17: Revelación

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La mujer aparentemente si era quién había dicho Max, porque sonrió, pero no de una manera en la que esperas de una madre a su hijo, sino de una forma tan cínica y fría que incluso te daba mala espina. La mujer no parecía estar del todo cuerda, se encontraba fuera de sí, pero lo disimulaba demasiado bien.

-Mamá, ¿qué necesidad hay de todo esto? –dice Max soltándome de su agarre y mirándola con los ojos vidriosos-

-Resulta mi niño, que yo desde pequeña quise saber el origen del mundo, de las relaciones humanas y cómo llevarlas. Un día, descubrí el libro de magia oscura que tienes en tu mochila, era de mi padre.

>>Habla de todo tipo de formas para llevar a cabo las artes oscuras ¿verdad?, incluso la inmortalidad. Siempre, toda mi vida se fue de años y años tratando de descubrir la manera de vivir por siempre. Hice de todo; pociones, maldiciones, sacrificios hacia los magos más poderosos, sin saber que perdí mi tiempo durante cada segundo. Fingí mi muerte para poder tomar la forma de alguien más y esa persona de mí, para poder ir a Alemania y seguir mi investigacióna fondo.

>>Lo dejé todo; mi matrimonio, mi familia, e incluso mi cordura por llegar al límite, y dejar que la inmortalidad estuviese en mí, y fuera invencible. Estaba cerca, sin saber, que en realidad no estaba haciendo nada, ninguno de los sacrificios me serviría, ni animales, ni personas comunes o cualquier mago. Resulta que aquello a lo que me aleje me ayudaría, mi sacrificio final era mi propio hijo.

-Mira, no sé cómo llegaste a nuestra vida, no sé cómo sabías que yo estaba metida en la vida de Max hoy en día. Pero si sé algo es que ni él ni yo te tenemos respeto ni miedo, zorra –dije con el coraje a tope, a igual que mi pelo, que yacía de color rojo flama-

-¿Por qué haces esto? Ya la verdadera guerra terminó hace mucho –dice Max con un hilo de voz, quedando frente a frente con su madre-

-No, no ha terminado, me fallaste. Te dije en mi última carta que siguieras con lo que hemos estado trabajando, pero tú fuiste blando, e hiciste la amistad con una sangre pura –escupió de rabia su madre-

-En realidad es mi hermana, ella y yo somos hermanos al ser los pilares de energía entre cada especie de mago –aclaró Max, irguiéndose-

-No puedes hacer esto Max, nuestra familia ha tenido el respeto de los magos oscuros por años, vas a defraudar a tu verdadera familia –dijo su madre roja de rabia-

-Mi verdadera familia es un fraude, se dedicó durante años a suplantar identidades y romper más núcleos amorosos porque querían más personas bajo su poder, yo no quiero ser uno de ellos, Jacqueline, nunca fui uno de ellos ni nunca pensé como tú –respondió Max- me dejaste solo durante mi infancia solo porque la avaricia y la ambición te comió por dentro.

Jacqueline me dedicó una mirada que me quemaba, sabía que yo le había dado derecho de palabra a su hijo, y era inconcebible, porque él pensaría por él mismo y eso no le beneficiaba a ella en lo absoluto. Levantó la mano en el aire, y descendió a gran velocidad hacia la cara de Max, pero nunca se oyó el golpe final de la bofetada.

Max sostenía la mano de quién había sido su madre por la muñeca, con fuerza.

-Ya no soy tu niño mimado, Jacqueline, ya no soy la persona a la que has adoctrinado por tanto tiempo para ser una persona de daños. Soy por fin un chico libre, que puede pensar por él mismo sin miedo, y eso no me lo vas a arrebatar. Deja de buscar estas cosas, porque ya me perdiste, perdiste a todos los que te querían por tu demencia, ya no vale la pena buscar donde no hay –baja la mano de su madre con la suya y retrocede hasta donde estoy- yo pude ser feliz sin ti, no me quites ese derecho –pasa uno de sus brazos por mis hombros-

Unas flores azules rodearon a la madre de Max hasta que no pudimos verla, hasta que en unos segundos después, vimos a una persona totalmente diferente. El cabello platino se hallaba guardado en una trenza de pescado, y llevaba consigo un vestido de algodón blanco. Su mirada ida no estaba, en su lugar había una sonrisa que dejaba salir la verdadera maternidad de su rostro.

-Gracias –sonríe feliz y sonrosada-

-¿Por qué? –preguntó Max, todavía sin creerse que su madre se posaba frente a él como una figura maternal-

-Por sacarme de mi estado, estaba en una cárcel, dejé que todo pudiera conmigo y me encerré a mi misma, no lograba entrar en mí. Max, claro que tienes el derecho de la felicidad, y nunca te lo quitaría, te amo como nadie y perdón por no demostrarlo antes. Eva, perdón por darte tanto tormento, perdón por quitarte a tu padre, perdón por todo. Vengan acá –abre sus brazos-

Max, aunque todavía estaba molesto por todo lo que hizo ella a lo largo de su vida, la abrazó fuerte. Era la primera vez que la abrazaba desde niño, y no quise privarlo de sus verdaderos sentimientos. Creo que Max también lloró un poco porque su espalda temblaba a cada roce cariñoso de su verdadera madre. Cuando por fin se separó, se secó las lágrimas y volvió hacia donde me encontraba, sin quitar la mirada a los ojos cafés de su madre.

-Entonces, ¿estás....? –dijo Max mirando a Jacqueline-

-¿Muerta? Me temo que si, pero ya viví lo suficiente para volver a ver a mi hijo y disculparme por todos los destrozos que he hecho a lo largo de toda mi ausencia –alza los hombros- asumo que ustedes marquen una diferencia, y no tocar más las cicatrices del pasado –empieza a desaparecer- solo recuerden algo...Los muertos son los que menos importan, sino las almas que conllevaban y la historia a la que le da sentido todo, algunas dan más pena que el mismo funeral –niega con la cabeza- adiós, chicos.

Y despertamos.

Vimos como una de las túnicas se posaba en el suelo, ya la madre de Max no existía, ni su alma corrompida ni el cuerpo encarcelado.

-¿Estas bien? –pregunté tomando uno de sus hombros, en señal de apoyo-

-Mejor que nunca –me respondió antes de abrazarme-

Si, Phantasiae, Max conoció a su madre y pudo verla, déjalo llorar un rato. Anda, ve a leer el epílogo.

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