Porque en la vida nunca bastaba, Gaspar creía conocer la felicidad plena junto a su novia, pero un día se da cuenta que nada de eso es real, anhela nuevamente esa libertad, ese deseo de volver a ser como antes. Dejando atrás una ciudad que lo vio na...
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Valentina Fuentes
Revisaba las cajas del supermercado, llevaba dos semanas en esa aventura con Gaspar, y cada vez se impresionaba más de lo bien que la pasaba a su lado. No era sólo por el sexo fascinante, si no por las risas y conversaciones extensas. Las comidas a deshoras, la compañía cuando menos lo pensaba, y más lo necesitaba.
Estaba justo pensando en eso, cuando vio que alguien le levantaba la mano, era Lucía.
-Hola... perdida. Espero que éste abandono sea por ese vecinito tuyo.- Dijo su amiga, haciéndola reír.
- Puede ser...
-Ya es hora que me cuentes algo de ese tipo, es que me tienes demasiado intrigada.
- ¿Así...? ¿Qué tan intrigada?
- ¿Es pitufo?- Negó con la cabeza.- ¿Lo hace mal?- Negó nuevamente.- ¡Rayos! ¿Te enamoraste de él?- Iba negar, cuando quedó a medio camino. No podía mentirle a ella.
- No lo sé... pero esto que siento por él, es primera vez que me pasa.
-¿Pero?- le preguntó su amiga.
- Pero dijimos que no podía pasar, que no debíamos caer en lo de las parejas, comenzar a decir cosas lindas y después que todo se vaya a la mierda.
- ¿O sea si llegase a pasar en algún momento?- Su amiga la conocía muy bien, y asintió.
- Pero creo que siento unas cositas... pequeñas... pero siento.
- Debes hacer algo... para no involucrarte demasiado.
- Eso intento, lo veo mirar mujeres, de hecho le coquetean frente a mí, pero disimulo muy bien y no le digo nada. Pero la culpa también es de él. Siempre me busca con la mirada, y ahí nos perdimos.
- ¿Así?
- Sí, yo me acerco lo beso y pierde todo el hilo de coquetear con la chica. No es celos, pero sabe tan deliciosos esos besos.
- Valentina, ten cuidado. Él tiene experiencia, se nota.
- Lo sé. No quiero sufrir. Lucía te veo mañana... es domingo.
-¿Y hoy?
- Iremos a surfear con Gaspar.- su amiga le sonrió y se despidió.
Eran las tres de la tarde cuando su turno se daba por terminado, y llevó todas sus cosas en la bolsa.
-¡Valentina!- Escuchó que Martín la llamaba, y se volvía. Le había pedido disculpas, y aunque no le había parecido nada gracioso, aceptó sus disculpas y todo quedó en el pasado.
- Dime, Martín.
-Tienes que ayudarme mañana con unos documentos... ¿Puedes?
- Claro, pero mañana me toca tarde. Entro a las cuatro y media y salgo a las diez.