Capitulo XLV | La última vez.

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Tatiana. Z,  Kuznetsov.


Tragué saliva nerviosa al verme en aquel sitio desconocido. Similar a un túnel, con paredes de metal, podía ver el agua gotear desde el techo lo que me daba a razonar que las cañerías pasaban por esa cantidad extensa de tuberías superiores. 

Oí un sonido, y al instante pegué mi espalda contra las paredes de la zona. Mi respiración era inevitablemente sonora a la par que aferraba con fuerza el arma en mi posición de defensa. Intentaba escuchar, dando con aquellos extraños murmullos provenientes a unos cuantos metros de distancia. 

En silencio, me inmiscuí utilizando cada esquina y rincón para ocultarme entre cada paso que daba mas cerca de los enemigos.

Unos cuantos metros mas cercanos logré enfocar la escena donde mi ex jefe, Adler Schell lucia una vestimenta bastante extraña y peculiar. 

Algo que parecía ser una camiseta térmica, pues iba pegada al cuerpo.  Pero, mas gruesa y resistente en color negro iba a juego con los pantalones que portaba Adler. Correaje, un arma que jamas antes había visto y el logo de una serpiente enroscada en el pecho con las silabas ''A.I.S'' claro que, era a penas visible para mi desde la distancia ya que era un grabado de un tamaño pequeño y ubicado a la derecha en el pecho de Adler. Eran tres hombres donde uno de ellos era Euan Smith quienes parecían estar platicando algo alrededor de una caja que por sus etiquetas, pensarían exportar al puerto.  

—Todo listo.—Finalizó Smith, tachando algo sobre una libreta de papel. Los tres analizaban la caja. 

—¿Este es el empaque nuevo que llegó?.—Inquirió Schell depositando sus fieros y mórbidos ojos sobre Euan.

—Exacto. Y detrás tenemos cinco trailers con las ciento cuarenta y ocho mujeres que me has pedido. Pues, yo cumplí mi parte te toca la tuya. Cinco millones.—Persuadió el Estadounidense, a su vez extendiendo su mano con la palma abierta, buscando el contacto visual con Schell.

—Casi lo olvido. Discúlpame.—Carraspeó hurgando en sus bolsillos ante el semblante incrédulo y molesto de Euan.

Pues evidentemente, no podrían caber cinco millones de lo  que fuera dentro de sus bolsillos. Sin embargo Adler sonrió enseñando una peculiar navaja mariposa, donde el rostro de Smith comenzó a deformarse. 

—¿Q-QUE HACES?, ¡T-TENÍAMOS UN ACUERDO!.—Se hincó hacia atrás termulo y aterrado hasta el punto de chocar de espaldas contra unas cajas cercanas que, no solo provocaron un estruendo si no que le hicieron caer al suelo de espaldas, acorralado por los pasos del cabello ceniza quien riendo bajo sorna se agachó a su altura. 

—Aquí tienes.—Schell, arrojó algo que parecía un cheque al rostro de Euan. El valioso papel sin embargo cruzó veloz por su rostro ya que sus ojos se enfocaban asustadizos sobre los de Schell quien no se apartaba.—Pero, ya no me sirves Euan.—Los ojos de Smith se encogieron de pavor, y no fue lo suficientemente rápido como para finalizar su ultimo grito desgarrador el cual se vio interrumpido por la abertura en su yugular. Tapé mi boca por inercia al visualizar aquella escena donde siguiente, Adler pareció ordenar que la caja con contenido desconocido se cambiara de posición, logrando que el segundo sujeto se adelantara.

«¡¡¿Secuestradas?!!, ¡Esa debe ser la sustancia de la que hablaron!, ¡No voy a dejar que se cobre mas vidas!.» Mi determinación valió mas que mi razón para cuando alcé mi voz de ''alto'' apuntando deliberadamente con mi arma a Schell.

La ley del amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora