Capitulo XXI | Dulce sintonia.

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Tatiana

Intenso dolor de cabeza, fue lo primero que tuvo contacto conmigo al despertar. Me encontraba en una camilla de hospital. Paso a sentarme, de una manera ciertamente brusca y un tanto sobresaltada.

—Que fue lo que...—Para ese entonces, comencé a tener vagos recuerdos después de lo ocurrido con Natascha. Mis lágrimas comenzaron a caer sin cuidado sobre mis rodillas, la quijada apretada y los puños crispados eran intérpretes de la impotencia que sentía.«Aun con todo...¿Sigo siendo tan débil?.» Me preguntaba entre sollozos y dolor «¿Qué no puedo siquiera proteger a mi mejor amiga...?» Me sentía en gran parte culpable por aquello. Quizás fui imprudente, quizás me falto entrenamiento...

Y si... en realidad ¿es que soy una pésima oficial?...

Solté aquello con una gran desilusión en mi rostro, casi atónita creyendo mis propias palabras, me hundí entre las sabanas y mis propias lágrimas, teniendo en mente la figura de Tasha. Todo dolía. Aquel sentimiento de que jamás volvería a verla, pensar en que solo tenía diez y nueve años, y en la adolorida y sincera mirada que me dio antes de morir. «Fui... la última en ver tu rostro Nat...»y mi rostro nuevamente se inundó.




(...)





Pasaron unos consiguientes tres días más, en los cuales mis hermanos, mi madre por un corto tiempo y algunos compañeros de la policía vinieron a traerme obsequios, bendiciones, o simplemente a preguntar cómo me encontraba. Las charlas con mis hermanos habían sido quizás un tanto ''realistas'', ellos insistían en que la culpa no era mía y que simplemente son cosas que pueden suceder en el oficio aunque sea doloroso. Kostian se vio muy enfadado ante el hecho de que hayamos ido dos cadetes novatas en la primera misión. »''Siempre te asignan un compañero de rango superior para que te guié''« recalcó mí hermano Kostian antes de asegurar que le arrancaría la cabeza a mi jefe. Según Vadim, era algo ''extraño'' pero quizás se trató de alguna falla técnica o de administración. Mis heridas sanaron bastante rápido, y ese día por la tarde me darían el alta aunque mis hermanos salían en una misión la noche anterior. El médico y la enfermera, me recomendaron dos días más de reposo antes de volver a casa. Mi madre junto a Anya, se encontraban en un viaje obligadas por Yuri claramente, con lo cual mi casa estaría sola. Sería bastante pacífico y reflexivo a la vez. Ya con ropa limpia puesta y un pequeño bolso con algunas cremas y medicamentos para ayudar cicatrizar mejor las heridas de bala, comencé a caminar con un paso lento.

—¡Tuvo mucha suerte señorita, de recibir aquellos dos disparos no fueron en arterias demasiado importantes!.—Especificó.—Además, llego al hospital con unos torniquetes realmente muy bien hechos.—Comento algo sorprendida por el hecho.

—¿Torniquetes?...—No recordaba aquello, y es que la imagen de Alexei llegando en aquel último segundo, reapareció en mi mente con velocidad.

—¡Si!, un joven de cabello color jengibre, ojos turquesa y apuesto, fue quien la cargo inconsciente hasta el hospital.— Explicó con cierto aire risueño e ilusionado, negué con mi cabeza ante la expresión enamorada de la enfermera. ¿Es que siempre va a pasar esto?, la cual se recompuso al instante.

—Bueno, gracias por toda la atención que recibí.— Agradecí solemnemente a aquella mujer, y un cínico carraspeo nos desconcertó.

—¿No piensas acaso irte caminando verdad?.—Replanteo incrédulo el pelirrojo, deteniendo mi paso con una ceja en lo alto extendiendo su brazo sobre el marco de la puerta evitando así mi salida y la de la enfermera, con aquella sonrisa... ''mala'' y sensual que le caracteriza.

La ley del amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora