Salí del departamento y me dirigí tan rápido como pude hacia la residencia donde vivía. Buscaría el coche de Charlie para ir a lo de Max.
Cuando llegué, mi primo todavía dormía, así que deje una nota de que llegaría tarde y tomé las llaves del coche.
Mientras emprendía camino hacia donde estaba Max, les dejé unos mensajes a mis amigos y novio (qué raro decirle así) y decidida, pisé el acelerador con rumbo a aquellos pastizales tan lejanos a mi vista por la gran estructura citadina.
Todos me habían contestado menos Steve, no me preocupé mucho porque él era dormilón y pensé que estaría, eso, dormido.
¿Te digo algo?
Tengo suerte de tener a Steve. Digo, en los momentos más críticos de la guerra o en lo que pasaba alrededor de mi, no me dejó.
Me ayudó, me brindó buenos momentos cuando sentía que en algún momento iba a explotar, y me gusta poder tener el cariño desde ese punto de vista.
Lo que más me gusta de él, es que no es un amor "Perfecto"
No es un amor tan empalagoso que llega a ser artificial
Tiene sus momentos de dulcería pero, a pesar de eso, lo disfruto.
Él me hace sentir cómoda ante todo, y me da la seguridad suficiente para poder seguir con mis proyectos o enfrentarme a mis problemas.
Con una caricia o un abrazo, entiendo que estoy en buenas manos, y me encanta.
En fin, creo que me puse bastante sentimental y ese no era el punto ¿no?
Vamos a volver a nuestro tema.
Al fin había llegado al lugar del encuentro; una casa bonita y a la vez arcaica de ladrillos. Mis botas rozaban con cada piedra y con cada planta que se cruzaba en mi camino, toqué el timbre dos veces y esperé afuera.
Después de unos minutos, me abrió el ojiazul.
-Eva –dice sorprendido-
-Max –contesto de forma antipática-
-Pasa –me abre la puerta-
Como él lo dijo, yo me adentré a su vivienda, y por más que me encuentre molesta con él, no puedo evitar ver la belleza de sus paredes y decoración.
-¿Qué haces aquí? Digo, estás en una casa a kilómetros de Londres –alza una ceja-
-Vengo por ti, Maxwell –digo seria, y juraría que mi pelo se había cambiado de color-
-No he hecho nada malo –alza las manos en forma de inocencia-
-¿Me lo juras? Porque he visto esta mañana en las noticias que ha habido demasiadas desapariciones muy "Mágicas" –hago un gesto con la mano-
-Eva no sé en qué estás pensando exactamente pero te juro que no he hecho nada, dejé los actos tenebrosos desde la guerra, y no he vuelto a eso –me mira con ojos de inocente-
-agudizo la mirada y veo en sus ojos un brillo rojo en ellos, volteo y está su túnica apoyada en su sillón- ¿Y esto?
-Me atrapaste, si utilicé la túnica pero no dañé a nadie, lo juro –dice frustrado-
-La máscara, la túnica, tu nerviosismo al hablar, si no es que volviste a los actos oscuros, tienes un secreto muy grande que revelar –cruzo los brazos-
Él me invita a pasar a su sala y trae dos tazas de té, se acomoda en un sillón, como un abuelo quien le va a contar una historia a sus pequeños nietos. Su aire me indicaba que en realidad era inocente, pero tengo la guardia arriba, no me gusta pensar que en un momento determinado estará jugando con mi mente y creer todo lo que sale de su boca.
-Mira, hace unos días, cuando empezaron las desapariciones, me empeñé en poder ver hacia dónde iban los malechores. Cuando los Scelestos nos ponemos la túnica, tenemos la posibilidad de pasar desapercibidos. En fin, cuando pude ver hacia donde iban, efectivamente, era el lugar donde había empezado la guerra, ese bosque marchito, donde se escondía la camilla de transformación –me mira a los ojos- Habían muchas personas en ese lugar, y valga la redundancia, perdidas.
>>Entonces cuando me iba acercando, me iba dando una angustia bestial en el pecho, que no sabía el porqué, ya que yo había estado en ese lugar varias veces, no podía darme esa sensación de un día para otro.
Se levantó del sillón en busca de algo, no sabía el qué, solo que se encontraba a metros de nosotros. Revisó en una estantería a lo cercano, y sacó un fajo de cartas y fotos en una de las gavetas más discretas de aquel accesorio rural.
Me lo dio sin decir una palabra, solo me miraba mientras volvía a su lugar, y su mirada de color penetraba mis manos.
Con los dedos jugando sobre aquello que me había dado, lo empecé a abrir. Tenía miedo y curiosidad a la vez, una combinación bastante rara de emociones a decir verdad.
Vi que habían cartas, muchísimas cartas, así que empecé por ahí.
Eran todas de una sola persona a un solo destinatario, la madre de Max a él.
Habían cartas desde el año 2000 a 2010.
Pero entre tantas que decían cuanto tiempo se iba a ausentar y que no volvería hasta dos meses más o cosas así, había una que me dejó helada y creo que hasta preocupé un poco a Max.
Decía:
"Hola Maxwell
Quería decirte que no podré volver a casa
He tenido problemas y no quiero que estés en medio de ellos
Solo te pido, o más bien, te exijo algo
Sigue con el propósito en el que trabajamos tantos años, y no tengas piedad ante nadie que sea de raza pura
-Jacqueline"
Miré a Max, su expresión no daba nada bueno de sí, solo tenía tristeza y me miraba con unas ganas vacías de saber a qué se refería esa carta, porqué ese pedazo de papel lo había destrozado por tantos años.
ESTÁS LEYENDO
Phantasiae
FantasyEva Collins, una chica de 16 años va a Londres para hacer un curso de fotografía y cine. Más adelante en su estancia, se entera de cosas sobre su familia y ella misma que la dejarán en gran duda sobre su origen. ¿Te atreves a acompañarla?