10: Rompecabezas

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Desde ese día.

Max y yo no nos separamos.

Nos unimos como nunca, queríamos llegar al fondo de esto juntos. Me ayudó a poder adentrarme a su mundo y él en el mío.

Nos volvimos los nuevos aprendices, superamos las expectativas, dejarnos llevar por la tentativa.

Sabíamos que no éramos de esas personas, sabíamos que no encajábamos fácilmente. Pero lo intentamos, nuestra cuerda floja cada vez estaba más alta, cada vez más cerca de la verdad.

Cada vez más cerca de la solución. Nos preparamos durante mucho tiempo para saber reaccionar ante la mayoría de los ataques posibles de parte de lado y lado.

A mi primo no le gusta mucho la idea de que la misma persona que ocasionó un colapso de gran importancia en nuestras vidas y muchas otras esté en contacto recurrente conmigo, pero le he explicado varias veces lo que está pasando y al final lo tomó como alguien más de la familia.

Aprendí que a veces, ser buena todo el rato no te llevará a ningún lado. A veces ser blanda te conducirá al peor infierno, entonces estoy lista para todo.

Estoy más que preparada para la defensa, y poder ser el mapa del mundo, el mapa que indique a dónde se dirige el futuro no muy lejano. La Eva que vino a Londres no es la misma, es parte del ayer, ahora soy una persona más segura de mi misma y sé de lo que soy capaz porque se honren las memorias obviadas.

Empecé a lo más pequeño: hablar sobre ello con mi primo. Si lograba concretar mis ideas con alguien que no fuera Max, podría aclarar mis prioridades antes de meterme en algo más serio.

Busqué a Damian, lo senté en el sillón y lo miré por una fracción de segundo antes de empezar a hablar. Su pelo se oscureció, y no pareció importarle en lo más mínimo. Quería que notara lo asustado y nervioso que se encontraba.

-Damian, yo... -me detengo, formulo mejor todo y prosigo- Damian debo llegar al fondo de todo esto, necesito saber qué es lo que pasa, quién está detrás de esto y como recuperar mi ciudad –lo miro a los ojos- Pero quiero que estés conmigo –tomo su mano, pero él se aparta rápidamente-

-¿No ves que esto me preocupa? Me frustra que te pueda pasar algo Eva, actúas de una manera egoísta y desproporcionada. Desde que empezaron las desapariciones, esto se te ha subido a la cabeza de una manera veloz –me mira con el ceño fruncido- No puedo creer que ahora te encamines a otra aventura de esas y termines mal, además que ahora estás del lado de Max. Estás del lado erróneo, apoyas a quien nos quitó a Charlie –dice mientras su ira crecía, nunca lo vi de esa manera-

-Yo creo... -apenas pude decir-

-¡NO CREAS NADA, POR EL AMOR A LOS ELEMENTOS! –me mira despectivo- te has pasado a la boca del lobo, tú misma te vas a hundir –suaviza su mirada al verme tan sorprendida de su comportamiento- Eva... -trata de tomarme del hombro pero me zafo-

-¿Que se me subió a la cabeza? –lo miro furiosa- ¿Quién quiso vengar a Charlie en un principio? ¿Quién quiso buscar la manera de encontrar la paz y poder seguir adelante? –se me aguan los ojos- Es increíble que la persona que me ha prometido estar en una posible segunda guerra es quien la ocasionó la primera vez. –tomo mis cosas- Bien, si no quieres estar ahí, es tu decisión y la respeto, pero quiero que sepas que te estás contradiciendo, y que bajo las circunstancias que sean, estamos bajo un momento de presión, y no puedes protegerme de lo inevitable –voy a la puerta-

Salí. Era de noche pero ya no me importaba, estaba hasta la coronilla y cansada. Esperar más de las personas, no que me guiará a ningún lado más que la desilución y la misma impotencia . Tomé el coche de Charlie y rompí a llorar en el volante.

Me miré en el espejo, ¿en qué momento cambió todo?

¿En qué momento ya no era la misma? ¿En qué momento quise cambiar el mundo dentro de lo desconocido?

¿Por qué me engaño?

Pisé el acelerador, pasé la luz roja varias veces, pero no le hacía caso. Tenía furia en mí y no frenaría por nada del mundo, ya no me conocía ni a mi misma. Hasta que llegué al muelle de mi ciudad.

Corrí por las barandillas y grité a todo pulmón, liberando todo lo que sentía, siendo vulnerable al mínimo roce, con riesgo de romperme. Mis ojos se mostraban débiles a cualquier rayo de luz que podría existir, aunque fuera producto de la luna.

Llegó un antes y un después de mi persona; no podía creer que fuera la misma. Mis ojos vieron tanto, mi alma soportó demasiado. Y mírame ahora, estoy llorando a altas horas de la noche en un muelle a la luz de la luna como único recurso.

Me levanté al cabo de unos minutos desahogándome, el volante fue el respaldo que necesitaba para poderme erguir de nuevo. Aunque alguien tocó la puerta del coche cuando estaba a punto de arrancar.

Era Max.

Sin decir nada, lo abracé. Él me correspondió sobando mi espalda y diciéndome cosas bonitas para calmarme.

-Primera regla de la fraternidad: estar para el otro en los momentos difíciles –dice mientras me sonríe-

-Gracias, Max –río triste-

-Vamos a mi casa de campo, no queda muy lejos de aquí y quiero que me cuentes porqué estás en un muelle, lejos del despartamento a estas horas –se monta en el coche como piloto-

Mientras llegábamos a la casa, él me hablaba que vería la estancia y otras habitaciones con muchísimas cajas a causa de la mudanza próxima. Sus palabras me calmaron bastante y olvidé por unos momentos lo que me tenía mal.

Cuando por fin llegamos, Max tomó mi mochila y me invitó a pasar. La casa sin duda estaba diferente a la última vez; las cajas abundaban en cada rincón del lugar, pero sin quitarle el aire encantador.

-¿Quieres un té, café, agua? –se acerca a la cocina-

-Un poco de agua estaría bien –veo los cuadros de alrededor con gran entretenimiento-

Habían pinturas viejas y fotos de su época, las sepia eran la mayoría, y cada una cargaba una historia. Una mujer de mediana edad, rubia y de ojos cafés miraban con gran furor a los huéspedes, supongo que era la mamá de Max, ya que tenía a un niño de ojos claros tirando de los pliegues de su hermoso vestido.

Me entraba gran curiosidad de saber qué pasó con la madre de Max, si la habrán secuestrado o simplemente había huido de sus problemas. Pero a veces me duele tener razón en cuanto a que Max se ha quedado solo el resto de su vida por su culpa.

Pero no creo que le guste a Max hablar de ello, o por lo menos pensarlo. Creo que de alguna manera él no ha cerrado el ciclo de la despedida y quiere tratar de sanarlo con el olvido.

Miré a mi hermano indirecto, él al igual que yo, miraba con gran interés aquella foto que yacía estática en su pared, como si fuera la primera vez que la nota y se pone a detallarla.

-Max –lo tomo del hombro- ¿Estás bien?

-Totalmente –dice mirando en un punto fijo de aquel cuadro- Vamos, te enseño dónde dormirás.

Y subimos escaleras arriba. Nunca me imaginé que tuviera tanto espacio una casa así, pero me equivocaba, era quizás la casa más hermosa que haya visitado. Si no fuera porque la primera vez que vine estaba enfurecida, me hubiera dado a la tarea de detallar todo con más claridad.

Pero ahora, era tan bonita a su manera que no podía dejar de mirar. 

PhantasiaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora