡Así que seremos cuñados!

—Sólo si logro demostrarle a Elisabeth que soy mejor que esto, y si no aparece míster perfecto mientras tanto, claro.

—Tío, no es posible que en el mundo haya un tipo que sea así por su propia naturaleza. Tranquilízate, ahora que lo sé, Malcolm y yo te ayudaremos.

—Eso no me tranquiliza en absoluto —comentó Percy mientras volvían a cargar con el escritorio.

—¿Quieres un consejo de hermano y amigo? —añadió Will en ese momento —. No le dediques nunca una serenata, cantas como una urraca apaleada.

—Ya lo hice cuando tenía quince años, por eso está en la lista.

—¡Vaya! ¿Y qué hizo Annabeth?

—Llamó a la policía.

—¡No me jodas! ¿La vaca moribunda acompañada de una banda de rock eras tú? —preguntó Will entre carcajadas mientras Percy contestaba con un seco «sí», apremiándolo a entrar en la tienda para que pudieran olvidar ese lamentable incidente del pasado y no se lo recordaran a Annabeth y su implacable lista.

Por desgracia para Percy, Don Perfecto sí que parecía existir, y lo peor de todo era que se había trasladado a Olimpia.

Él fue uno de los primeros en conocerlo.

My Perfect GuyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora