Tatiana
Ha pasado una semana. Tome licencia en la comisaria, así que solo me acercaba a firmar un papel todos los días. Por fortuna, no encontré a Alexei en ninguna ocasión, y es que no me sentía preparada para verlo aun. Por mas fuerte y decidida que me pueda sentir en este momento. No obstante, las cosas no podrían seguir del mismo modo por siempre. Tarde o temprano acabaría cruzándome con el pelirrojo, y debería estar lista o al menos mentalizarme en ello.
—Bien...es mi reintegro.—Musitaba pensativa, mientras me encaminaba hacia mi oficina, aquella misma que compartía con Natasha. Necesitaba firmar el periodo de licencia y mi reincorporación ademas del parte médico. Una vez en la oficina que de por si es reducida, colgue mi equipaje en mi correspondiente casillero rebuscando en el mismo aquellos informativos.—¿En donde han quedado?, ¡Estaban aquí!.—Chasque la lengua intranquila y nerviada por la situación, llevando las manos ahora a la cintura con un semblante pensativo, ademas de mi entrecejo fruncido. Analice la habitación en busca de los dichosos papeles.—¡Ajá!.— Exclamé ahora determinada, dirigiéndome con tal velocidad hacia el escritorio sobre el cual se encontraban, que fui incapaz de notar que alguien mas ingresaba por la puerta. Así, fue como acabe colisionando con aquel individuo de modo que termine sobre él.
—...¿Que Sucedió?.—Masajeo mi cabeza por la conmoción de aquel impacto, y una vez recupero la focalizacion, puedo reaccionar «¡Hay por dios!» Así fue como me encontré sobre UN JOVEN al cual desconocía por completo. Su altura rondaría el metro ochenta y cinco, su cabello era de un tono castaño claro con ojos de un intenso azul zafiro contrastantes con su piel blanca porcelana. Facciones para mi gusto delicadas, pómulos no muy visibles, ojos redondos de iris grande, nariz respingada, portaba una sombra de barbilla en su mentón y mejillas que anunciaban su afeitado posterior relativamente reciente. Tal vez, unos dos días como mucho.
—¡Dios de verdad lo siento!.—Me disculpe intentando ponerme en pie lo mas rápido posible, ya que había caído de manera que aplastaba su cuerpo con el mio. Una situación un tanto incomoda a decir verdad, sin mencionar el despoje de notas y archivos que salieron disparados en consecuencia de mi torpeza.—¡Yo recogeré todo!.—Me ofrecí al instante colocándome en cuclillas, recogiendo las hojas.
—Oye, despreocúpate.—Indicó casi en un susurro aproximándose hacia mi, en la misma posición. El joven, quien rondaría los veintitrés años poso su mano sobre la mía, deteniendo mi acción. Alce la mirada encontrándome con sus enormes y azulados ojos, así mismo se dibuja sobre su rostro una sonrisa tenue, luminosa y cálida. —Yo lo recogeré.—Dedico, y no pude evitar aquel leve sonroso sobre mis mejillas.
—Me llamo Tatiana, Tatiana kuznetsov.—Presenté, extendiéndole así una mano con determinación y firmeza, arrugando el entrecejo para intentar aparentar una actitud mucho mas seria y profesional. Sin embargo, sospecho que no me tomo del todo en serio.
—Lo sé.—Reveló, causando que ladeara la cabeza confusa.
—Mi nombre es León Reed.—Y lo que siguió de eso, me dejo aun mas que incrédula. Aquel castaño, acepto tomar mi mano como saludo sin embargo, el ojiazul inclino la misma hacia sus labios plantando un suave beso sobre la misma, a la par que se inclinaba un poco simulando reverencia. Alzó su mirada hacia arriba, con la intención de hallar la mía aun sin retirarse de aquella posición.—Un placer conocerte, Tatiana.—En verdad era muy caballeroso, tan así que me resulto sinceramente ¿Extraño?. Carraspé al instante y aleje mi mano balbuceando ahora con algo de rubor.—E-Eh...yo, ¡Un gusto conocerte, León!.—Aclaré.
—El placer es todo mio.—Reafirmó con aquella sonrisa angelical que tan bien le sentaba.—Espero nos llevemos bien desde ahora, ya que eres mi nueva compañera si no me informaron mal.— Anunció, revisando el informe.
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La ley del amor.
Teen FictionNuestra historia comienza en Rusia, San Petersburgo donde Tatiana Kuznetsov, una bella joven de dieciocho años está lista para dar sus primeros pasos en la la vida. Escogiendo una vocación por desicion propia, peca de inocencia pues ignora todo lo q...