Capítulo 10

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Valentina Fuentes

Las manos le temblaban cuando fue a tocar la puerta de la casa de su madre, se escuchaban gritos, estaba consciente del riesgo, pero no quería dejar sola a su madre. Se aseguró que Gaspar se iba, para definitivamente golpear suavemente la puerta. Gerardo le abrió la puerta, sonrió maliciosamente y dejó que pasara. Tomó una de las bolsas y las tiró esparramando todo en el piso.

-¿Dónde están los cigarros?- Gritó detrás de ella, Valentina se cubrió la cabeza pensando que tiraría de su pelo.

- No había de los que querías...

- ¡Mentira!

- Gerardo si ella lo dice es por algo, por favor. Hagamos algo de comer, y todo se arreglará.

- ¿Qué sucede madre?

- Nos van a cortar la luz y el agua, quieren embargar unas cosas de Gerardo.

- ¿Qué? Pero si te he depositado todo...

- ¿Y qué mierda has hecho el dinero?- Gritó Gerardo a su madre.

- ¡Valentina! ¿Cómo se te ocurre mentir de esa forma? Te supliqué dinero y no me lo diste.- Ella abrió los ojos totalmente descolocada, de pronto sintió el dolor calarle la cabeza al ser tironeada.

- ¿Cómo puedes dejar a tu madre pasar necesidades cuando se nota que tienes?

- Suéltame. ¡Mamá, por favor, ayúdame!- Las lágrimas casi no la dejaban hablar, y su voz se apagó en la última palabra. Cuando sintió que alguien aporreaba la puerta, sus sentidos se pusieron alerta, pero Gerardo no la soltó.

-¿Dónde está Valentina?- Escuchó tras la puerta, y sus miedos se hicieron presentes, quería que la tierra la tragara.

- ¿Quién eres?- Le preguntó su madre, pero estaba claro que él no se iría.

-¡Gaspar vete!- Aunque era su única salvación en ese momento, prefería ser golpeada a que otro la viera. Pero lo vio empujar la puerta y quedarse mirándola. Su rostro lo decía todo, estaba como loco.

-¡Suéltala ahora!- Dijo con un tono de voz que jamás le había oído. Su padrastro lo hizo, y vaya que alivio sintió. Pero luego le cortó el aire con una patada en su estómago.

Gaspar la ayudó y tomó de ella, por primera vez se sentía a salvo. Sus brazos fueron una fortaleza, y se hundió en ellos. Su madre miraba todo, como siempre, y le corroboró lo que más temía. Ella la odiaba, no sabía el por qué, pero ninguna madre podía hacer eso con su hija, estaba segura.

-Debiste darme el dinero, Valentina. Todo hubiese sido diferente.- Pero ella sabía que jamás había sido diferente, no lo había sido años atrás cuando permitió que ese hombre la golpeara la primera vez, y así permitió la seguidilla de golpizas, en las que ella sólo se dedicaba a mirar. Observar desde la distancia, como su hija se estaba hundiendo en la depresión y tristeza al verse tan desprotegida en su propio hogar.

Sabor a Mar [Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora