Capitulo XXXV | ¿Tres es multitud?

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18 de Abril de 2010, Rusia San Petersburgo.


Tatiana

Hace tan solo cuatro meses inició un nuevo año para todos nosotros, y debo decir que la fecha... es uno de los días más fríos que ha azotado a San Petersburgo durante estos últimos años. La temperatura rondará los cero grados. Ha nevado recientemente, y una espesa capa de nieve cubre la mayor parte del paisaje de nuestra ciudad. Cumplí veinte años hace tan solo tres días y la brisa gélida, me trae algunos recuerdos debo decir. Quizás de cuando era niña, y quizás no tan buenos.

—Hoola, tierra a Tatiana. ¿Estás bien? Supongo que no es tu culpa. Vivir con Vladimir debe ser una desgracia absoluta. —Soltó con cinismo León Reed dentro de la jefatura. Con aquel comentario cínico logró alejarme de aquel trance de antaño y pensamientos ausentados en los que me encontraba.

—Disculpa, estoy algo distraída últimamente. — Comenté frotándome los ojos cansinos. Reed, por su parte se encontraba con las espaldas contra la pared, bebiendo tan placido una taza de café. Alzó una ceja pensativo tras notar mi fatiga.

—Carajo, perdí mis reportes.— Refunfuñó.—Mírate nada mas Tati, parece que no dormiste bien.— Dedujo, enfocando sus ojos cerúleos sobre mí. — Repito, debe ser un fastidio vivir con Vladimir. En cuanto no lo aguantes, te puedes venir conmigo. No tengo problemas.—Ofreció con seguridad, cruzando sus brazos por detrás de su nuca poco después de haber depositado la taza vacía sobre mi escritorio. Claro que aquel comentario no hizo más que causarme risa.

—¿Quieres perder algo más que tus reportes, Reed?.— Amenazó al instante Vladimir, haciendo aparición instantánea en la oficina. Tanto Svety como Avery contuvieron su risa por la cara pesimista y el ruedo de ojos de Reed.

—¡Eso es oficial!, Cada quien cuida su quinta.—Determinó Avery cruzada de piernas con una ceja en lo alto, y aquella actitud tan madura que la caracteriza.

—Ja já, que graciosa estas hoy Egoyan. No paro de reír.— Respondió el ojiazul con sarcasmo, dirigiendo la vista hacia la mencionada. Por mi parte rodé los ojos divertida tras ponerme de pie.

—Bien, se acabó el descanso. Hora de trabajar. —Antepuse al acomodarme el correaje y dispuesta a salir por la puerta seguida de León quien continua como mencioné con anterioridad, siendo uno de mis compañeros. El mencionado bufo con pesar dispuesto a seguirme, sin embargo el llamado del pelirrojo lo detuvo poco antes de que cruzara el umbral de la puerta.

—Ah, y por cierto...—Carraspeó alzando la voz, con toda la intención de ser oído por el castaño quien desganado, volteo a verlo. —Tatiana no está cansada por dormir mal. —Especificó, dejando un silencio de apenas un par de segundos en el ambiente.—Está cansada por que no solemos dormir. Sabes a lo que me refiero, ¿No?.—Finalizó al dibujar una mirada lasciva sobre aquel impertinente rostro suyo, donde sus fulgorosos ojos turquesas brillaban con tal intensidad y malicia al soltar aquellas palabras, que no causo más que un chasquido por parte de León quien no pudo responder a su aclaración, mas simplemente crispó sus puños impotente, observando como Vladimir le daba ahora un trago a su taza de café, envuelto en el humo que soltaba el cigarro que yacía a su lado en el cenicero del escritorio.

—¡A-ALEXEEEI!.—Clamé tan enrojecida como enfurecida, y el muy sin vergüenza no hizo más que soltar un murmullo de risa. Claro, al igual que las demás quienes me observaban y susurraban cosas. —ME VOY.—Puntualicé ofendida, retirándome de una vez de la oficina. Sin embargo debo admitir...

Que sin importar cuanto tiempo haya pasado, sus tonterías siempre aceleran mi corazón como en el primer día.


La ley del amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora