Tatiana
Puedo sentir... aquel maldito y enorme hueco en el pecho. Aquella angustia que se rejunta como un nudo en mi garganta hasta causar un indescriptible dolor. Me falta el habla y un ardor que comienza a acumularse en las cuencas de mis ojos. Quiero dejar de ver pero, no puedo hacerlo. Soy incapaz de alejar mis ojos de aquella imagen que se instaura como un gran dolor en el centro de mi pecho. Inamovible, intangible. La sensación, de aquello que guardas tan profundamente dentro de ti, comienza a desgarrarse de a poco. Se encuentra lejos y como si de una subrealidad se tratase, te encuentras indefenso, frágil, vulnerable y estúpido. Muy estúpido.
Sin poder evitarlo, esa familiar sustancia liquida cristalina se amontona en las cuencas de mis ojos. Se encuentran tibias, y puedo sentir como comienzan a resbalar con lentitud por mis mejillas, hasta acabar su paso por la mandíbula donde finalmente, caen en el suelo. Impactan, y se pierden para siempre.
Los tres jóvenes me observaban conmocionados. Pronto, quien me indico la imagen se arrepiente irremediablemente y para peor, el pelirrojo quien acabada su tarea comienza a acercarse hacia nosotros. Aquellos tres se observan intranquilos entre sí, anonadados y confundidos. Sin embargo, corte el paso del ojos turquesa casi al instante. No fui capaz de hablar, pero... Su mirada se posó sobre la mía. Mi rostro húmedo, aquellos ojos hinchados y adoloridos, y el entrecejo que comienza a fruncirse. Ninguno tenía nada que decir y aun así alce la mano con la intención de proporcionar una palmada con toda la fuerza que tenía sobre su mejilla derecha. Mantuve aquella mano en posición, regalando mis sentimientos de desilusión, desesperanza,repudio, con tan solo una mirada.
De alguna manera sé que él lo comprendió, aunque me encontraba demasiado hundida en mis emociones como para dar cuenta de ello. De todas formas, mi intención ceso. No valía la pena siquiera aquella bofetada. Simplemente me voltee, huyendo. Deseando que el desapareciera, a toda velocidad y con mi corazón tan dolorido y fragmentado que no sentía el comprender, como aún continuaba funcionando. Bueno, si es que aun lo hace.(...)
Alexei Vladimir
Aquella acción sin duda dejo más que perplejos a los pocos expectantes de la escena. El pelirrojo, no pudo más que observar la dirección de la huida de su princesa. Crispo los puños, y apretó su mandíbula con coraje. Pronto, aquella fémina de cabello amarillento se acercó hacia el con un tono mimoso. Sin embargo, la respuesta del masculino fue clara.
—Aléjate. No me haces falta. Esfúmate.—Aquella desconocida, incrédula por la actitud de aquel joven enfureció, intentando alzar así una mano. Sin embargo, el mismo no permitió ser golpeado por ella, sujetando y empeñando más su agarre en la muñeca. La mujer se quejó, y aterrada por aquella mirada infernal regalada por el ojos turquesa, se desvaneció. Por otro lado, aquellas tres amistades se acercaron. Quizás, tan incrédulas y confundidas como la princesa rubia que, a priori huyo tras la puerta.
—¡¡¿Eres imbécil?!!.—Declaró Jamie sin miedo. Haciendo aquella pregunta que todos querían realizar.
—Si.—Respondió con sequedad y una actitud muy diferente a la que acostumbra rondar en el. Los presentes se observaron aún más confundidos.
—¿Nos vas a decir que sucede?, ¡Viejo!, ¿Por qué hiciste eso?, Se que eres cruel y eso pero... Hermano, esa chica...—Musito reflexivo.
—¿Esa chica...qué?.—Interrumpió el pelirrojo, volteando de medio perfil. Su mirada mostraba más ensañe que nunca antes, repleta de odio e incluso...¿Dolor?, aquello conmociono notablemente a los integrantes del grupo musical. ¿No se suponía acaso que Vladimir era ilegible?, ¿Qué jamás se podía estar seguro de lo que sentía o pensaba?, Que el observarlo, ¿Era como intentar descubrir alguien escondido tras un espejo?. Cuando fue... ¿Qué aquella fachada se derribó por completo?, Aquella que mantenía desde el primer momento y nadie había sido capaz de debelar.
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La ley del amor.
Novela JuvenilNuestra historia comienza en Rusia, San Petersburgo donde Tatiana Kuznetsov, una bella joven de dieciocho años está lista para dar sus primeros pasos en la la vida. Escogiendo una vocación por desicion propia, peca de inocencia pues ignora todo lo q...