Porque en la vida nunca bastaba, Gaspar creía conocer la felicidad plena junto a su novia, pero un día se da cuenta que nada de eso es real, anhela nuevamente esa libertad, ese deseo de volver a ser como antes. Dejando atrás una ciudad que lo vio na...
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Gaspar Ferrada
Abrazarla, deseaba mucho más que abrazarla, pero se dio cuenta del dolor y el pesar que transmitía su rostro y su cuerpo, la acunó en sus brazos y pasados unos cuantos minutos se dio cuenta que su respiración era mucho más tranquila, había cruzado sus brazos alrededor del cuello, pero ya no presionaban tanto como al principio. La apoyó en la cama, la levantó y la acostó en su cama. Abrió los ojos levemente y lo miró.
-No me dejes sola...- Susurró Valentina. Gaspar no sabía qué hacer, había algo dentro de él que no lograba descifrar, sabía que esa era una tregua, pero no sabía cuánto duraría, ni hasta donde llegaría aquello. Pero hizo lo de siempre, hacer lo que pedía. Se acostó a su lado, y la abrazó. Con todas las ganas que había acumulado tanto tiempo estando separados, olisqueó su cabello, y acarició su suave piel. Ella ni se imaginaba lo enamorado que estaba, ni él se había convencido lo suficiente. Pero sabía que ella estaba pasando un proceso, un momento de transición y no dependía sólo de él que ella lograra superarlos.
Sabía que habían pasado horas, pero despertó. Valentina se movía, no sólo eso se estaba levantando de la cama.
-¿Qué haces? ¿Vas al baño?
- No, debo marcharme.- Le dijo sin siquiera mirarlo a la cara, al menos pensaba que eso duraría un poco más y no unas cuatro horas.
- No deberías estar aquí ¿Cierto?- le dijo logrando que ella por fin lo mirara. Vio su lucha interior, pero él sentía lo mismo, el problema que ella no estaba dispuesto a luchar, y al igual que él. Estaban dejando todo sin cerrar, y sin ser abiertos realmente.
- No me lo hagas más difícil, Gaspar. Tú mejor que nadie sabe y...
- Y ¿qué? Valentina ¿Qué? Yo también estoy sufriendo, creyendo que en cualquier momento volverás a mirarme como antes, y seremos lo que éramos. Una pareja que lograba complementarse sin problemas, que podía conversar de todo y no temer que diría el otro, pero te miro y desconozco. No entiendo que quieres hacer, para dónde vas... no lo entiendo.
- ¡Basta! Nada ha sido fácil para mí, y no quiero pensar en una cosa más, así que disculpa por molestarte, no se volverá a repetir.
- ¡Dios! ¿No lo entiendes? Te amo, Valentina.- Vio sus ojos claros brillar, pero luego miró al piso, y su expresión de nubló.- Te amo, pero no puedo hacer nada si no me dejas avanzar...
- No, no. No vuelvas a decir eso, no se puede, no podemos...
Y así se fue, dejándolo nuevamente con esa sensación de vacío, de nostalgia y decepción. No podía seguir aferrándose a ella, no era sano para él.
Cuando se levantó en la mañana, su hermana habló con él.
-Gaspar... ayer vi a Valentina... está muy mal.- Le dijo Emilia muy angustiada, pero se enfureció.
- ¿Ella está mal? ¿Y yo? ¿Yo no puedo estar mal? Estoy agotado que todo el mundo esté pendiente de ella, también estoy sufriendo y ella no quiere hacer nada para cambiarlo. Así que tranquila, que yo estoy bien. Pero bien harto, de ella y todos. Me voy a trabajar que allá al parecer mi presencia sí es importante y relevante. Adiós.- Emilia lo miró anonadada, y aunque sabía que se había desquitado un poco con ella, salió de la casa rumbo a la empresa. Estaba por salir a la calle, cuando vio a Vicente moverle la mano para que se detuviera.