Dos de Marzo, 2009
San Petersburgo, Rusia
Tatiana
Ha pasado aproximadamente un mes, de que junto a mi nuevo compañero efectuamos tareas conjuntas y si bien nos va de lo mejor... para mi jamás será suficiente.
Con el correr de los días decidí someterme a un entrenamiento intensivo. Salgo a correr todas las mañanas antes del trabajo, tomo clases de defensa extra, práctico tiro practico, desempeñando estas habilidades sin descanso. Abdominales, espinales, el doble o quizás aún el triple de lo que hacía en la academia de policías. «Quiero ser mejor, quiero vencer, y lo voy a lograr.»
Aquella determinación, fuerza y valía era de notable énfasis en mí mientras me dedico a correr mis dos kilómetros diarios. Por lo usual, suelo tomar la calle de Moskovskaya, que es casualmente mi calle haciendo así un recorrido recto. Llevo auriculares de momento, evitando caer en el aburrimiento de oír mi simple respiración. Loboda, una cantante Ucraniana es lo que de momento me vitaliza cuando recorro al trote aquellos dos kilómetros.
Sin embargo, casi al final de mi tarea una voz intrusa irrumpe mi concentración.
—¡Hey, Tati!. —Anunció, a lo cual acabe deteniendo mi trote para responder al saludo del ojiazul.
—¿León? ¿Qué haces aquí?. —Inquirí con cierta sorpresa, acercándome al mencionado.
—No vivo demasiado lejos, y suelo despertarme a esta hora para hacer algo de ejercicio. —Reveló.
—Aunque, por lo que veo no soy el único con aquella rutina.— señaló haciéndome referencia.—Realmente no imagine que salieras a hacer ejercicio.—Dedique al ojiazul, ante lo cual gesticuló una expresión de ofensa.
—¡Ese fue un golpe bajo!. —Exclamó llevando su mano al centro de su pecho.
—¡No quise decir eso!. —Reflexioné con cierta diversión, aunque los dos acabamos riendo. —Bueno, en verdad debería continuar mi camino así que...—
—Entonces vamos juntos. Si no te importa, claro. —Propuso, y aquello aunque me dejó algo perpleja... termine por aceptar.
(...)
Al cabo de lo que yo supongo sería una hora, las nubes una vez más iniciaron su abrumadora sinfonía, para poco después precipitar sobre nosotros en forma de agua nieve.
—¡Ay, no puede ser!. —Me quejé chasqueando la lengua, deteniéndome en seco mientras daba un suspiro de fatiga, sumado a la respiración agitada. El castaño poso su mano sobre mi hombro en la misma condición.—Mejor busquemos un techo, hasta que se detenga la lluvia. —Como si fuera poco, aquella llovizna pronto culmino en una impetuosa tormenta que nos obligó a buscar cobijo, aunque para el momento en el que corriendo hallamos un techo, nuestras ropas estaban tan impregnadas de agua de lluvia que pesaban casi el doble.
—¡Que desastre!. —Musité, llevándome la mano al rostro con pesadez, y pronto el sonido de agua cayendo e impactando en el suelo me llama la atención. Al voltearme, descubro a Reed sin absolutamente nada de cintura para arriba, mientras retorcía con empeño sus ropajes faltantes logrando así quitar el excedente de agua. Concentrado en su tarea, mas mi concentración fácilmente se disipo al ver aquello. Mis ojos duplicaron su tamaño, y mis mejillas al instante tomaron rubor. Cintura angosta y espalda amplia eran la cualidad más notable de Reed, sin mencionar que sus características físicas eran destacables a simple vista. Aparte la mirada con brusquedad, haciendo notar un carraspeo.—¡L-Lo siento!, no... no me di cuenta. —Comenté en referencia al incidente, « Aunque...¿Debería ser que en realidad es ÉL quien no debería desvestirse en plena calle?»Al acabar su tarea, volvió a ocupar sus prendas.
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La ley del amor.
Fiksi RemajaNuestra historia comienza en Rusia, San Petersburgo donde Tatiana Kuznetsov, una bella joven de dieciocho años está lista para dar sus primeros pasos en la la vida. Escogiendo una vocación por desicion propia, peca de inocencia pues ignora todo lo q...