Capitulo XIII | La gran decisión.

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Tatiana


[~FlashBack~]

Hace casi un año atrás.

Los días pasaban. Kostian y Vadim seguían en la milicia, por lo pronto tenía diez y siete y me encontraba cursando mi último año de secundaria. No estaba muy segura de lo que quería hacer a decir verdad. Quizás una fuerza o quizás estudiar, no lo tenía sumamente en claro aún.

Hace tan solo unos días, conocimos a un ''hermanastro'' nuestro. Se llamaba Laurente, Ksavid. De unos 20 años de edad.Hijo legítimo de Ksavid y alguna mujer de la cual desconocemos su procedencia. Era bastante alto, aunque no sobrepasaba la altura de Vadim, de tez blanca, cabello intensamente negro levemente ondulado, su cabello era semi largo, sobrepasaba sus orejas aunque no tenía una forma específica y carecía de flequillo por delante, por lo cual solía peinarse con gel o dejarlo así simplemente. Traía algunos tatuajes, y vestía un tanto peculiar. Con chaquetas, botas, sudaderas, algunas cadenas, muchos anillos y bastantes tatuajes. Muy similar a Ksavid, y había heredado de su padre aquella mirada violenta maligna. Aunque, a diferencia de él... sus ojos amarillos, ligeramente rasgados le daban aquella expresión demoníaca a su rostro. Afortunadamente no lo he visto de frente ni cruzado palabras, puesto que solo viene hasta la puerta de la casa a cumplir ''trabajos'' de su padre según lo que se. Aunque, hoy fue diferente, puesto que me los encontré a ambos (padre e Hijo) desayunando en el comedor charlando sobre algo que no pude escuchar ni tampoco me importo.

—Hola...—Susurró la rubia sin mas tras subir hacia su cuarto, quizás intentando pasar desapercibida ante ambos hombres, aunque lejos de lograr su intención, llamo deliberadamente la atención del más joven quien observo a la rubia en su recorrido hacia su cuarto. La muchacha portaba la vestimenta aun de su escuela. Falda a cuadros, camisa blanca, zapatos y corbatín. Traía su larga y rubia cabellera suelta, que no hacía más que llamar la atención no buscada de la fémina de profundos y azulados ojos. Laurenete, no pudo más que depositar sus ojos en su hermanastra, con aquel semblante malvado que lo caracterizaba, y esa aura obscura que rodeaba las ideas perversas que se le atravesaban tras verla.

—¿Ya hemos terminado?.—Comentó sin interés en la charla, aun con la vista depositada en dirección hacia donde el ojo azul se había ido. El padre lo observo curioso y alzando una ceja, comprendiendo aquella actitud y casi leyendo los pensamientos de su hijo.

—Escúchame bien.—Pidió, tras dar un leve golpeteo en la mesa.—Ya sabes lo que hacer con el cliente, ese es el precio de su ''producto'', lo toma ...o lo deja...—Finalizo sonriendo con picara, entrelazando sus dedos a la altura de su rostro, aunque el joven no parecía demasiado interesado en aquello.

—Como quieras.—Aceptó sin más, aunque sus pensamientos... se hallaban lejos de desaparecer. El padre alzo la vista hacia las escaleras, recostando su espalda sobre el respaldo con suma tranquilidad.

—Si vas a ir que sea rápido, y que no grite demasiado.—Puntualizo sin demasiado interés.—Voy a concentrarme en unos llamados y no quiero que nadie me joda. ¿Soy claro?.—Pauto observándolo fijamente, a lo cual el joven sonrió complacido poniéndose de pie.

—¿Gritar?, solo quiero que conozca a su hermano mayor.—Comentó con sarcasmo, sonrió con asqueroso cinismo mientras se alejaba, en búsqueda de aquella joven de cabellos dorados.






(...)







—Creo que con esto... termino con Marx. Valla rollo lo de la segunda guerra mundial.—Suspiró agobiada tras acabas sus estudios de Historia de Rusia, dejándose caer sobre su propia cama, en lo que el girar del pomo la des concentra, y la hace erguirse nuevamente descubriendo así aquel curioso y extraño intruso.

La ley del amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora