Maokay parte 3

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La bruma enervante envolvió a Maokai, quien lloró hasta que las brillantes flores que adornaban sus hombros se marchitaron y se deshicieron. Su cuerpo se estremeció y se contorsionó hasta convertirse en una masa de raíces retorcidas y ramas enredadas mientras la bruma le succionaba la vida. Pero el duramen de Maokai estaba empapado con las preciosas aguas de la vida, lo que le salvó del terrible destino de la no muerte.

Al tiempo que la tierra se plagaba de espectros grotescos y abominaciones horribles, una horda de hombres sin vida apareció frente a Maokai. Golpeó a los espíritus con sus extremidades en forma de rama con una violencia desatada, y se dio cuenta de que la fuerza de sus golpes podía convertirlos en polvo. El pensamiento le estremeció: nunca antes había matado. Se revolvió frenéticamente contra las formas sin aliento, pero vinieron cientos más a por él y, al final, tuvo que retroceder.

Con su hogar diezmado y sus compañeros convertidos en horrores inmortales, Maokai sintió la tentación de escapar de la pesadilla de las islas. Pero desde lo más profundo de su cuerpo retorcido, percibió la vida que le proporcionaban las aguas sagradas. Había sobrevivido a la perdición por portar el mismo corazón de las islas en su interior y ahora no abandonaría su hogar. Como primer espíritu de la naturaleza de las Islas Bendecidas, se quedaría y lucharía por el alma de su tierra.

Aun rodeado de hordas infinitas de enemigos maliciosos y de una bruma ensombrecedora, Maokai lucha para conquistar el mal que infesta las islas arrastrado por un ardiente sentimiento de venganza. Su único placer procede de la salvaje violencia que inflige a los espectros sin alma que merodean por su tierra.

Algunos días, Maokai contiene la bruma y sus espectros inmortales, acabando con su dominio en alguna arboleda o matorral. Aunque desde hace una era no ha surgido nueva vida en este suelo maldito, Maokai se esfuerza por crear pequeños refugios, temporales, pero libres de lamento y putrefacción.

Mientras Maokai siga luchando, habrá esperanza, pues su duramen está empapado de las aguas incorruptas de la vida, la última oportunidad que queda para que la isla se recupere. Si la tierra vuelve a su estado de júbilo, Maokai dejará de estar retorcido. El espíritu de la naturaleza trajo la vida a estas islas ya hace mucho tiempo y no pretende descansar hasta que vuelva a florecer.

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