Porque en la vida nunca bastaba, Gaspar creía conocer la felicidad plena junto a su novia, pero un día se da cuenta que nada de eso es real, anhela nuevamente esa libertad, ese deseo de volver a ser como antes. Dejando atrás una ciudad que lo vio na...
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Valentina Fuentes
Miraba el horizonte desde su cama, mientras acariciaba esos mechones rubios, y lo revolvía un poco más. Gaspar dormía plácidamente a su lado, y su corazón parecía estar apretado. Siempre pensaba en cosas anticipándose, y el día anterior creía que él se había ido. No lo escuchaba caminar por los pasillos, por lo que se levantó para comprobarlo, pero ahí lo vio, frente a ella con esa mirada tibia, que le temperó, luego vino a pasar la noche a su lado. Sabía que nada entre ellos era igual a antes, pero parecía que hasta había mejorado, si hasta sus miedos se esfumaban estando a su lado. Se olvidaba del dolor, la angustia, y la desesperación.
La propuesta de Gaspar la había tomado completamente por sorpresa, jamás se lo imaginó. Las imágenes de su familia, la forma de hablar de ellos, le hacían ver el amor que tenía hacia ellos. Algo que jamás había experimentado.
Gaspar se removió un poco a su lado, y quedó con el rostro cerca. Cómo lo había extrañado, no tenía siquiera palabras para describir la sensación que tuvo cuando lo vio entrar a la sala del hospital, si parecía que todo había carecido de importancia, él llenaba esos espacios.
Escuchó que alguien abría la puerta, y se tensó. Pero después se relajó, al saber que nadie más que Lucía tenía su llave. Entró al dormitorio en silencio, y la quedó mirando, levantó las cejas insinuante y ella negó con la cabeza. Pero le hizo el gesto de silencio, no quería molestarlo. Se veía tan relajado. Pero entonces Gaspar movió su mano derecha que fue a su vientre, y le metió mano sin tapujos, le sostuvo la mano colorada de la vergüenza, al tener a Lucía viendo todo.
-Gaspar.- Dijo tratando de despertarlo. Lucía parecía que en cualquier momento se atacaba de la risa, pero el sinvergüenza no quitaba la mano de su monte de venus.
-¡Dios qué calor me dio viendo esto!- La voz de Lucía parecía burlesca, y milagrosamente hizo despertar del letargo a Gaspar.
- Hola, Gaspar. Pero qué ganoso despiertas en las mañanas.- Él rió, y provocó que su piel se erizara.
- Buenos días.- Dijo ella susurrando, él se estiró y se levantó de la cama. Tuvo que tragar cuando vio el bulto en los pantalones de Gaspar, y su amiga que miraba sin tapujos esa zona.
- Mejor iré a prepararte desayuno.- Dijo Lucía, saliendo.
- No, quédate acá. Lo hago yo.- Dijo él, sonriéndoles a ambas.
- ¿Y éste tan contento que despertó? ¿Le diste algo así lesionada?
- No... estás loca. Mejor me ayudas que quiero darme una ducha.
- ¿Y no se lo pediste a él?
- Deja de decir tonterías.
- Te has puesto roja, Valentina. Mujer, si te comiste ese hombre, ahora no te hagas la pulida.- Le dio risa, pero no quería reír, es que a pesar de tener el cuerpo entumecido de golpes, lo deseaba. Quería ser acariciada, si con ese roce la había dejado delirando, que no lo demostrara era otra cosa.